Opinión / Iritzia

Oteiza. Gogoan zaitut

arantza_amezaga
Hace veinte años se nos fue un artista que revolucionó el arte escultórico y fue autor de varios libros que hacen imperecedera su memoria.
Lo recordamos en sus esculturas empoderadas en nuestras ciudades, en la revolución antecedente que significó la reconstrucción de la Basilíca de Arantzazu y aquella reunión de artistas que junto a él, quienes nos dieron visibilidad novedosa del arte y la religión. La imagen oscura de la virgen de Arantzazu con el vientre vacío y el hijo muerto a sus pies, colocada en lo alto del enorme frontón de la fachada de la Basilíca, rodeada de pétreas espinas, quebranta la imagen antecedente de la virgen románica, hierática, con su niño en el regazo. A sus pies, 14 apóstoles, dos más de los debidos, que describe Oteiza como … animales sagrados, abiertos en canal, nos repiten que se han vaciado puesto porque han puesto sus corazones en otros. La identidad real del cristiano es la de sacrificarse así…

Oteiza nos empuja a una una reflexión rompedora de la vida y el arte. De la belleza y de la religión. Accedimos a un bautismo primordial y antiguo, tal como la naturaleza que enmarca Arantzazu y definida por el arquitecto Sánza de Oiza: …Hemos de manejar la pintura mural, el hierro forjado, la madera, la cal, con los que indudablemente puede conseguirse el ambiente propio de un templo de montaña como el que se proyecta, sea la misma.

Es decir, entorno de cañadas de agua, altos picos montunos nevados en invierno, verdes en verano, espinos creciendo vigorosos entre las zarzas. Allí se asentó la virgen interrumpiendo el pastoreo de Balzategi, exigiendo paz entre baskones, empeñados en guerras tribales. Arantzazu… tú en el espino, musitó el pastor estupefacto ante la aparición milagrosa, aunque Oteiza me recordaba con humor que la virgen no se sentó en un espino cualquiera, que eligió para su aparición terrenal un espinal de flor albar, que se abre en la primavera. La que endulza el aire, conforta el cuerpo, valoriza la vida. Eguzki lorea. La flor del sol.

Conocí a Oteiza en el principio de mi vida en tierra de Altzuza, en el empeño inicial que teníamos unos matrimonios jóvenes de levantar un entorno donde nuestros hijos/as, pudieran empaparse de aire fresco, bañados por el tibio sol de los inviernos y el poderoso de los veranos. Él nos bautizó como Errikotxiki y desde sus raíces gipuzkoanas, alentado, decidió afincarse entre nosotros, viviendo en una casa que decidió convertir en museo de su obra, y creando como regalo prodigioso, una fuente de agua para que los caminantes y las las aves del cielo pudieran saciar su sed. Y entre casas que tienen pilares de más de 3 siglos, y en un entorno de casi mil años de vivencia social, plantó un roble de Gernika.

Dueño de una imaginación portentosa y de voz sonora, contaba historias a los jóvenes y a los niños, arremolinados a su lado, planeando mas allá de nuestra realidad, cual arrano beltza real que se enfrenta al sol. Nos mostraba con sencillez su taller desde donde se observaba desde el amplio ventanal el panorama hermoso de Eguesibar, explicando cómo estaba forjando el busto de Sabino Arana, hierro y barro, y a quien admiraba por habernos devuelto en medio de una sequía cultural, que es como un vacío, la humedad vivificante para las raíces baskonas. Porque siendo un pueblo viejo, debíamos ensayar a serlo nuevo.

Una vez, un conjunto de niños y jóvenes y la esposa de Oteiza, la admirable Itziar, con su pelo blanco y sus lentes oscuros, íbamos caminando a la fuente, y se nos cruzó un espléndido jabalí macho. Venía jadeando, huyendo de los cazadores pues escuchamos los disparos, y el enorme animal acosado pero poderoso, se detuvo ante nosotros y nos miró con los ojos enrojecidos, enfilándonos los colmillos amenazantes. Tuvimos miedo, mucho miedo, pero Oteiza, con un ademán, comandó al silencio y a la calma. Casi dejamos de respirar. El animal nos miró desafiante pero al final se retiró, quizá desdeñando nuestra indefensión, quizá sorprendido de nuestra inmovilidad, emprendiendo la carrera de huía al el monte, ocultándose entre los espinudos patxaranes. Asombrados de la aparición y deserción del poderoso animal, de haber podido mantener la calma, obedientes al mandato de Oteiza, respiramos aliviados. Entonces el artista que sucumbió al dolor de la virgen y su hijo muerto, volviéndolos símbolos de hierro y piedra, que nos cambio la perspectiva del arte y el gesto de la oración, se alzó de hombros, y relumbraron aquellos poderosos ojos de tonos grises y azules, y el tono de su voz alcanzó una especie de cántico. Aseguró que el miedo no debía ni podía vencernos, que tratar al animal peligroso de tú a tú, con serenidad, nos había salvado la vida o evitado un accidente. Nunca correr, jamás escapar, imposible claudicar… señaló poniéndose nuevamente al frente de la extraña expedición de mujeres y niños, cuya misión en aquella tarde ultima del verano, era beber agua fresca de su fuente de Altzuza.

E iba recitando lo que tenía escrito en Quosque Tandem …De niños, todos sentimos como una pequeña nada nuestra existencia, que se nos define como un círculo negativo de cosas, emociones, limitaciones, en cuyo centro, en el corazón, advertimos el miedo, como negación suprema de la muerte. Acaso el arte encuentra en los sentimientos de inseguridad y temor sus raíces más genuinas…

Arantza Ametzaga


 

Mañeru y el escorpión

Jose Mari Esparza Zabalegi
Vecinos de Mañeru reclaman poder estudiar en euskera.

