Una de las mayores incógnitas a las que se han enfrentado arqueólogos y estudiosos de la materia ha sido la de si la mano fue realizada e inscrita en el propio lugar del hallazgo o si, por el contrario, fue una pieza importada. Sin embargo, el académico Joaquín Gorrochategui, que ha participado en la investigación y en la presentación del hallazgo, ha destacado que hay características bastante claras que confirman que la mano de Irulegi fue escrita en el mismo lugar en el que se encontró. Además, el hecho de que el material con el que se realizó la mano, el bronce, hace pensar también que la pieza es propia del lugar.
Otra cuestión que otorga todavía mayor importancia a la mano de Irulegi es el propio idioma en el que se realizaron las inscripciones. Un idioma que, según han apuntado los expertos en la presentación de la pieza, no tiene que ver con ninguno de carácter indoeuropeo o celtibérico. De esta manera, se estaría ante una pieza redactada en idioma vascón, aunque escrito con un sistema gráfico particular, con origen en el sistema ibérico nororiental, aunque adaptado a las grafías y fonemas de la zona vascona. Esto se ve, por ejemplo, en la primera palabra inscrita en la mano, que, según la interpretación llevada a cabo por Joaquín Gorrochategui, sería algo parecido a la palabra «zorioneko». Actualmente, en euskera «zorioneko» significa afortunado.
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En las excavaciones que viene realizando desde 2018 en el yacimiento del poblado vascón de Irulegi, en Nafarroa, la Sociedad de Ciencias Aranzadi ha encontrado el primer testimonio indudablemente escrito del idioma vascónico, antecesor del euskara actual. El histórico descubrimiento ha sido dado a conocer este lunes en rueda de prensa por Mattin Aiestaran, director del yacimiento de Irulegi, María Chivite, presidenta del Gobierno de Nafarroa, y Manolo Romero, alcalde del Valle de Aranguren, cuyo Ayuntamiento promueve e impulsa las excavaciones.
La lehendakari navarra ha destacado que «es un hito histórico de primer orden, un salto como pocos de nuestra historia».
En concreto, la pieza fue localizada el 18 de junio de 2021 entre los restos de una casa que, como otros puntos del poblado vascón, fue incendiada entre los años 82 y 72 antes de Cristo en el marco de las guerras sertorianas, que enfrentaban al rebelde Sertorio con la autoridad de Roma. Aiestaran, arqueólogo, ha subrayado que la mano ofrece «una imagen congelada» del siglo I a.C.
La estructura del inmueble se vino abajo a causa de las llamas, cubriendo los objetos que albergaba en su interior. El lugar fue abandonado y la tierra lo tapó con el paso del tiempo, de tal manera que los arqueólogos han encontrado esas piezas tal y como quedaron en ese sitio hace más de 2.000 años.
En el nivel estratigráfico correspondiente a ese incendio, durante las excavaciones emergió de la tierra «una pieza de bronce, con forma de lámina», según explica Mattin Aiestaran, director de la excavación de Aranzadi. Tras trabajar en la zona donde había aparecido la pieza durante un día y medio, se consiguió extraer la lámina, que «dejó su impronta en el sedimento lleno de carbones, junto a restos de cerámica».
La pieza fue encontrada entre los restos de una casa del poblado vascón de Irulegi, que fue incendiado entre los años 82 y 72 antes de Cristo durante las guerras sertorianas.
Al contemplarla, los expertos de Aranzadi vieron que tenía forma de mano y que contaba con un orificio en lo que sería la zona más próxima a la muñeca, aunque «no entendíamos exactamente qué podía ser».
Avisados desde la excavación, técnicos arqueólogos del Gobierno de Nafarroa se desplazaron al lugar para ver la pieza in situ. Ellos apuntaron la posibilidad de que se tratara de «un elemento de un casco, como si fuera una de las alas del casco de Astérix, porque hay unos cascos en Moncayo, que les llaman hispanocalcídicos, que tenían una serie de adornos como láminas de bronce, por lo que podía tratarse de algo así», detalla Aiestaran. Por ese motivo, «nos dijeron que siguiéramos excavando a ver si salía algo más, pero no apareció nada relacionado con la lámina, aunque sí los tipos de materiales que venían saliendo hasta ese momento».
Y apareció una inscripción
La lámina, junto a las demás piezas localizadas en la campaña, fue enviada al Almacén de Arqueología del Gobierno de Nafarroa, en Cordovilla, a mediados de julio para su custodia y restauración. El momento de acometer este último paso llegó el 18 de enero, cuando la restauradora Carmen Usúa empezó a limpiar la pieza retirando la tierra que todavía la cubría. Al respecto, Aiestaran explica que «en la excavación dejamos la pieza con su tierra para que no pierda humedad y así no se altere».
Cuando Usúa retiró esa capa, vio que «aparecían algunos ornamentos y luego que estaba algo escrito con unos signos que parecían ibéricos», señala el director de la excavación. Entonces se centró en limpiar la zona central de la mano, «que era la parte donde aparecía la escritura».
Una vez despejado ese espacio, se celebró una reunión exprés entre la restauradora, los técnicos del Gobierno de Nafarroa y el propio Aiestaran. Un encuentro en el que se «decidió contactar con algún experto en escritura paleohispánica y en Navarra, el mayor erudito en este tipo de cuestiones es Javier Velaza, catedrático de Filología Latina de la Universidad de Barcelona».
Se pusieron en contacto con Velaza, quien «accedió a venir a ver la pieza in situ. Y lo primero que nos dijo al cogerla era que la estábamos leyendo al revés. Había que girarla y poner los dedos hacia abajo», explica el arqueólogo.
