Presentación del Libro «El corralito Foral»

el_corralito_foral

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Salón de actos del Instituto Plaza de la Cruz – Día 15 de Abril a las 19:30 horas.

Iván Jiménez y Pili Yoldi


Cuatro de la tarde de un gélido sábado invernal en Pamplona (17 de marzo de 2007). Plaza de Europa, rotonda junto a los cines Golem. Cuatro alumnas de 16 años de los colegios Miravalles y Jesuitas colocan un puesto de venta de banderas españolas, al precio de 10 euros la unidad. Y lo cierto es que se las quitan de las manos, porque esas banderas son “el objeto del deseo de aquella tarde”. Si por aquello del precio alguien se lo piensa, al saber que la recaudación va para el Foro de Ermua, queda vencido cualquier titubeo y todo el mundo se rasca el bolsillo. El género rojigualda se agotó en pocos minutos. “Se venden super-rápido”, anunciaban eufóricas las cuatro colegialas. ¿Ciencia-ficción para la Iruña de principios del siglo XXI? No. Se trata de la realidad forzada hasta el límite en el seno de una manifestación de decenas de miles de personas al grito de “Navarra no se vende”.

El historiador Francisco Espinosa resume acertadamente el dilema de la Ley de Amnistía de 1977: “Por más que en un lado de la balanza estuviera el terrorismo etarra, lo que realmente desaparecía como por arte de magia era el pasado fascista, el único con el que no se sabía qué hacer después de cuatro décadas de dictadura”.
A fin de cuentas, todos sabían qué estaban haciendo y las consecuencias que ello traería: impunidad para los golpistas del 36 y sus sucesores a cambio de desamparo y olvido para las víctimas, como peaje para transitar de la dictadura a la Constitución de 1978. En pocas palabras, la Sagrada Transacción.

La apoteosis javierana y su comunión definitiva con el poder político y eclesiástico se consumó el 6 de noviembre de 1982, con la aparición de Juan Pablo II a bordo de un helicóptero sobrevolando el castillo y una explanada rebosante de fieles navarros. Nada menos que 110.000 personas contó el periódico de Cordovilla, lo que suponía entonces más de una quinta parte de la población total de Navarra… (y más de 11 creyentes por metro cuadrado).

Como todo el mundo sabe –en algunas cuestiones, la ignorancia es imposible-, don Juan de Borbón expiró en la habitación 601 de la Clínica Universitaria a las tres de la tarde del 1 de abril de 1993, tras permanecer 192 días ingresado, los últimos 24 inconsciente. El doctor Rafael García Tapia, fallecido en 2011, insistió hasta sus últimos días, una y otra vez, en que nunca mantuvo al padre del rey vivo por medios artificiales. A priori, es una afirmación sin gran relevancia, pero lo sospechoso es precisamente la insistencia en una cuestión habitual dentro de los cuidados paliativos.

Aparentemente sin relación con lo anterior, en 2013 se destapó que don Juan de Borbón legó a sus hijos una herencia de 1.100 millones de pesetas, cuya mayor parte (728 millones) estaba depositada en tres cuentas suizas ocultas al fisco español.