Osasuna, memoria y represión en un club centenario

Escudo Osasuna

Hace cuatro años se recuperó el nombre de Eladio Zilbeti, uno de los fundadores de Osasuna. Más tarde aparecería el de otro asesinado: Natalio Cayuela, presidente del club durante nueve años. Surgió así la idea de iniciar un estudio sobre la represión en el equipo rojillo.

“No es un hombre, es un rojo y como tal hay que matarlo”, respondió el soldado requeté a las súplicas del capellán para que no lo matara. Aquel hombre malherido estaba en el suelo y encañonado en la nuca tras haberse arrojado por la ventana para evitar ser fusilado.
Los culpables, Galo Vierge

Osasuna cumple cien años este 24 de octubre. Del club rojillo se ha dicho que “es un histórico modesto, sin palmarés reseñable”, que “practica un juego directo, posee el estilo inglés que comparte con otros equipos vascos”, que “mira a la cantera, sobre todo en los momentos difíciles”, que “se vale del ambiente que se crea en su casa, El Sadar”, que “lleva las cuentas saneadas, salvo corruptas excepciones”. En definitiva, y como señalaba Michael Robinson, en cierto sentido Osasuna pone la medida de La Liga.

Es, junto con Real Madrid, FC Barcelona y Athletic de Bilbao, una de las cuatro sociedades deportivas que, gracias a su saldo patrimonial positivo, no fueron obligadas a transformarse en sociedades anónimas deportivas (SAD) en 1990. Es decir, hoy por hoy, el club todavía pertenece a sus socias y socios. Las juntas directivas han sido afines a la derecha regionalista, incluso vinculadas al franquismo en su momento, mientras que muchos de los aficionados y de las peñas críticas muestran valores de izquierda.

Aficionados Osasuna campo San JuanAficionados Osasuna campo San Juan
Durante años, los partidos de Osasuna se celebraron en el Campo de San Juan. Fue en allí donde, en 1935, se congregaron miles de aficionados y aficionadas para ser testigos de su ascenso a Primera División. Foto: Fondo Zaragüeta, Museo de Navarra

Todo ello es fruto de unos orígenes desconocidos y sorprendentes al mismo tiempo. Una historia que comenzaron los fundadores del club, y que fue truncada por la Guerra Civil, la tragedia que marcó un punto de inflexión y que, además de iniciativas políticas, sociales y culturales, también abortó proyectos deportivos.

FIESTA, FÚTBOL Y GUERRA
7 de junio de 1936, Pamplona. Son las siete de la tarde en el campo de San Juan y acaba de finalizar el partido de semifinales de la Copa Presidente de La República. Victoria del CD Osasuna por 4-2 frente al FC Barcelona. Los rojos presentan su candidatura al título. Récord de asistencia con 8.000 espectadores que celebran la victoria y saltan al terreno de juego en cada gol. En el palco, un invitado circunstancial, Emilio Mola, gobernador militar de Navarra desde marzo de ese año. Es improbable que haya seguido las evoluciones del juego con atención: en sus pensamientos no hay lugar para otra cosa que no sea su “gran” misión. A su lado, rodeándole, hay directivos de Osasuna, personalidades de la sociedad pamplonesa, cargos institucionales, socios del club y decenas de aficionados que, apenas mes y medio después, serán asesinados durante la puesta en práctica de los planes del que más adelante será conocido como el “Director”.

19 de julio de 1936, apenas un mes después. Concentración de milicias requetés en la Plaza del Castillo. En el mismo lugar donde la noche anterior había fiesta, baile y verbena con motivo de las fiestas de San Fermín, unas pocas horas después se declara el “estado de guerra” y millares de boinas rojas imponen su resaca mortal postsanferminera. Es el inicio de un golpe de Estado contra la II República que en la capital navarra toma la forma de una sublevación popular carlista en coordinación con Ejército, Falange, Iglesia y destacados personajes de las élites económicas.

Mola pone por escrito las órdenes para eliminar a todo aquel que no comulgue con “el levantamiento”. Las consecuencias serán letales: solamente en los cuatro primeros meses, 300 personas son asesinadas en la ciudad, 3.500 en Navarra a lo largo de toda la guerra: un auténtico exterminio en una comunidad sin frente de guerra y en la que el dominio de los golpistas es total. Los sectores afines al orden constitucional republicano no tendrán ninguna opción de oponer resistencia. En términos porcentuales, la represión en la zona será una de las más sangrientas, junto con la desatada en los valles del Guadalquivir y del Ebro.

