Opinión / Iritzia

Medalla de oro de Navarra

victor_moreno
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Víctor Moreno. Por lo que ha transcendido, la decisión del Gobierno de Navarra de entregar la Medalla de Oro de Navarra a Campión, Altadill y Olóriz, ha sido, según su portavoz, «por ser los creadores de la actual bandera de Navarra», de cuyo diseño son autores. El origen de este estandarte es bien conocido. Repasémoslo. El 22 de enero de 1910, la Diputación, tras consultar a estos eruditos locales sobre un posible diseño de bandera, que regularizase su uso, acordaría en sesión del día 15 de julio de 1910 su confección junto con el escudo, que pintará Ciga (“Diario de Navarra”, 15.7.1910). Dicho pendón se izó en el balcón de la Diputación, el día 16 de julio de 1912, fecha conmemorativa del VII aniversario de la batalla de las Navas de Tolosa.

Aunque la pregunta sorprenda, conviene hacerla. ¿Es, realmente, la bandera actual de Navarra la que diseñaron Campión y compañía? Muchas personas no estarían de acuerdo con una respuesta afirmativa, sobre todo si se repara en las adherencias políticas e ideológicas que, desde entonces hasta hoy, han impregnado dicha bandera, pero no solo.

Como se ha dicho, en 1912, se conmemoró en España el VII aniversario de la batalla de las Navas de Tolosa. La Diputación Foral y Provincial decidió auspiciar un certamen científico y literario para solemnizarlo. El premio destinado en la modalidad de ensayo sobre dicha batalla, el jurado lo dejó desierto, toda vez que el mejor trabajo presentado cuestionaba precisamente la tesis de quienes habían diseñado la bandera de Navarra, y que había adoptado la Diputación. Menudo atrevimiento.

El arabista Ambrosio Huici (Huarte, 1880) desmontaba en su trabajo el mito creado sobre la cuasi milagrosa participación del monarca navarro, utilizada políticamente como una gesta española frente al «moro». Huici probaba que el ya entrado en años Sancho VII acudió el último a las Navas de Tolosa con 200 caballeros (amenaza de excomunión mediante), por lo que el papel de los navarros, al margen del desarrollado por el rey, fue escasamente relevante. Para la oficialidad navarra, la osadía de Huici rayaba en lo intolerable al derruir el mito de las cadenas de Navarra, supuestamente arrancadas por el aguerrido monarca navarro en asalto a la tienda del sultán «Miramamolín». El de Huarte demostró en su estudio, llevado a cabo sobre el terreno, que Sancho VII nunca utilizó tales cadenas metálicas, cosa evidente al observar la simbología de la época. A pesar de ello, y dado que el mito creció con el paso del tiempo, el triunvirato citado estampó en el escudo las supuestas cadenas metálicas, sustituyendo así el carbunclo original del escudo de Navarra, tal y como existía desde Teobaldo II y queda representado en el Libro de Armería del Reino de Navarra.

El 28 de abril de 1931, el gobierno de la II República dejaría dicha bandera tal cual, cambiando solo su corona por almenas. En 1937, la Diputación golpista añadiría la Laureada impuesta por Franco.

Durante casi más de cincuenta años, el mito de las cadenas metálicas siguió tan campante, sustentado y aupado por el franquismo, presentándolo como ejemplo de una efeméride plenamente española contra el moro (véase las pinturas del fascista Stolz en la cúpula de los Caídos).

Finalmente, hay que recalcar que el nuevo diseño franquista del escudo rompería el equilibrio característico del original carbunclo navarro, introduciendo en sus extremos unas argollas o aros que cobran tanta relevancia como el centro.
Seguro que muchos considerarán que estamos ante un asunto banal, de poca monta, sin importancia. Sin embargo, pormenorizar el recorrido de esta bandera y su intrahistoria lo que hace es constatar la pervivencia de un soterrado franquismo que sigue latiendo en la política navarra. Considérese que, hasta bien entrado el siglo XXI, seguían en pie la mayor parte de los símbolos golpistas en toda Navarra. Y, de hecho, ahí sigue amenazante el más monumental del Estado, tras el del Valle de los Caídos. Sin olvidar que la Laureada fue rechazada definitivamente por el Parlamento ¡en diciembre de 2012!, con la abstención de UPN y la oposición del PP. Rechazo que no se había dado en 1981, sino una simple abstención de su uso, tras la persistente defensa de los herederos del franquismo.
En cuanto a la figura de Campión, su recepción es todavía más peliaguda en muchos sectores. Se le ha calificado de xenófobo y racista. Algunos, para limar sus asperezas ideológicas, han echado mano del manirroto salvoconducto habitual diciendo que «fue producto de su época» y, sobre todo, un valedor del euskera. ¡Qué sería de nosotros sin el piadoso contexto siempre esgrimido como atenuante de nuestra incompetencia! ¡Como si en la época de Campión solo hubieran existido racistas, xenófobos y eugenistas!

