Opinión / Iritzia

Sobre el Estatuto de Estella-Lizarra y Fortunato Aguirre

Este sábado 1 de junio se dio el XIII Premio Manuel Irujo Sarria en Estella- Lizarra a la figura y familia de Fortunato Aguirre, el alcalde de Estella fusilado el 29 de septiembre de 1936, a los dos meses y unos días del alzamiento militar protagonizado por Franco, Mola y Sanjurjo contra la 2ª República española, orden institucional nacido de las urnas. El premio se otorgó con la intención de agradecer las iniciativas de Aguirre por impulsar el crecimiento de la ciudad del Ega y su compromiso por defender la democracia. El acto de entrega tuvo ribetes de profunda emoción, protagonizados por la familia de Aguirre, especialmente sus hijas póstumas, Miren y Mikele, contó con la introducción razonada de Koldo Viñuales, presidente de Irujo Etxea Elkartea, fue amenizado por la coral Ereintza e ilustrado, en su contexto histórico, por el historiador Josu Txueka, quien logró equilibrio entre el razonamiento histórico objetivo y el discurrir emotivo que la biografía de Fortunato Aguirre depara por sí misma.

Evocó Txueka los años febriles del advenimiento de la república que prometía libertad y revisión de los derechos políticos y sociales, a más de reparación histórica, a los castigados pueblos del Estado. Si Catalunya consiguió su Estatut de Autonomía gracias al Pacto de San Sebastián, en Euskadi las cosas habrían de ir dificultosamente lentas hasta que, en 1936, con la guerra asolando el norte, por vía de urgencia, se nos confiere el Estatuto de Autonomía, desgarrada Nabarra del planteamiento inicial, a cambio de dos condiciones explicitas y en las que estaba presente Nabarra: una, la defensa del norte, cosa que se cumplió pese a estar en manos de los rebeldes Araba, Gipuzkoa y Nabarra, y la otra que Manuel Irujo, hombre de bien y con postulados honorables, ocupara la cartera de ministro, en principio si cartera, de la República que quería lavarse la cara roja frente a Europa. Muchas veces escuché a Irujo lamentar aquel suceso que sufrió como una inmolación: «Yo fui el precio del Estatuto» iba diciendo el nabarro que, por serlo, se sentía vasco.

La reunión de los alcaldes de los municipios vascos en Lizarra, el 15 de junio de 1931, tuvo un efecto urgente en el país, provocando una movilización importante de la población que renegaba de las pérdidas de sus libertades por la razón militar de las dos guerras carlistas o forales perdidas en el S. XIX y sus leyes abolitorias de 1839, 1841 y 1876. Importante fue la actuación en aquella magna reunión de José Antonio de Agirre, alcalde de Getxo, hombre carismático que habría de ser el primer lehendakari vasco tras su juramento en Gernika el 7 de octubre de 1936, y Fortunato Aguirre, hombre de Arellano, nacionalista de convicción, concejal y más tarde alcalde de probada honestidad y eficiencia en su cargo público, cosa que, según vamos viendo en nuestro tiempo, no resulta empresa fácil de llevar a cabo.

– El premio se otorgó para agradecer las iniciativas de Aguirre por impulsar el crecimiento de la ciudad del Ega

Reviso, en gesto magnético, las hojas amarillentas del folleto en edición príncipe que corona mi biblioteca, pues recoge el Estatuto que aquella humanidad vasca de 1931 aceptó como suyo, en un gesto unitario de identidad vasca, de reclamación de los derechos de libertad y de su decidida manifestación por recobrar la flexibilidad democrática de su sistema foral frente al opaco y foráneo centralismo de Madrid.

Irujo recordaba vívidamente el día del Estatuto. El potente campaneo de las viejas iglesias de Lizarra, imponentes como fortalezas, San Juan, San Miguel y San Pedro. Las bandas de txistularis que amenizaron el momento preclaro y que, quizá por eso, provocaron que uno de los primeros decretos militares de 1936 fuera la prohibición de tocar el txistu: les sonaba a libertad.

La multitud recorrió las calles de una de las ciudades comerciales más potentes de nuestro Medievo, con su fuero de impecable corrección democrática que incluso, en aquella época oscura, dictaminó igualdad para las mujeres, cuidado para los niños, amparo para su expansiva judería y posibilidad de comercio libre hasta Brujas y Amberes. El día memorable del 15 de junio fue presidido por la ikurriña, la bandera derivada de la diseñada por Sabino Arana para los actos de Castejón en razón de la reivindicación de la Gamazada y que bordó Juana Irujo, tía de Manuel Irujo, esposa del euskalerriako Estanislao Aranzadi.

Estella, la ciudad refundada sobre el viejo burgo vascónico de Lizarra mil años atrás por el rey de Nabarra y de los territorios vascos, Sancho Ramírez, fue en aquel junio de 1931 la capital del anhelado Estado vasco, presidida como alcalde receptor por un hombre de bien como era Fortunato Aguirre y que, por ello, fue fusilado en represalia, años después, pero cuya memoria no pudo ser abatida como lo fue su cuerpo por las balas asesinas de Tajonar. Como se repitió en el acto: los muertos tenían vivos y los vivos, memoria. Pero quizá lo mejor sea que la memoria de los vivos sobre sus muertos está llena de verdad y honorabilidad, y que su trasmisión honra a quienes la reciben en herencia.