LOS ORÍGENES
Osasuna nació el 24 de octubre de 1920, dieciséis años antes. Fue en un salón denominado txiki-Kutz, en el desaparecido Café Kutz de la Plaza del Castillo. Los fundadores, un grupo de jóvenes “chiflados” —a decir de algunas personas mayores de la ciudad—, decidieron unir fuerzas y crear un equipo de “football” para competir contra otros equipos de la vieja Iruñea. La leyenda cuenta, a modo de broma, que su aval fueron las gabardinas que usaban como chándal.

Su principal rival, La Deportiva, estaba vinculado a la Juventud Jaimista (carlista). Por contra, el nuevo proyecto de Osasuna, estatutariamente “apolítico”, era conocido como el club de los “napartarras”, apelativo con el que se identificaba en la ciudad a los nacionalistas. En realidad, eran unos “señoritos” estudiantes que, en su mayoría, acabarían como abogados, jueces, biólogos o pequeños empresarios, y que tenían claro que el nombre iba a ser en euskera. Con todo, y a pesar de que el proyecto fue impulsado por el periódico de tendencia liberal El Pueblo Navarro, dos de sus tres primeros presidentes acabarían siendo comunistas, y el otro, afiliado a Izquierda Republicana (IR). Lo cierto es que en aquellos primeros quince años de Osasuna encontramos una pluralidad ideológica que rompe con la imagen conservadora que se le atribuye al club desde la posguerra.

ROJOS PARA UNA CIUDAD CONSERVADORA
A pesar de que Iruñea era tradicionalmente conservadora (en las elecciones de febrero de 1936 las derechas habían obtenido un 65 % del voto), y de que fue una plaza clave en la preparación e inicio del golpe, no puede decirse que fuera un bastión del carlismo tradicional, y no se debe olvidar que había sido una ciudad liberal durante el siglo XIX. Además de un modesto desarrollo industrial y de un movimiento obrero débil, también encontramos ciertas iniciativas y proyectos que resultan sorprendentes en el ámbito del fútbol. Por ejemplo, la mayoría de personas que conformaron la primera Junta de la Federación Navarra de Fútbol (hasta 1928 los clubes navarros pertenecían a la guipuzcoana) destacaron por su militancia de izquierdas, como Jesús Monzón, líder comunista navarro, o Pablo Archanco, Benigno Arbea y Pablo Ardaiz, militantes de la izquierda vasca independentista. En cuanto a la directiva de Osasuna que logra el primer ascenso a Primera División y disputa dos semifinales consecutivas de Copa, estaba formada por varios líderes republicanos locales de izquierdas, como el propio presidente Natalio Cayuela, Ramón Bengaray, Carmelo Monzón, José Javier Villafranca, Pablo Archanco, etcétera.
Los fundadores, un grupo de jóvenes “chiflados” —a decir de algunas personas mayores de la ciudad—, decidieron unir fuerzas y crear un equipo de “football” para competir contra otros equipos de la vieja Iruñea.

Entre los jugadores es más difícil encontrar biografías republicanas, pero las hubo y algunas fueron muy significativas. Todo ello sugiere varias preguntas sobre aquellos primeros años. ¿Era el fútbol un espacio de acción política para los sectores comprometidos con la emancipación social? O, dicho de otra manera, ¿fomentaba la izquierda este deporte para impulsar sus proyectos sociales y políticos? Hay poca documentación para aventurar una hipótesis, menos aún tratándose de Osasuna e Iruñea.

Sin embargo, no todos eran izquierdistas. Entre los directivos hubo también algún destacado carlista, como Antonio Lizarza, conspirador contra la República. A su vez, la mayoría de los jugadores acabaron por alistarse en el requeté, aunque en algunos casos no está muy claro si fue de manera voluntaria u obligados por las circunstancias. Es conocida la simpatía de casi toda la delantera del equipo (‘Catachú’, Vergara, Bienzobas) con el nacionalismo vasco: estaban afiliados al PNV, participaban en partidos con la selección vasca o apoyaban económicamente la causa nacionalista. Sin embargo, terminaron por cambiar de bando. Y es que, en aquel verano del 36, una de las frases que más se repetía en Navarra era la de “al frente o al fuerte”. Es decir, que el destino de quien no estuviera dispuesto a acudir a las trincheras era el penal situado en el monte Ezkaba, conocido como Fuerte de San Cristóbal y que, por el norte, cierra orográficamente la Cuenca de Pamplona. Seis años pasó allí Txomin Meaurio, el mejor jugador de la primera formación de Osasuna en los años 1920 y uno de los padres del nombre de la criatura.

