Opinión / Iritzia

17 de abril. Aberri Eguna 2022. Cita en la capital: Iruñea

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Después de dos años sin posibilidad de reunirnos con las mínimas garantías debido a la covid, este año volveremos a celebrar el Aberri Eguna en Iruñea. Sí, en Iruñea. A estas alturas de la historia, ¿puede haber quien dude de que la capital de Euskal Herria es Iruñea? ¿Puede haber quien cuestione que para EH Bildu la capitalidad nacional histórica de Euskal Herria pertenece a nuestra antigua Pompaelo?

Pues parece que sí. El tripartito de derechas denominado Navarra Suma (que a estas alturas de la película ya es evidente que más que sumar lo que hace es restar) se está empeñando en intentar lanzar a la opinión pública un mensaje y un debate tan interesado como falso. Pretender hacer creer a la ciudadanía que la nueva ley de financiación local aprobada en el Parlamento de Navarra supone «ceder a los intereses políticos de EH Bildu, que busca debilitar a la capital navarra para diluirla ante Bilbao, San Sebastián o Vitoria», es tan delirante que no merece la pena ni siquiera una respuesta pública por nuestra parte. Que repasen nuestro discurso, que recuerden nuestras reivindicaciones y quizá dejen entonces de manipular la realidad, aunque su intencionalidad es otra: tratar de esconder la evidencia de que ésta, la segunda legislatura de Maya al frente de la capital de Nafarroa y de Euskal Herria, es un tiempo para olvidar.

Lo dejaremos ahí y les dejaremos con sus dislates, carne de redacción de prensa afín, y seguiremos a lo nuestro. Y lo nuestro no es otra cosa que continuar construyendo ciudad desde los barrios y sus gentes, y construyendo país desde la suma de los barrios y de los pueblos.

En ese sentido, la celebración del Aberri Eguna el 17 de abril cobra una importancia y un significado especiales. Por un lado, por esa necesidad de volver a reencontrarnos en una jornada especial abertzales, euskaltzales, soberanistas y quienes creemos que vivir un futuro más libre, igualitario y solidario en nuestra propia tierra es posible. Y allí nos encontraremos, seguro, con gentes de otros pueblos y otros lares, de otras ideologías y lenguas, pero todos y todas respetuosos, como nosotros y nosotras, con el derecho a decidir. Porque ese es precisamente el lema central que nos agrupará: «Por la soberanía de Euskal Herria».

Por otro lado, será también una fecha especial porque recordaremos la efeméride de la conquista del castillo de Amaiur, en 1522, que precisamente supuso un ejemplo evidente de la lucha de este pueblo por su soberanía, por su supervivencia. 500 años después, a pesar del sinfín de estrategias utilizadas por los estados español y francés para intentar hacer desaparecer el país, aquí esta Euskal Herria que vuelve a reunirse en su capital, Iruñea.

No solamente no nos hemos extinguido como pueblo, sino que estamos en disposición de poder afirmar, 5 siglos después de aquella heróica defensa, que no existe más camino que el derecho de autodeterminación de los pueblos. Y así nos lo demuestran los hechos y la realidad en Nafarroa y en Euskal Herria. ¿Cuántas leyes aprobadas en Nafarroa se han visto cercenadas o eliminadas en Madrid? ¿Quién ha dictado y ordenado nuestra situación y las leyes que han regido durante la pandemia, sino Madrid? ¿Quién ha tomado las decisiones que nos han llevado a esta situación de crisis, económica, energética y guerras?

Pero esa misma reflexión que invocamos para nosotras y nosotros, la podríamos hacer extensiva a todos los pueblos sin estado que reclaman poder participar en la definición de su propio sitio en el mundo. Creemos y queremos que sean los pueblos quienes decidan su futuro y, evidentemente, es lo que reclamamos para el nuestro, ahora y durante los últimos 500 años. Y entendemos que esa reclamación ha de hacerse pacífica y democráticamente. No existe otra vía.

Acabamos como empezamos. Ante quienes intentan vender películas de malos actores y peores guiones, para EH Bildu, celebrar el Aberri Eguna en Iruñea es algo completamente natural. De hecho, siempre ha sido la primera opción a lo largo de las décadas, excepciones coyunturales aparte. Desde nuestra formación no sólo reconocemos la capitalidad de la vieja Pompaelo respecto al resto de Nafarroa, es que la reivindicamos para el conjunto del país. Desde Iruñea es desde donde con más fuerza los y las abertzales hemos reclamado, y seguiremos exigiendo, un proyecto nacional para el conjunto de Euskal Herria, y que éste sea el estado moderno que recoja e integre el pasado, presente y futuro de Navarra.

Y unos últimos apuntes para ellos y ellas, nos referimos a quienes esconden sus vergüenzas en falsas polémicas. Dejen ya el manido «que vienen los vascos», que seguramente intentarán reflotar con motivo de la celebración del Aberri Eguna. Los vascos y las vascas no vienen de ningún sitio, ya están aquí. Ya estamos aquí. De hecho, desde siempre. Y a algunos de esos vascos y vascas que dejaron su vida en Amaiur hace 500 años, les recordaremos especialmente, no solo ese día sino a lo largo de todo el año, y a lo largo de los años.

