Somos una sociedad conquistada

Tomás Urzainqui Mina. Se siguen cometiendo errores, en especial desde las fuerzas políticas, al admitir como si fueran propias las divisiones territoriales impuestas, e igualmente las trabas y cuando no la privación tanto del ejercicio de nuestro derecho privado o civil y público o político, como de los derechos inherentes a la libre decisión democrática. Al no tener en cuenta que la división en territorios o provincias es fruto exclusivo de las conquistas y que el cercenamiento de los propios derechos, civiles y ciudadanos, así la imposición de un ordenamiento jurídico ajeno a esta sociedad o la sustitución del euskera por el castellano o el francés, también son consecuencia de la labor de los conquistadores. Se cierran en falso los graves efectos de la conquista continuada, y se quiere -haciendo caso omiso a la dura realidad de estar conquistados- ir a probar fortuna nuevamente en profundizar en la vía autonómica de un nuevo estatus -o mejora de la dependencia- sin haber previamente reconocido que somos una sociedad conquistada, dividida y negada. ¿Dónde o cuándo comienza la dependencia?, es evidente que con la conquista, que resulta continua, y así también la dependencia.

La conquista supone a la vez una explotación permanente y de todo tipo -económica, social, cultural y política- desde la sociedad conquistadora, especialmente por los sectores detentadores del poder en la misma, sobre la sociedad conquistada. Al ser la conquista cotidiana y de larga duración, parece que esta anómala situación es la normal. En este sentido se llega a llamar, en el colmo del cinismo, a la arquitectura de dominación con el nombre de ordenamiento constitucional democrático y el de Estado de Derecho. Aquí quiebra por completo la existencia de la imprescindible igualdad y mutuo respeto de los derechos de ambas sociedades para que pueda haber solidaridad entre ellas, que resulta imposible entre conquistadores y conquistados, al superponerse siempre arrolladoramente los intereses de la sociedad conquistadora a los de la sociedad conquistada. La primera monopolizadora del poder, que por esta contradicción resulta de intrínseca condición tiránica. Los conquistadores provocan que la sociedad conquistada esté en la ignorancia y la mantienen con la manipulación del relato histórico, pero que también por otro lado se practica desde el nacionalismo cultural propio, al ocultar o minusvalorar el peso determinante de la conquista.

Es preciso explicar la realidad, de la forma más objetiva posible, dando a conocer los avances y retrocesos de los derechos y libertades de esta sociedad conquistada. Las guerras civiles de los últimos dos siglos han servido a posteriori y equivocadamente como justificación de la suplantación de los derechos individuales y colectivos de esta sociedad conquistada. Ya lo vio Ozcariz en 1842, la ley de desmantelamiento de las instituciones estatales de la independencia navarra de 1841 no tiene una relación directa con la guerra llamada carlista, de 1833-1839. A este respecto, son clarificadores los acuerdos de las Cortes de Navarra de 1828-1829 y de la Diputación del Reino de 1830…, tampoco tiene relación directa y exclusiva la guerra civil de 1872-1876 con la ley, abolitoria de los restos forales en la Navarra occidental, de 1876.

El Estado español no es que tenga miedo en la actualidad a dar por finalizada la lucha armada en el País Vasco, como dicen algunos, el Estado español lo que verdaderamente teme es que se descubra su verdadera naturaleza política -esencia y sustancia- de conquistador, por ello poco democrático, tiránico y absolutista, aunque se camufle de lo contrario. Todo su esfuerzo se centra en evitar que Navarra despierte como ya lo ha hecho Catalunya. Es decir, tiene miedo a que los conquistados ya de una vez le digan a la cara la verdad y que ya vale, que se desconquistan y que recuperan el ejercicio de sus derechos a ser independientes.

Aquí el colaboracionismo está también en algunos que niegan u ocultan la realidad y la unidad social y nacional de Nabarra osoa, ya que la quieren sustituir por un proyecto nebuloso, que resulta negacionista y subordinador para la sociedad navarra. Algunas claves son:

• El monopolio del poder, que tras la continua conquista es inaccesible para los conquistados. Así como la identidad nacional, ocultada por la continua conquista y la negación de la sociedad que estatal y jurídico-políticamente es navarra.

• El derecho a decidir ha de tener siempre la premisa de la necesaria desconquista e independencia de la nación política conquistada, que es la navarra. Decidir sobre seguir conquistado o recuperar la independencia, ese es en su pleno sentido el derecho a decidir.

• La incongruentemente llamada por algunos articulación territorial, como si no existiera ya la unidad de la sociedad y su territorio jurisdiccional navarro por encima de las divisiones artificiales provocadas por los conquistadores.

• Los derechos democráticos, que son los que tiene secuestrados la sociedad conquistada.

Es un error pensar que solo son las fuerzas de la globalización financiera quienes mandan en el Estado español a los efectos de su relación con la conquistada Navarra. Ya que eso es ignorar el verdadero contenido hegemonista español y el proyecto político de su Estado, con sus especiales características: elitista, clasista, aristocrático, absolutista y nacional católico.

Negacionismos, contra la unidad de la realidad sociopolítica, nacional y estatal navarra, de la Nafarroa osoa, de los que están poseídas algunas fuerzas políticas nacionalistas vascas con respecto a las conquistas continuas que padece esta sociedad, al no partir de ellas sino solo de una particular y limitada visión de la identidad cultural. Es necesario corregir este fundamental desenfoque con respecto a conseguir el acertado diagnóstico de la realidad, socio-política, estatal, jurídica, económica y cultural, de esta sociedad conquistada. Esta sociedad negada, cuyo territorio propio jurisdiccional es Navarra entera, tiene el símbolo político que ha utilizado siempre para poner de manifiesto su diferencia e independencia frente al de los conquistadores y los de las demás naciones del mundo, es la bandera roja, que se enarbola frente a la invasión de 1512, por el ejército navarro en 1795, que se iza en 1813 tras la retirada francesa, en el pronunciamiento independentista de 1837, o en 1893-1894 durante la movilización unitaria de la sociedad navarra en la Gamazada.