Entrevistas / Elkarrizketak

Jose Mari Esparza: «El discurso oficial sobre las guerras carlistas es una patraña patética»

J.M. Esparza -Zumalacarregui

El escritor defiende en su nuevo libro que Zumalacárregui proclamó la independencia del reino de Navarra y las tres provincias vascongadas en la primavera de 1834

Jose Mari Esparza Zabalegi, en el local de la editorial Txalaparta en la calle Mayor de Pamplona.

Jose Mari Esparza Zabalegi, en el local de la editorial Txalaparta en la calle Mayor de Pamplona

No fuimos. No somos. No seremos. Así, silenciando episodios históricos claves en el devenir de un pueblo es como los vencedores imponen su memoria y borran la de sus oponentes. Es la batalla por el relato, como se dice ahora. “Nosotros hemos sido un país conquistado desde el siglo XVI” y, como acostumbran a hacer, “los conquistadores han ocultado acontecimientos” para sofocar reivindicaciones futuras. Así lo afirma el escritor tafallés Jose Mari Esparza Zabalegi, que en Zumalacárregui y la República de los Pirineos (Txalaparta) defiende uno de esos “hechos” escondidos en aquella época, pero también en esta por una “casta de catedráticos que nos engañan” y difunden «patrañas patéticas». Y es que, en la primavera de 1834, Tomás de Zumalacárregui proclamó en Estella una república federal independiente con las cuatro provincias de Euskal Herria de este lado de la cordillera. Apenas duró tres meses, pero existió, según Esparza, que se ha apoyado en documentación histórica y en artículos de prensa de numerosos medios europeos que dieron cuenta, entonces, de lo que sucedía aquí durante la primera guerra carlista.

En este nuevo libro, el ensayista recoge numerosos testimonios de viajeros, escritores, periodistas, historiadores y militares que “desde diferentes países e ideologías hablaron y escribieron sobre estos sucesos» y afirmaron que fueron la defensa de los fueros y el afán de independencia “el motivo principal de las sublevaciones”, señala Ane Eslava Serrano, editora de Txalaparta. “11 historiadores reconocidos han introducido correcciones y aportaciones en este libro”, añade, y apunta que Xavier Irujo, director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada, es el responsable del epílogo de un volumen que incluye ilustraciones y algunos documentos inéditos.

Uno de los mapas que Esparza incluye en el libro editado por Txalaparta.

Uno de los mapas que Esparza incluye en el libro editado por Txalaparta.

También es memoria histórica

Bregado en las investigaciones sobre el pueblo vasco, después de décadas de trabajo, dos de ellas dedicadas al siglo XIX, “te das cuenta de que cuando hablamos de memoria histórica no hay que circunscribirse al 36, ya que la lucha por la memoria se da en todas las guerras”. Es más, defiende que lo sucedido en esta zona durante la guerra civil española –ajusticiamientos– está directamente conectado con lo que pasó en la primera guerra carlista. En aquellos años, “todo el pueblo estaba en contra de lo que traía el liberalismo, que consistía en quitar los fueros, establecer fronteras, estancar el tabaco, los sellos y la sal y subir las contribuciones”. También “imponer el servicio militar” y, a partir de 1855, “con las leyes desamortizadoras, pusieron en venta los comunales”. “Los ayuntamientos estaban arruinados por las guerras y porque, para evitar que los mozos fueran a las quintas –que podían ser de ocho años en Puerto Rico o Filipinas–, compraban sustitutos; incluso se dice que la diputación llegó a pagar por una quinta entera”. Esto les arruinó y tuvieron que vender las tierras, lo que generó revueltas y problemas que se saldaron, un siglo después, en “las masacres del 36”.

Monos, simios, salvajes

Sin embargo, “frente a ese pueblo unánime vasconavarro que se alza, tenemos a señores historiadores diciendo que el ejército liberal representaba la revolución y el librepensamiento; claro, es que fue el que al final se impuso”. En cambio, los habitantes de estas tierras eran descritos poco menos que como “monos antropoides, simios que no tenían ningún sentido de la nacionalidad moderna y que demostraban esa condición salvaje tomando las armas en defensa del absolutismo y la teocracia y en contra de la razón”. Es decir, según sostienen esos historiadores y denuncia Esparza, “no había ímpetu independentista, solo ignorancia y animalidad”. “Eso es mentira, una patraña patética más” del discurso oficial en torno a las guerras carlistas.