El experto se hizo cargo de la importancia del hallazgo y pidió que también se contara en la tarea de estudiar la inscripción con Joaquín Gorrochategui, catedrático en Lingüística Indoeuropea de la UPV/EHU y director del Instituto de Estudios Clásicos del citado centro, y que es experto en el vasco antiguo y el aquitano antiguo. Con él ya se realizó una segunda autopsia o estudio de la pieza.
En concreto, se trata de una mano derecha con sus uñas, aunque faltan partes de algún dedo, y que cuenta con el citado orificio. En la parte del dorso es donde se centró la limpieza de la restauradora, que fue vaciando unos puntos que aparecían marcados y que estaban rellenos de sedimento. Una vez retirado, se vio que «debajo estaba la misma pátina que tenía toda la pieza y que se ha formado con el paso de 2.000 años».
De hecho, se analizó esa pátina de la mano en la Universidad Pública de Nafarroa y el resultado determinó que «no hay ningún elemento que indique que la aleación no sea antigua. Por lo tanto, es un bronce antiguo y la pátina así lo demuestra».
Al respecto, Aiestaran añade que «los puntos están hechos encima de unas líneas que son coetáneas y que se hicieron primero». Estos signos suponen «dos formas de escribir que no es nada común encontrar en una misma pieza. En el occidente del Imperio romano, igual hay solo un caso más».
Elementos diferenciadores
¿Y con esos signos, qué se había escrito? Se trata de un texto de al menos cinco palabras y que está grabado en el sistema de escritura ibérico, pero adaptado por los vascones, como ya habían hecho también los celtíberos. Se trataría de una adaptación del sistema ibérico del siglo III antes de Cristo, porque en el siglo V tenía unas características y en el III se cambiaron y este último es el que utilizaron los vascones.
La inscripción de la mano de bronce de Irulegi no estaría escrita en la lengua de los celtíberos, ya que tiene «dos erres diferentes, cuando el celtibérico solo tiene una», según señalan los expertos Gorrochategui y Velaza.
Y tampoco sería ibérico, ya que al sistema de escritura de ese pueblo «le han añadido un símbolo que en las 3.000 inscripciones ibéricas que se han encontrado no se utiliza en ninguna de ellas», destacan los expertos. Se trata de una T, que curiosamente aparece en monedas vasconas, las acuñadas en las cecas de oTtikes y uTambaate.
Por si fuera poco, la primera de las cinco palabras que integran la inscripción se entiende con claridad desde el euskara actual. En concreto, pone «Sorioneku».
El resto del texto no se entiende directamente, algo que los lingüistas consideran lógico, ya que lo extraño sería que se pudiera leer en su integridad. «Entendemos la primera. ¿Por qué no las demás? No lo sabemos», ha apuntado Gorrochategui.
La inscripción está escrita en un sistema gráfico ibero adaptado por los vascones, que lo hicieron propio al contar con dos erres e incorporarle el signo T.
Teniendo en cuenta todas estas características específicas de la inscripción de la mano de Irulegi, Velaza y Gorrochategui concluyen que estamos ante «un sistema gráfico vascónico, porque añadirle esa letras ya es una adaptación y eso ya supone que es propio».
Y la lengua en que está escrita es «vascónico, que no es euskara, porque la relación sería como la del castellano con el latín, porque el euskara actual deriva de 2.000 años en los que esa lengua de los vascones ha recibido influencias de otros idiomas. Eran vascones y lo que hablaban era vascónico», explican los dos expertos.
«Es el primer documento indudablemente escrito en lengua vascónica y escrito en signario vascónico, lo que nos habla de un pueblo alfabetizado», concluyen.
En el marco hipotético, Velaza ha señalado que este sistema gráfico «se ha podido utilizar en monedas», ya que hay otro descubrimiento que apunta en ese sentido, pero sin pruebas suficientes como para darlo por probado.
Símbolo de buena fortuna
En relación al orificio que presenta la mano, Mattin Aiestaran destaca que «no está remachado en la parte que correspondería a la palma». Esa circunstancia apunta que la pieza «se apoyó en un soporte blando, se clavó y se dejó ahí. El soporte probablemente era de madera, porque vimos que el sedimento que tenía debajo era muy carbonoso».
Entonces, ¿qué sentido tenía esta mano con ese mensaje? Los expertos apuntan que la pieza de bronce estaría colocada en la entrada de la vivienda y podría ser un mensaje para traer buena fortuna a quien vive ahí y a quien entra.
La imagen de manos también ha aparecido en otras piezas, como una localizada en Huesca, que también contaba con un orificio, aunque no había nada escrito en la misma a diferencia del caso de Irulegi, o dibujadas en una estela hallada en un yacimiento de Teruel y que se habían interpretado como las manos cortadas a los enemigos abatidos y como símbolo de la muerte.
«Una pieza extraordinariamente excepcional. No conocemos ninguna inscripción antigua en la Península Ibérica en un soporte como este. No hay una inscripción en un soporte como este en todo el mundo clásico», ha apuntado Velaza .Sin embargo, existen ejemplos en la misma línea de la pieza hallada por Aranzadi, como una mano localizada en Yemen, en la que aparece una inscripción en sudarábico y que es «una mano apotropaica, es decir, que quiere traer la buena fortuna y alejar el mal. Esto da pie a pensar, junto a la primera palabra, que la mano localizada en Irulegi se trata de una pieza que busca dar buena fortuna», explica el director de la excavación.
Y desde luego ha sido toda una suerte que un incendio provocado por una guerra y el trabajo de Aranzadi hayan permitido encontrar el primer testimonio escrito del idioma vasco.
Naiz