Dejemos de lado nuestra opinión, y leamos la de quienes lo conocieron en su tiempo. El retrato del periódico carlista-integrista de Nocedal sería inclemente: «Don Arturo Campión fue republicano e impío en un tiempo, demócrata y progresista al día siguiente, euskaro separatista un rato, euskaro indefinido luego, dando a la vez pasos hacia el integrismo, integrista para ser diputado y diputado para traicionar a los integristas, despreciado de los liberales, molesto a los carlistas, sospechoso a los integristas y repudiado por los euskaros» (“La Tradición” Navarra, 14.2.1904). Dicho de un modo sintético, Campión fue un tránsfuga político. Por su parte, “El Demócrata Navarro”, de inspiración canalejista, lo describiría en 1910 como «aquel señor que paseaba en tiempo por las calles de Pamplona tocado por gorro frigio y ahora se ha puesto el solideo, que, en ocasiones, se parece al de una boina» (21.9.1910).

Campión era de los católicos que mantenían ideas tan caritativas que los fascistas-golpistas no tardarían aplicar a partir de 1936: «El blasfemo debe ser perseguido sin piedad, como un perro rabioso. Las leyes débiles e impotentes sean reemplazadas por las costumbres fuertes y poderosas. Ciérrense todas las puertas al blasfemo; que lo echen sus patrones de los talleres si es obrero; que se encuentre separado, en una palabra, de trato y de comunicación con las personas bien nacidas».

Respecto a Euskal Herria, sus ideas serían las mismas que las del director de “Diario de Navarra”, Garcilaso. Lo mismo cabría decir con relación al euskera. Garcilaso sería un clon de don Arturo, tanto que lo llamaría «el Maestro» y «el Redentor», laureles que, viniendo del mayor fascista que ha habido en Navarra, no son ningún consuelo.

Pero es evidente que la medalla se la han otorgado a título póstumo por haber diseñado la bandera de Navarra, y no, por ser un representante cualificado del integrismo político-religioso y defensor del euskera, entendido este como ingrediente básico de la nacionalidad.

En fin. Más allá del debate planteado entre partidarios y detractores, parece lógico que, si la medalla se les otorga a Campión, Altadill y Olóriz por diseñar la bandera de Navarra en 1910 –que se afirma, equivocadamente, ser la actual–, se recuperase, al menos, el escudo que sí diseñaron los tres con la colaboración de Ciga, y se arrinconase definitivamente el «rediseño franquista» de las cadenas metálicas.

*Profesor


Mina, el universal libertador navarro

tomás urzainki

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Tomás Urzainqui Mina. El conocimiento que se ha tenido de Xavier Mina hasta ahora en Navarra, patria que comparte con México, universalmente reconocido defensor de la libertad e independencia, ha sido escaso debido sobre todo a la utilización ideológica, para repudiarlo y ocultarlo, desde el campo del absolutismo. Mientras que, de forma acertada, es símbolo generalizado de las libertades e independencia, especialmente en México.

El 1 de julio de 1789 nace en Otano (valle de Elortz), precisamente en la época donde la humanidad está comenzando a emanciparse de las cadenas, bien ciertas y padecidas, con que la habían atado los conquistadores, los absolutistas o los déspotas de todo cuño. Xavier Mina vio con sus propios ojos, comenzando por su mismo pueblo de Otano, cómo eran expoliados los labradores por medio de las exorbitantes pechas con que eran menguadas las cosechas producto del duro trabajo. Conoció las ideas de la ilustración y el despertar de las ansias de libertad e igualdad desde niño estudiante, en las calles, plazas y aulas de la ciudad de Pamplona-Iruña, de la boca de sus paisanos. Aprendió de sus mayores, de sus maestros y de sus compañeros de estudios que la tiranía monopolista que soportaban era el principal obstáculo para el bienestar, la libertad, la igualdad, la soberanía e independencia de Navarra, así como para el comercio, la industria, la economía, la agricultura y la propia lengua euskara.

La historia de Navarra, que aprendieron Xavier Mina y sus compañeros de estudios, era en esencia la de Jose Moret Mendi, que al hablar de la necesidad de recordar el pasado, mediante el conocimiento de la Historia, dice, que de lo mal gobernado no puede quedar constancia con tan larga duración por la conquista, como la que en esta nación se ve, pues antes se estuvo al abrigo de los reyes naturales por casi ochocientos años. Para poder defender la libertad de Navarra, sus Cortes reunidas, durante los años 1794 y 1796 en Iruña, trataron tres memoriales sobre la organización del ejército propio navarro. Entonces Juan José Mina Espoz, padre de Xavier que tenía siete años, estuvo integrado en los batallones navarros que hicieron frente al ejército francés de la Convención. Trece años después Xavier era el comandante general de las guerrillas de Navarra con tan solo veinte años. En agosto de 1809 llevaba la dirección y organización del ejército de Navarra con gran éxito sobre las tropas francesas. Xavier Mina es el jefe independiente de las armas del Reino de Navarra, como lo declara en varias ocasiones: así en la carta de fecha 21 de diciembre de 1809 desde Los Arcos al miembro del Consejo Real del virrey Mahón, nombrado por el rey de España José Bonaparte, al contestar a la carta que le trajo su padre, liberado de los Recoletas de Pamplona para ello. Continuadores suyos fueron su compañero el brigadier León Iriarte, el capitán Pablo Barricart y otros, que fueron fusilados el 13 de noviembre de 1837 por Espartero al haber acordado con las instituciones navarras la dirección independiente del ejército navarro, lo que el dicho Espartero interpretó como la declaración de independencia.