Frente a estos descalificativos y “mentiras”, ha recogido en su libro pruebas como el acta en la que “concedieron a Zumalacarregui el mando supremo del ejército de Navarra para que defendiera los derechos de Carlos VIII de Navarra y V de Castilla, fuera fiel a los fueros y a las libertades de este reino”. Un mandato que “ocultan porque desmontaría sus tesis posteriores”. También aporta la carta de Zurbano, “el hombre de negocios de la Diputación Liberal de Navarra en Madrid” a Miguel Basset, secretario de la institución en ese momento, en la que le comunica que a Madrid “ya ha llegado la proclama de Zumalacárregui en la que señala que, en atención a la inactitud y abandono con el que mira la defensa de su causa don Carlos, se declara el reino de Navarra y las provincias vascongadas república federal”. Esta misiva que «cambia la historia» fue hallada por Mikel Sorauren en el Archivo General de Navarra y, como otros documentos, libros y artículos “está al alcance de quien quiera”. Otro material que refleja Esparza es el escrito que el general Arizpe de Baigorri remite al gobierno francés comunicándole la noticia de la independencia y “añadiendo algo muy curioso” de su puño y letra, y es que “no se puede negar que la separación fuera algo muy fácil e incluso popular en estas provincias porque están unidas a España tan solo con unos vínculos muy débiles”.

De este modo, el general carlista fue “un revolucionario”, ya que hasta 30 años más tarde no se habló de república. Aquella independencia solo duró tres meses, desde que Carlos huyó a Inglaterra hasta que decidió volver. “Vio que se iba a establecer la independencia y, a su regreso, se conformaron con que respetara los fueros”, termina Esparza.

Diario de Noticias de Navarra


“Es el momento de replantear el engaño de la Lorafna, y de desenmascarar la Paccionada y el Amejoramiento”

tomás urzainki

Frontalmente en contra de la Lorafna y de su posible reforma, cree en cambio que en el Estado asoma un cambio confederalizante enl que se tiene que situar Navarra

Tomás Urzainqui, en un momento de la entrevista.

Tomás Urzainqui, en un momento de la entrevista.Javier Bergasa

El pasado jueves Tomás Urzainqui (Iruña, 1949) dio una charla en Plazara organizada por el Foro Elkartu, un espacio “plural de encuentro y debate en torno a la soberanía política de Navarra”. La conferencia llevó por título ‘La Constitución navarra frente a la Lorafna”. Este abogado jubilado, que reivindica que el Parlamento foral pase a llamarse Cortes de Navarra, sigue escribiendo e investigando sobre derecho e historia, así como de cuestiones relacionadas con el Valle de Roncal. En esta entrevista, previa a la charla, se muestra convencido de la apertura de un proceso federalizante en el Estado. Una “oportunidad” con vectores ya presentes en la I República española y en la complicidad entre Pi i Margall y Serafín Olave. Aunque Urzainqui entiende que la Lorafna no “no es renovable”, defiende que Navarra debe ser parte activa de una hipotética reforma confederal estatal.

Ahora que está en juego una posible reforma de la Lorafna, usted hace una enmienda a la totalidad.

No ha habido muchas oportunidades desde que se impuso la llamada Paccionada en 1841 o desde el fraude de la Lorafna de 1982. Es el momento para que se replantee ese engaño, y se descubra y se desenmascare la jugada política que suponen la Paccionada y el llamado eufemísticamente Amejoramiento, cuando es lo contrario. La sociedad navarra se halla totalmente sometida desde 1841, cuando no se le dejó aplicar su Constitución política, que son los fueros. Desde 1770 hasta 1835 nuestras instituciones se referían a la Constitución de Navarra, sin más calificativos. Esa denominación la utilizaron nuestras Cortes para hablar de la estructura jurídico política propia, con sus poderes legislativo, ejecutivo y judicial. El principio más importante es que la ley foral, la del Monumento a los Fueros que sostiene la matrona que simboliza al pueblo navarro, es en realidad nuestra Constitución, en la que la ley está por encima del poder. Los poderes tienen que estar sometidos a la ley, garantía de todos los derechos.

