Aquellas actas de la CAN

El antivasquismo en Navarra es fobia nueva, de genética franquista, ceguera por la que se cometen gruesos disparates. La CAN, buque insignia de nuestra economía, la han hundido los navarreros, piratas que desviaron primero su ruta originaria y luego la estrellaron, saqueada, contra los arrecifes.  Gracias a mi amigo Ramón Doria he tenido acceso a las actas del Consejo de Administración de la CAN, desde su fundación hasta el año 1950, exactamente los años en que su abuelo, Ramón Bajo Ullibarri, dirigió la institución. Vale la pena conocerlas.

La idea de la creación de la CAN surgió en el II Congreso de Estudios Vascos celebrado en Iruña en 1920. Ironías de la Historia, lo que se creó con el ideal de la unión vasca, se destruyó con el ideal de la separación navarrera. La iniciativa tenía sus precedentes: en 1867 la Diputación de Navarra ya había propuesto a sus hermanas “constituir un Banco Agrícola Vasco-navarro, bajo la tutela de las cuatro Diputaciones forales”, idea que no cuajó, tiene gracia, por la falta de interés de los vascongados.
 En 1921 la Diputación de Navarra acordó su fundación bajo su patrocinio. El nombramiento de su primer director también tuvo su miga: sólo se admitieron candidatos de las cuatro provincias vascas, siendo elegido el alavés Bajo Ullibarri. Durante las primeras tres décadas fue el alma de la institución; puso todos sus esfuerzos en preservar la autonomía foral y comenzó con un sueldo anual de 8.000 pesetas, muy lejos, al cambio actual, del de los sacamantecas actuales.

De inmediato, la CAN se puso al lado del resto de Cajas vascas para llevar una política conjunta ante Madrid, siempre de acuerdo con las Diputaciones. Así, en 1921 exigieron ante el Instituto Nacional de Previsión  “la más amplia autonomía en la administración; recaudación total de la primas; se reconozca el régimen autonómico de las provincias vascongadas y que las Diputaciones puedan bonificar en cantidad no menor que el Estado las libretas de capitalización”. Además “a fin de hacer presión de cara a la negociación”, acordaron no entregar al INP cantidad alguna. Resistencia civil.
         Desde el primer momento, hubo alarma en la Banca por el bajo tipo de interés que daba la Caja, pero esta se mantuvo en sus trece. A partir de noviembre de 1922, acordó abrir una cartilla con una peseta a todos los navarros recién nacidos.

En 1923 la Caja Municipal de Vitoria propuso crear la Federación de Cajas del Norte de España, y la CAN contestó que era preferible la federación sólo de las Cajas Vasco-Navarras. De hecho, esos primeros años las visitas a Vascongadas en busca de experiencia son constantes, así como la propaganda a través de cuerpos organizados: carabineros, empresas, sindicatos, ayuntamientos… En 1924 se fundó la Federación de Cajas Vasco-Navarras a partir de las bases presentadas por los navarros. Lejos de ir a la zaga, era la navarra la que lideraba la unidad de las ocho cajas.

En 1927, en plena dictadura primoriverista, la CAN apoya la red de ferrocarriles vascongados; concede donativos a la sociedad “Amigos del Euskera”, en libretas de ahorro para los niños que más se distingan en la práctica del vascuence; gestiona la construcción de colonias infantiles en Orio (finalmente serán en Hondarribi). Todo fluye de manera natural, lógico en un territorio con unas características comunes. En 1932 acuerdan la “conveniencia de crear un Instituto de Crédito Vasco-Navarro a fin de sufragar los gastos de construcción de escuelas en nuestra Región y evitar así que el dinero de este país salga de él para ser invertido en otros lugares de España”.

En 1933, ante las nuevas disposiciones del Seguro de Accidentes de Trabajo, el Consejo de la CAN “estima con absoluta unanimidad que si bien la importancia del Seguro será en esta provincia muy reducida por la limitada proporción de nuestra industria, no puede prescindir Navarra de afirmar su condición de territorio foral, recabando el reconocimiento debido a su carácter autónomo en materia económico administrativa (…) y en el caso de que a tal reconocimiento se opusieran obstáculos invencibles, que nuestra Caja se una con las otras tres de las provincias Vascongadas a fin de constituir una Caja Regional de Seguros de Accidentes del Trabajo”. Cuando una comisión acude a Madrid a tratar el tema, el Consejo de la CAN remarca “la conveniencia de que todas las Cajas Vasco-Navarras figuren unidas”. Dos años más tarde se da otra negociación conjunta frente al Instituto Nacional de Previsión.

En 1940 la Federación Vasco-Navarra muestra su “absoluta disconformidad” con los intentos de Madrid de limitar la libre inversión de los fondos de las cajas vascas. Y es que ni siquiera la guerra y el franquismo consiguieron quebrar aquella unidad. Desde 1924 hasta los años 80, en la revista Vida Vasca se siguieron anunciando conjuntamente las ocho cajas vascas.

Pese al ninguneo de estos últimos tiempos, la Federación Vasco Navarra de Cajas de Ahorros ha estado vigente hasta el pasado año. Asombran los malabarismos que esa gavilla de chorizos ha tenido que realizar para llevar la CAN a Caja Canarias, Caja Burgos, Sa Nostra, Banca Cívica, y finalmente, Caixabank, todo por evitar a las cajas vascas, las más cercanas, colegas y hermanas.

El odio a lo vasco es, de hecho, odio a Navarra”, nos advirtieron hasta la saciedad nuestros clásicos decimonónicos. Y hemos vuelto a comprobarlo.
Jose Mari Esparza, editor