Archivo del mes: mayo 2021

Inmersión y libertades lingüísticas

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La resolución del Consejo Constitucional de la República Francesa sobre la conocida como Ley Molac ha reabierto el viejo debate sobre la inmersión lingüística. Es un debate contaminado de política y lleno de errores científicos y técnicos, en los cuales ha caído lamentable y burdamente dicha institución política.

Efectivamente, el Consejo Constitucional de la República Francesa, igual que el Tribunal Constitucional del reino de España son organismos de naturaleza esencialmente política, tanto por el nombramiento de sus miembros como por las funciones encomendadas, como por su colocación a la cabeza del poder jurisdiccional y legislativo.

En este caso concreto, de la brevísima pero progresista y brillante Ley Molac, de apenas 11 artículos ha tumbado dos, el 4 y el 9, y ha dejado vigente el único que habían recurrido un grupo de diputados del partido-conglomerado del presidente, que era el 6. El art. 4 habla –o hablaba– de la inmersión lingüística, el art. 9 lo hace del uso en actos civiles de los signos diacríticos de las lenguas regionales, lo que se ha simbolizado con la prohibición de la letra ñ en los nombres propios, mientras que el art. 6 habla de la financiación de la enseñanza en las lenguas que no son la francesa.

Lo significativo es que en el debate de la Asamblea Francesa se rompió la mayoría de Macron, aprobándose la ley por una gran mayoría de casi 250 diputados y quedando muy en minoría las posturas jacobinas o centralistas a las que se había adscrito la formación del presidente, que, dicho sea de paso, más que un partido ideológicamente cohesionado parece un conglomerado de intereses.

Lo curioso es que un número de unos 60 diputados jacobinos presentó un recurso contra el art. 6 –el de la financiación–, valiéndose, por cierto, del retraso intencionadamente efectuado por el presidente en la promulgación de la ley, pero el Consejo Constitucional, con más chulería que un torero de los de antes, no les ha hecho ningún caso en su recurso y se ha valido de él para anular otros dos artículos no recurridos.

Ha habido –y habrá– reacciones de todos los estilos; unas de gran rigor desde la respectiva perspectiva ideológica, como por ejemplo las de Etchegaray y Molac, que da nombre –o apodo– a la ley, el cual inmediatamente se manifestó en twiter propugnando una modificación del Art. 2 de la Constitución de la República. Otras reacciones han sido pusilánimes o simplemente cobardes, como la de aducir que ese pronunciamiento del Consejo Constitucional no va a enervar la adhesión a favor del euskara de sectores de la sociedad vasca, como dijo el delegado de Euskaltzaindia en Iparralde; o incurren en centralismo, ultramontano y ridículo, lo que en este caso no constituye redundancia.

No hay que olvidar que la república francesa es hija de la revolución y que en los eslóganes revolucionarios pro-igualdad –frente a racismo, machismo, imposición religiosa, etcétera– se les olvidó el invocar la igualdad lingüística. Tampoco hay que olvidar que los criollos herederos de los imperios levantados bajo el señuelo de las religiones y las lenguas (cristianismo y mahometismo, inglés, francés y español) impiden que la lengua y la religión simbolicen a la nación metropolitana. ¿En Nueva Caledonia y en Argentina, qué de la lengua y de la religión?

Pero el debate está servido y hay que abordarlo. Esquematicemos el análisis de la inmersión y los signos diacríticos frente a esa resolución jacobina. La inmersión es un método basado en análisis científicos –lingüísticos, gramaticales, psicológicos y sociales– de aprendizaje de una lengua. Se asemeja y constituye la alternativa del método gramatical. ¿Se podría declarar una gramática inconstitucional? ¿Se puede declarar inconstitucional la geometría o el álgebra? Obviamente no; pues la inmersión tampoco. En cuanto a los signos diacríticos –la ñ y tantos otros–, bastaría recordar a los miembros del Consejo Constitucional que salgan a la calle o miren a cualquier medio de comunicación moderno y verán infinidad de letras y de signos de lenguas abecedarios diferentes al francés, y que en la propia Francia hay muchos millones de personas de origen y adscripción diferentes. Su falta de realismo les lleva también en este caso al puro ridículo. ¿Cómo le van a cambiar de nombre a un argelino afincado en Francia o a un indio canadiense que venga a vivir en París?

Evidentemente, el Consejo Constitucional de Francia no solo atenta contra libertades y derechos lingüísticos, sino que ha caído en el ridículo. Tanto es así que hasta el propio presidente Macron, responsable en buena parte de este desaguisado, pero que no es tonto, salió el día 26-05-21 en los medios de comunicación alternativos templando gaitas y afirmando que «las lenguas regionales son patrimonio de la república».