Xavier Mina, al igual que su generación, estuvo obligado a defenderse tanto de Godoy como de Napoleón. En 1808 dirigió a los estudiantes en el asalto al Rectorado de la Universidad de Zaragoza, de donde fue arrojado el retrato de Godoy a la calle. Su liderazgo pronto se puede seguir entre 1809-1810 por los recortes de prensa de la época. La detención el 29 de marzo de 1810 en Labiano supone la intervención directa de Napoleón que ordena expresamente que se le pase de inmediato por las armas a no ser que ello pueda ser perjudicial para el país, en cuyo caso manda que lo envíen a París como preso de Estado, es decir, político, por eso estuvo allí cuatro años en prisión. Al salir de la cárcel, Xavier Mina tuvo que hacer frente a la ofensiva global europea de los absolutistas, ya iniciado el Congreso de Viena, por lo que encabezó el levantamiento libertador del 25 al 26 de septiembre de 1814 en Pamplona, viéndose impelido con sus compañeros a huir para no ser asesinados todos, y poder continuar la lucha contra el despotismo colaborando con los mexicanos, y haciéndose uno más de ellos, en la guerra de recuperación de la independencia a que se habían visto en la necesidad de entrar. Valentín Foronda (Vitoria/Gasteiz 1751-Pamplona/Iruña 1821), ya había publicado para entonces en 1803 el libro titulado “que debe hacer un príncipe con colonias a gran distancia” dirigido a Carlos IV de España donde, adelantándose al inicio de las declaraciones de independencia que iban a empezar a producirse siete años después, aconsejaba que era más conveniente para todos el reconocimiento de las independencias que el oponerse a las mismas. Existen similares antecedentes en el siglo XVIII del enfrentamiento del Gobierno español y los comerciantes navarros, entre otros lugares, en Cádiz, Buenos Aires o el consulado de México donde eran mayoría los comerciantes navarros, no es casual que los principales promotores de la independencia de la Nueva España (México) y los más reconocidos independentistas sean muchos de ellos navarro/vascos.

La reunión en Puerto Príncipe, Haití, de los líderes emancipadores, donde los planes del General Xavier Mina seducen a Simón Bolívar según reconoce él mismo. Hubo connivencia entre Mina, Bolívar, Carrera y otros dirigentes sobre la liberación de América, pues de seguida vienen los alzamientos de buena parte del continente americano. El impulso decisivo a la independencia frente a la deriva autonómica en Xauxilla sede del Gobierno provisional mexicano, donde Xavier se opone a que se negocie con el virrey una salida autonómica, pues solo cabe la independencia, que se logra tres años después. Xavier Mina sobre las posturas de indiferencia ante la injusticia y la dominación advierte, si “…millones de habitantes que indiferentes a los impulsos de la libertad se sometieran voluntariamente, serían después los instrumentos más adecuados para imponer cadenas a todo el resto”. “La patria no está circunscrita al lugar en que hemos nacido, sino más propiamente al que pone a cubierto nuestros derechos personales”. Xavier Mina es Benemérito de la Patria en Grado Heroico, por su lucha y sacrificio a favor de la independencia del pueblo mexicano; su nombre está grabado en letras doradas en el Congreso de la Unión o Asamblea Nacional de México, sus restos descansan en el Monumento a la Independencia y su imagen y nombre figura en monedas, calles, colegios, aeropuerto, hasta una ciudad lleva su nombre. La libertad en el sentido universal de esta palabra, el sostenido como central desde los autores de la ilustración tiene una especialísima presencia en Navarra, así el que podría perfectamente llamarse monumento a la libertad el Monumento a los Fueros, en sus placas la palabra libertad es la más insistentemente representada, que se levantaba en 1903, 84 años después de la muerte de Xavier. Resulta una casualidad que a escasos metros del mismo vivieron dos de los más representativos paladines de la libertad, Xavier Mina (1789-1817) y Valentín Foronda (1751-1821). El bicentenario de Xavier Mina, que en realidad se inicó el 11 de noviembre de 2017, es la mejor oportunidad para recuperar, no solo en México donde ya está presente por toda la nación, sino especialmente en Navarra, el legado imperecedero que nos ha dejado de su obra, pensamiento y compromiso generoso con la libertad.