“Desde 1770 hasta 1835 nuestras instituciones ser referían a la Constitución de Navarra. Esa denominación la utilizaron nuestras Cortes”

El poder estatal esgrime su propio aparato legislativo.

Porque han ido penetrando. Navarra era un Estado hasta 1841, con su Constitución. Ángel Sagaseta de Ilurdoz, último asesor de las Cortes de entonces, sostenía que Navarra tenía la misma relación con Castilla que Suecia con Noruega, con el mismo rey, pero con sus propias cortes, legislaciones, tribunales diferenciados, ejecutivos y hasta fuerzas armadas. El problema de Navarra sobre la memoria histórica llega a todo el ámbito jurídico político. No solo es la represión del 36 o el monumento a los Caídos. Hay muchísimo más.

Con Catalunya vimos en la UE un club de Estados. ¿Fuera del Estado español qué importa Navarra?

El protagonismo que han tenido Escocia y Catalunya últimamente es el que tuvo Navarra hasta hace poco más de cien años en Europa, muy importante, que no se dice. La historiografía navarra actual no lo reconoce, faltando a la verdad, porque Navarra estaba en el mundo, cosa que hoy no, y su nombre era algo, y hoy se ha difuminado. Sagaseta Ilurdoz, que redactó una Constitución en diciembre de 1839 para evitar la Paccionada, advertía de que podíamos perder toda nuestra estructura jurídica, personalidad y soberanía como pueblo diferente al de Castilla y ser totalmente ninguneados, y es lo que ha ocurrido. Tuvimos las calamidades de guerras civiles en el transcurso de cien años, desde 1833 hasta 1939, y desde entonces continuamos muy condicionados. La Lorafna huele a eso. Toda la exposición de motivos es un montaje franquista.

¿Tiene esperanza en una reforma?

Sí, yo creo que hay probabilidades. En el Estado o le regalan el poder al conjunto de la extrema derecha y derecha extrema, o se monta la alternativa democrática que pasa por la confederación, no hay otra. Si Navarra quiere ponerse las pilas lo tiene que hacer con su cultura jurídico política, los fueros, la Constitución navarra. Esa es la única posibilidad de ser algo, porque en la cultura jurídica, la determinante, se basan las libertades, que para el pueblo navarro son los fueros, su Constitución.

“La memoria histórica llega a todo el ámbito jurídico político. No solo a la represión del 36 o al monumento a los Caídos. Hay muchísimo más”

Usted tuvo una experiencia política en Libertad navarra-Libertate nafarra. ¿Frustró la falta de apoyo?

En absoluto, porque nunca pensamos sacar votos, sino decir que el sujeto político es Navarra.

Geroa Bai ya lo dice, por ejemplo.

Después y mal. El sujeto politico es muy serio. Es la Constitución navarra, la asunción de todo ese sistema jurídico que Geroa Bai no asume. Ya me gustaría que lo hiciera.

¿Tener unas ideas políticas y no esperar votos no es frustrante?

Lo que no salió bien fue la publicidad. No nos daba cancha nadie.

¿Ve a la sociedad navarra y a su clase política preparada para subirse a un tren confederalizante?

Lo tenemos al toque de la mano. La baza es utilizar su corpus jurídico político. Disponemos de la legislación que se fue promulgando en el Reino de Navarra, decenas de miles de sentencias de los tribunales propios. Aquí hay un problema en el nacionalismo vasco. Los napartarras tenían una visión nacional para todos los vascos pero desde Navarra. Y había un sector muy importante también en Bizkaia que consideraba que la nación vasca se fundamentaba sobre todo políticamente en Navarra. Eso se perdió. Gipuzkoa, Bizkaia y Álava nunca llegaron al nivel del Estado navarro, ni de lejos, porque eran unos fueros provincianos, de andar por casa, más bien internos. Sin embargo, los de Navarra también eran externos, de relaciones y tratados internacionales con las potencias europeas, con la Santa Sede, cosa que Gipuzkoa, Bizkaia y Álava de eso nada. Que Castilla conquistase esa parte de Navarra, ha tenido unas consecuencias, una dominación castellana durante varios siglos antes de que se conquistase la Alta Navarra.

Tomás Urzainqui Mina Especialista en Derecho y Soberanía Foral