Pero, claro, la mirada hacia el norte no es solo para preocuparnos de Iparralde y de la sexta merindad de Navarra, sino que también tenemos que mirarnos en nuestro propio ombligo. No hay en toda Europa una legislación más retrógrada y ridícula que la de las zonas lingüísticas de Navarra. No tiene parangón ni en ninguna otra comunidad autónoma del Estado, ni en las leyes y normas lingüísticas internacionales. El progreso en esta materia exige una rectificación, tal como lo está demostrando la sociedad navarra. Así, por ejemplo, en la producción cultural –bastará fijarse en la feria del libro de la plaza del Castillo–, el avance del euskara es sintomático.

En Navarra, durante decenios, la degradante monserga empleada por los cavernícolas era aquella de ¿pero qué quieres que el médico le cure a tu hijo o le hable en euskara? Algo así como que el enfermo no tenía por qué hablar ni comunicarse con el médico, como hacen los animales con el veterinario.

Los derechos lingüísticos están en el ámbito de los derechos humanos porque afectan a la personalidad, y, por lo tanto, a la dignidad. Y habrá que hablar de libertades y derechos y habrá que llegar al ánimo de jueces y magistrados que la discriminación objetivamente es contra los que están en peor condición. La libertad es con derechos o no es tal, los derechos tienen que ser en igualdad o no son tales… Pero, por desgracia, ya se sabe que enseñar a los ignorantes, además de una obra de misericordia, proclamada en el Sermón de la Montaña, es el quehacer más difícil si se trata de engreídos y cenutrios como son muchas veces los poderosos.

Patxi Zabaleta


La peste negra despobló unos 200 lugares en Navarra

La peste

La peste


Las pandemias han visitado a la humanidad durante toda su historia. La han diezmado, la han golpeado y en muchas formas la han transformado. Héctor García Montero, profesor de Historia e Instituciones Económicas de la UPNA, decía que lo extraño de nuestro tiempo que, al menos en Occidente, hayan pasado cien años entre pandemias, que lo usual era que todas las generaciones vivieran una, de mayor o menor intensidad.

Fue una de las ideas que surgieron hace unos días en una jornada de divulgación organizada por la Cátedra Laboral Kutxa Divulgación del Conocimiento y Cultura Científica de la UPNA que unió para hablar de pandemias a una historiadora, la catedrática Eloísa Ramírez Vaquero; un microbiólogo, el catedrático Gerardo Pisabarro de Lucas, y a un profesor de Historia e Instituciones Económicas, Héctor García. Les moderó el el director de la cátedra, Joaquín Sevilla Moróder.

Historia: las pérdidas navarras de la peste

Eloísa Ramírez Vaquero habló de mucho de lo que diferencia las pandemias de hoy con las de tiempos pretéritos. De las cifras, hoy más o menos claras, pero en la antigüedad tan difusas que obligan a hablar de horquillas de millones de muertos. “Muchas veces las fuentes que tenemos son relatos, crónicas…”. De las enfermedades, hoy diagnosticadas con exactitud, pero desconocidas en el mundo antiguo. Los historiadores deben basarse en descripciones de los síntomas, si hay suerte de que alguien lo haga.

Son épocas en las que a las enfermedades se las llamas pestes, porque existe la conciencia de que vienen por el aire. “Por eso se toman medidas como el confinamiento, el aislamiento, las mascarillas o el cordón sanitario, que se conocen al menos desde el siglo II”. Eran epidemias que, como hoy, generan miedos, que a veces derivaban en la búsqueda de culpables en “marginados , minorías religiosas, el abandono del culto a los dioses…”.

Algunas de esas pestes no lo eran pero otras sí, en especial la peste negra bubónica, que tuvo su aparición más devastadora en 1347 y en oleadas posteriores. Navarra, como buena parte de Europa fue una de sus víctimas. Ramírez Vaquero habló de una mortalidad en torno al 60% y una despoblación brutal. “Entre la mitad del siglo XIV y la mitad del siglo XV unos cien lugares se despueblan en Navarra. Pero si nos extedendmos a todo el siglo XV, con otras oleadas de la peste, podemos llegar hasta 200. Olite y Artajona, por ejemplo, jamás recuperaron las cifras de antes de la peste”.