Suele decirse que la identidad de un pueblo se define por tres aspectos: lo que de él han dicho los antropólogos y lingüistas; lo que han escrito los viajeros y literatos que lo han observado, y lo que ese pueblo ha expresado sobre sí mismo. Entonces, ¿alguien puede dudar de la identidad presente y pretérita del valle de Mañeru?

Mañeru es otro hito del genocidio cultural que durante siglos sufre Navarra. Lo rodean pueblos (Argiñaritz, Artatzu, Zirauki, Etxarren, Gorritza, Orendain, Sorakoitz…) con el euskera en la epidermis. Toda la Edad Moderna fue considerado bascongado. En sus actas rebosan antropónimos como Pedroko Laborari, María Motz, Juan alias Beltza, Juanes alias Eskutari… Cuando en 1645 el Conde de Lerín envió a Mañeru comisarios que solo sabían romance, los largaron porque “habiendo unas 150 familias, todas comúnmente hablan la lengua bascongada y de las tres partes, las dos y más no entienden ni hablan la lengua castellana”. Abundan las demandas del valle rechazando a cualquier “comisario que no fuere bascongado y no entienda bien la dicha lengua”. Llegado el siglo XIX, todos los pueblos seguían siendo euskaldunes.

En 1857, el Gobierno español impuso la Ley Moyano en las cuatro provincias, con la que uniformizaba la enseñanza, imponía el castellano como única lengua y convertía a los maestros en funcionarios del Estado. Fue la puntilla para el euskera en muchos pueblos navarros que, como Mañeru, se hallaban en la muga lingüística.

La lucha por los derechos forales, el control de la educación entre ellos, fue constante durante toda la Restauración. En la Gamazada, de la que este año se cumple el 130 aniversario, fue una de las demandas y así se reflejó hasta en los paloteados de la Ribera:

Antes en nuestra provincia
se nombraban los maestros
ahora se hace en Zaragoza
¡mirad si adquieren derechos!

Aquella ola reivindicativa llegó hasta la República. El 13 de mayo de 1931, nada más ser elegida la nueva Diputación, el tafallés David Jaime propuso dar los pasos necesarios para la oficialidad del vascuence y la implantación de bilingüismo en todo Navarra, “por ser una reivindicación del pueblo humilde, ya que las lenguas vernáculas fueron relegándose al olvido precisamente por las clases privilegiadas”. La moción fue aprobada por unanimidad, desde el carlista Amadeo Marco al dirigente del PSOE Constantino Salinas, que jamás fue un escorpión.

Mañeru estaba entre aquellas mayorías de ayuntamientos que pidieron, hasta tres veces, “la unión en el mismo Estado Federal, de las cuatro regiones de Vizcaya, Álava, Guipúzcoa y Navarra en un solo Estatuto”. Estatuto que proclamaba que “el idioma originario de los vasco-navarros es el euskera, que tendrá, como el castellano, carácter de lengua oficial”.

Nadie puede negar la identidad histórica del valle de Mañeru y su firme voluntad de recuperar su pasado euskaldun, saltando por encima de la Ley Moyano ayer, y de la Ley del Vascuence hoy, redactadas ambas con la misma protervia españolista. En 2009, el Departamento de Educación del Gobierno de Navarra decidió clausurar la escuela de Zirauki por falta de niños y niñas. No es que no los hubiera, sino que la mayoría acudía a matricularse a la vecina Gares, donde podían estudiar en euskara. Mañeru ha hecho una demanda similar, con unanimidad de su Ayuntamiento, para que sus 42 menores que diariamente acuden a Gares a los modelos de euskera, puedan estudiar en su propio pueblo y no les ocurra como a Adrián Marturet Asiain, el chaval de 6 años muerto en accidente de tráfico cuando iba de Oteiza a Lizarra para poder estudiar en euskera. ¡Felones!

Las razones que da UPN para justificar este apartheid son comprensibles, aunque su portavoz Iñaki Iriarte, pongo la mano en el fuego, no se crea lo que dice. Es ese odio visceral del PSN lo que todavía me sorprende, tonto de mí, en un momento en que gracias a los votos abertzales mantiene los gobiernos de Iruñea y de Madrid.

Esto nos trae a las mientes la fábula de la rana y el escorpión atribuida a Esopo. El escorpión del PSN le pide a la rana abertzale “ayúdame a pasar el río de esta legislatura”. “¿Y cómo sé que no me picarás?” le dice la rana, sabedora de todas las traiciones, crímenes, robos y mentiras del PSN desde 1981, bien demostradas en el reciente libro de Mikel Bueno Urrizelki. “No te puedo picar –le dice el escorpión– porque entonces nos ahogaríamos los dos”. Así que la rana aceptó y juntos han ido cruzando la legislatura hasta que, cerca de la orilla, el escorpión le pega a la rana el aguijonazo de Mañeru. “¿Cómo puedes hacer esto? ¡Nos ahogaremos los dos!” dice la rana. “Es que… es mi naturaleza”, respondió el escorpión.

No hay otra explicación. Aquel socialismo navarro, vasquista y obrero, el de Constantino Salinas y Julia Álvarez, que resistió la guerra y el exilio, fue sustituido a partir de 1981 por unos delincuentes sin alma, que odian sobre todo aquello que les recuerde sus traiciones. Solo desde esa inquina a lo vasco se comprende que impongan en todo Navarra un modelo en inglés que nadie había pedido e impidan a 42 chavales de Mañeru a estudiar en su propio pueblo, en su antigua lengua. Es su naturaleza. Escorpiones. Arrabioak.

José Mari Esparza