Arantzazu amezaga iribarren, Bibliotecaria y escritora

Gamazada, ejemplo de movilización social y popular

En mayo de este año se cumplen 120 años de la enorme movilización popular de la ciudadanía de Navarra conocida como Gamazada. Cuando el Gobierno de Madrid pretendió suprimir el régimen fiscal de Navarra, la sociedad navarra reaccionó con una iniciativa amplia y profunda en defensa de su identidad, derechos y fueros: respondió como pueblo ante la corrupción y la imposición del Gobierno de Madrid.

La Gamazada, sin embargo, no es un acontecimiento que haya quedado en el olvido de la historia. La Gamazada fue la respuesta al intento de imposición del Gobierno de Madrid por encima de los deseos de este pueblo y, 120 años después, el principal exponente de la situación que vivimos es la negación y la vulneración de los derechos fundamentales. El máximo ejemplo de la imposición que sufrimos los ciudadanos y ciudadanas navarras del siglo XXI lo encontramos en el Amejoramiento del Fuero, que nunca ha sido aprobado por la sociedad navarra y en el régimen construido a su amparo. Desgraciadamente, los responsables que han impuesto este régimen no son únicamente los que han gobernado en Madrid, ya que en Navarra nos encontramos con una clase política dominante y con poderosas élites que han adquirido inmensos privilegios. Los colaboradores y vasallos que Germán Gamazo no encontró en los representantes de la Diputación de Navarra de la época, los actuales dirigentes estatales del PP y PSOE sí los han encontrado a la hora de aplicar estas leyes antidemocráticas.

El Estado se encuentra en una profunda crisis económica, social, política, institucional… y esto, sin ninguna duda, ha hecho tambalear al régimen de Navarra cuya categoría de razón de estado siempre está presente en la vertebración institucional de España. La corrupción estructural es el indicador más claro que da la medida de la crisis que vive el régimen. De hecho, la sombra de la corrupción siempre ha sido su acompañante desde que se creó: Can, sobresueldos escandalosos, megaproyectos injustificados… Asimismo, mientras unos pocos se enriquecen con el dinero de los contribuyentes, imponen recortes bestiales en derechos sociales, laborales, etcétera, al resto de los ciudadanos y ciudadanas.

Seamos claros, la corrupción y la dependencia de Madrid son las dos caras de una misma moneda. Madrid necesita de una clase política que se someta a sus órdenes para poder negar la soberanía de Navarra. Madrid ha comprado la lealtad de los dirigentes de UPN y PSN. A cambio de aceptar el marco que niega la soberanía de Navarra, Madrid ha otorgado a los españolistas navarros y navarras la capacidad de gestionar el poder autonómico a su antojo. Así, cumplen a pies juntillas su función servil, desarrollando políticas socio económicas dirigidas a generar perjuicio a la ciudadanía navarra.

En nuestra opinión, el problema más importante que vive Navarra viene de la negación de su soberanía. Sin soberanía, no tenemos capacidad para decidir las políticas sociales y económicas que den satisfacción a las necesidades y peticiones de la ciudadanía. Las principales medidas en relación a nuestra economía se deciden en Madrid (Ley de Estabilidad, las principales leyes que regulan el sistema financiero, leyes de relaciones laborales y Seguridad Social…). El mismo Convenio Económico ha sido utilizado por unos y por otros como herramienta para tejemanejes ocultos entre las élites políticas. Para construir un nuevo modelo social y económico, Navarra necesita dotarse de instrumentos para realizar una política económica cuyo objetivo será el reparto justo y equitativo del trabajo y de la riqueza. Y la soberanía no nos caerá del cielo, lo obtendremos y conseguiremos trabajando y luchando. Como la reacción de la ciudadanía de Euskal Herria en 1893, la situación actual también exige una reacción y activación mediante la movilización de todos los sectores de la sociedad navarra.

Frente a estas imposiciones, es hora de tomar el testigo de nuestros antepasados y articular un movimiento popular fuerte y profundo con el fin de alimentar las bases del cambio político y social tan necesario y demandado por la sociedad navarra. En Navarra es necesario un nuevo estatus político que deje de lado este régimen corrupto y posibilitar que nuestro pueblo tenga capacidad para decidir su futuro y de cómo se quiere estructurar y organizar y garantizar los derechos básicos y fundamentales de la ciudadanía.

Para rendir homenaje a los navarros y navarras que hace 120 años lucharon por nuestra nuestros derechos, EH Bildu ha organizado 5 actos en las cabeceras de las 5 merindades de Nafarroa Garaia mañana martes, 28 de mayo. En el camino del cambio político y social, el 30 de mayo tenemos una oportunidad ineludible para empujar en esa dirección con la huelga general convocada por diversos agentes. Por lo tanto, el 28 y 30 de mayo en Navarra tenemos una cita con la huelga general y la movilización.

Merindad de Estella (Koldo Leoz, concejal de Lizarra), Merindad de Olite (Arturo Goldarazena, concejal de Tafalla), Merindad de Pamplona (Garazi Urrestarazu, alcaldesa de Altsasu), Merindad de Sangüesa (Rafa Bargues, concejal de Zangotza), y Merindad de Tutera (César Alba, concejal de Cortes)