Microbiología: las carreras de la pandemia

Gerardo Pisabarro señaó que cuando un virus nuevo ataca, se producen dos carreras: una entre el microorganismo que trata de extenderse y el sistema inmune que trata de evitarlo, y otra en el nivel más social, cuando el virus va saltando de persona en persona, una carrera en la que juegan un papel fundamental los factores que favorecen el salto o los dificultan, como el distanciamiento social, las mascarillas, el lavado de manos…

El catedrático de la UPNA, que apuntó aclaraciones de términos como el hecho de que una pandemia “no es una enfermedad más grave, sino una que se ha extendido más”, o que habló de detalles como que lo extraordinarios que son esos microorganismos capaces de vivir a 37 grados, los de nuestro cuerpo, hizo una apuesta por las vacunas. Si los microorganismos son capaces de evolucionar, también lo es nuestro sistema inmune. “A medio y largo plazo, la vacunas van a ser el sistema”, por delante de los antibióticos. “ Con la vacunación podremos hacer que la población sea tolerante y resistente a la enfermedad, de manera que cuando lleguen nuevas oleadas de la epidemia, van a ser cada vez menos fuertes y se transformarán en una enfermedad estacional”. Eso sí, apuntó al respecto de las recciones adversas que se han producido, como todos “somos diferentes, y los patógenos también lo son es imposible predcir al 100% lo que va a ocurrir”.

Pisabarro criticó que tras la epidemia de gripe A de 2009, un virus mucho menos virulento que el de ahora, “los sistemas de vigilancia epidemiolócia se relajaron. Debemos aprender que no deben bajar las defensas”. Porque habrá nuevas pandemias. Las de gripe llegan cada 20 o 30 años, con lo que podría aparecer en torno a 2030 y en 2040 podría ser el turno de un nuevo coronavirus, más o menos virulento. “Y la gripe y el coronavirus no son microoganismos que vayamos a erradicar”.

Economía: la peste retrasó las bodas

En su intevernción Héctor García Montero aclaró varias veces que las ideas de las que hablaba eran teorías, tesis o estudios no del todo seguros, pero que explicaban que una pandemia ocasionaba consecuencias a veces insospechadas en la economía y la sociedad, incluso en el mundo entero.

Las más evidentes, reconoció, son los efectos a corto plazo. Por ejemplo, la caída de la actividad económica. Menos obvio en cambio es que las enfermedades puedan reducir las desigualdades económicas, como dicen que ocurrió tras la peste negra. “Un historiador (Walter Scheidel) habla del gran nivelador. Su tesis es que la desigualdad crece hasta que llegan catástrofes, guerras, pandemias. Sin embargo, en otras ocasiones no ocurrió, las instituciones se saben adaptar”.

Las consecuencias a largo plazo de una epidemia que mata a una gran parte de la población son más difíciles de ver. Y más sorprendentes. Por ejemplo, hay quien explica en la peste la llamada gran divergencia, que Europa, paradójicamente la zona más perjudica, adelantará en riqueza y tecnología a China y Asia. La idea es que, con menos brazos para trabajar por la brutal mortalidad de la peste, estos se hacen más preciados y sus salarios suben de manera permanente. “Ese incremento condiciona la socieda, las instituciones, todo”. Una lógica parecida explica la llamada pequeña divergencia, el hecho de que Europa occidental se desarrollará más que la oriental. “Hubo muchos nobles que no querían pagar salarios más altos, y por eso surgen revueltas. Pero en Europa occidental, según esta teoría, se imponen las fuerzas del mercado y eso contribuye a que el sistema feudal desaparezca. En la Europa oriental, ocurre lo contrario hasta el siglo XIX y podría ser la causa de su pobreza”.

A largo plazo, las pandemias pueden infiltrase en las costumbres y en las vidas privadas. García Montero señalo que hasta hace unas décadas Europa, sobre todo la occidental, era una excepción en el modelo matrimonial: las mujeres se casaban más tarde que en otras zonas, la diferencia de edad entre los novios era menor y también eran más las que no se casaban. Y esos fenómenos hay quien los explica por la peste. La mortalidad significó que la mujer tuvo que incorporarse al “mundo económico, tuvo oportunidades de empleo, y eso le dio más autonomía económico, además de que se inviertera más en formación o hubiera cambios en leyes, modelos de herencia y propiedad…”.

A los virus mutados no les cambia la nariz

Tras la charla, Pisabarro recibió casi todas la preguntas. Una: ¿Puede mutar el coronavirus hasta comprometer a las vacunas? El catedrático cree que no. “El sistema inmune aprende de forma análoga a como reconocemos las caras, fijándonos en nariz, ojos, orejas… Con las vacunas les damos la nariz por ejemplo. Siempre que el virus mantenga la nariz, les identifica”. Ya sin metáforas, recordó que las vacunas actuales van contra la herramienta de la que se sirve el virus para entrar en la célula. “Si cambiara tanto como para no ser reconocible, sería otro virus”. Pregunta 2: ¿La resistencia a los antibióticos facilitará más pandemias? “Es un problema real, sobre todo afecta a enfermedades difíciles de tratar y a operaciones quirúrgicas, en las que necesitas antibióticos para controlar infecciones”. Eso sí, la resistencia a los antibióticos “es inexorable”, y se debe “evitar que avance a gran velocidad”.

Jesús Rubio en Diario de Naarra. 26/05/2021