Como dejo escrito el geógrafo romano Estrabon (64 aC-24 dC). «Pasada la Jacetania, hacia el Norte, se encuentra la tribu de los vascones, donde hay una ciudad llamada Pompelon, que es como decir la ciudad de Pompeyo«… Y como dejó escrito Barandiaran: «izan zirelako, gara; garelako, izango dira».

Estamos orgullosas de ser vascas, de nuestra cultura, de nuestra capital, de nuestra lengua, de nuestra historia, que no son ajenas a Nafarroa, sino su cuna.

Esperamos encontrarte a ti, soberanista, euskaltzale, abertzale, y también a ti, que crees en la democracia y en el derecho a decidir de los pueblos, el día 17 en las calles de Iruñea, la capital histórica de Euskal Herria. Nos vemos allí.

Joseba Asiron, Maider Beloki, Marian Aldaia Eva Aranguren, Endika Alonso, Borja Izaguirre, Garbiñe Bueno. EH Bildu-ko Iruñeko zinegotziak / Concejales y concejalas de EH Bildu en Iruñea


Amaiur, 500 años

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El sábado 26 de marzo nos reunimos en Hernani (Biteri Kultur Etxea) para celebrar un congreso en torno al 500 aniversario de la toma de Amaiur por las tropas españolas. Organizado por Nabarralde y Hernani Errotzen, con un centenar de asistentes, las conferencias e intervenciones estuvieron a cargo de los historiadores José Luis Orella, Xabier Irujo (por vídeo, desde Reno, EE.UU.), Idoia Arrieta, Peio Monteano e Iñaki Sagredo. El dibujante Asisko Urmeneta dedicó su turno a exponer el trabajo que prepara, en cómic, sobre este episodio de nuestra historia. Al final, una mesa redonda ofreció un coloquio para reflexionar sobre el valor y el simbolismo de este referente memorial en nuestra sociedad actual.

Idoia Arrieta destacó en su intervención la importancia de entender que la lectura que se hace de la historia tiene una significación política. Nunca es inocua. Peio Monteano, en referencia a polémicas en que le han criticado, destacó que los propios documentos de la época sostienen que los atacantes de Amaiur eran españoles y que, en aquel tiempo, y las cartas y documentos que citó lo demuestran, los conquistadores ya se definían así. Iñaki Sagredo explicó el sistema defensivo de Navarra a partir del hecho de que un Estado pequeño como el nuestro no tenía ejército, y los castillos cumplían un papel estratégico en la defensa del país. De ahí el ensañamiento de los conquistadores contra estas fortalezas.

En el ámbito de la memoria, se puso de manifiesto la importancia del relato en estos debates, dato que llega hasta la actualidad. El papel del relato lo estamos viendo estos mismos días en la guerra de Ucrania; se utiliza para que el sujeto adopte, ante acontecimientos, instituciones o cualquier circunstancia social, una posición o la contraria. Te cuentan una narración de los hechos, convenientemente aderezada, y de resultas de esa narrativa el individuo se sitúa, obra, siente, se solidariza, rechaza, participa, valora en consecuencia. Nuestra sociedad lleva siglos viviendo bajo el fuego de la batalla del relato; desde las bulas de Fernando el falsario hasta la consideración de víctimas para personajes siniestros como Melitón Manzanas o Carrero Blanco.

La memoria de Amaiur es valiosa porque desmiente muchas de las falacias con que se ha construido el relato de nuestro pasado. Amaiur representa el episodio trágico de la defensa de la existencia del país, una defensa que no es retórica, ni mística, ni ideológica, sino pragmática. Hasta las últimas consecuencias. Detrás de ese hecho de armas se sitúa el compromiso de aquellos defensores con el Estado navarro, con sus gentes, con una realidad colectiva que se expresa en territorio, idioma, familias, lazos sociales, identidad, con una transcendencia política. En efecto, Navarra como Estado es el hecho central de la historia de Vasconia, en la medida en que institucionalizó nuestra colectividad y la dotó de visibilidad en el concierto de las naciones. Ser navarro era una existencia natural, como ser inglés, danés o francés, a la misma altura.

En este terreno del relato Amaiur es un episodio que revela la violencia con que se impuso la conquista, la fractura de la independencia histórica de Vasconia; y se destruyeron sus defensas, sus instituciones, sus cargos, su voluntad, sus símbolos y lugares de memoria. Los defensores de Amaiur representan la lucha desesperada por seguir siendo navarros, por ser fieles a su tradición, su cultura, a sus modos de vida, a su lengua y a su forma de ser y vivir su condición de ser humano, un deseo universal, en su versión vasca. Navarra.

Como en el Holocausto o en otras memorias de derrota, el recuerdo de Amaiur nos habla de violencia contra los pueblos, de la Humanidad sometida, vapuleada bajo el poder. Es la expresión de la voluntad de resistencia, de dignidad y defensa de la propia colectividad, frente a la prepotencia de los imperios. En Amaiur lucharon a muerte por no ser españoles. Por ser navarros. Es el dato que resume aquella historia y que nos han ocultado por lo que significa.

Anjel Rekalde