PERIODISMO Y MEMORIA HISTÓRICA
Hace cuatro años, gracias al trabajo de los periodistas Félix Monreal y Natxo Matxin, se recuperó el nombre de uno de los fundadores del club que había sido asesinado durante la Guerra Civil: Eladio Zilbeti. Y hubo varias iniciativas para homenajearlo. Sin ir más lejos, la peña osasunista Indar Gorri inauguró una sociedad cultural con su nombre. Por otra parte, el alcalde Joseba Asirón puso su nombre a una calle junto al estadio El Sadar y, al mismo tiempo, la tumba del general golpista Emilio Mola fue exhumada de un monumento de propiedad municipal. Más tarde, aparecería el nombre de otro asesinado vinculado al club: Natalio Cayuela, presidente de Osasuna en la temporada 1923-24 y entre los años 1928 y 1935.

Tras las investigaciones publicadas, y con la sospecha de que pudiera haber más casos, surgió la idea de iniciar un estudio sobre la magnitud de la represión. Un grupo variopinto de investigadores y activistas se puso como objetivo hacer un pequeño homenaje a las familias de los asesinados y represaliados en forma de saque de honor en El Sadar. También se puso en marcha una campaña para encontrar a un jugador desaparecido en la guerra.

ASESINADOS Y DESAPARECIDOS
Los resultados de las averiguaciones apuntan a que seis personas vinculadas al club fueron asesinadas como consecuencia del golpe: Fortunato Aguirre, uno de los fundadores, alcalde de Estella-Lizarra y dirigente del PNV; Eladio Zilbeti, fundador y secretario del club, portero con La Sportiva (embrión de Osasuna), publicista y militante de ANV (partido de izquierdas independentista); Natalio Cayuela, presidente en dos periodos distintos, secretario judicial y dirigente de IR; Ramón Bengaray, empresario impresor, cantante barítono del Orfeón Pamplonés, presidente y candidato del Frente Popular en Navarra y dirigente de IR; Alberto Lorenzo, directivo del club en los primeros años, periodista, director del periódico nacionalista La Voz de Navarra —y, una vez que rompió con el PNV, director de las publicaciones republicanas Democracia (1932) y Abril (1936)—, afiliado a IR; y Filomeno Urdíroz, portero del equipo CF Aurora, operario y militante socialista, dirigente de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), hermano del entrenador y de un jugador de Osasuna, quien también llegó a defender la camiseta roja.

Por otra parte, además están Andrés Jaso, jugador de Osasuna y de otros equipos, que forma parte del Batallón Galicia y fallece en Asturias en un bombardeo de la aviación fascista y José Javier Villafranca, directivo, secretario general de la trotskista Oposición Comunista de Izquierdas de Pamplona, y que fallece en la prisión Modelo de Barcelona al poco tiempo de ser encarcelado. Hay también varios encarcelamientos, como los del directivo Carmelo Monzón y del jugador Txomin Meaurio, que pasan más de cinco años en prisión, o de los jugadores Juanín Bilbao, Emilio Urdíroz, Kiko Florenza, Vicente y Francisco Rey. Igualmente, conocieron los campos de concentración o el exilio Eduardo Apat y Ángel Valenciano, ‘Catachú’. Otros muchos que sufrieron diversas represalias. De todos ellos, Lorenzo, Bengaray y Jaso permanecen aún desaparecidos. De Javier Villafranca, fallecido en prisión, la familia nunca ha sabido dónde fue enterrado.

Todo esto y mucho más, junto con viejos episodios de puro fútbol que evocan hierba, barro y cuero, se recoge en dos libros que tratan de recuperar parte de la memoria perdida de Osasuna. Tanto es así que ha sido solo durante el proceso de investigación que las propias familias de algunos de los protagonistas han llegado a descubrir la relación y el grado de vinculación de sus allegados con Osasuna.

¿Fomentaba la izquierda este deporte para impulsar sus proyectos sociales y políticos? Hay poca documentación para aventurar una hipótesis, menos aún tratándose de Osasuna e Iruñea.

Ahora se quiere dar un paso más. Y es que sigue vigente el primer objetivo: que la afición roja osasunista, el club y las instituciones realicen un sencillo homenaje a las familias de las víctimas en forma de saque de honor como acto simbólico de reparación y recuerdo a quienes dieron su vida por la República y por Osasuna.

Finalmente, mencionar dos cuestiones que ayudan a perfilar mejor la figura de Ramón Bengaray. La primera, la referencia a la posibilidad de impulsar un equipo de fútbol femenino en Osasuna, que se hace en uno de sus proyectos profesionales y políticos de 1932, en el periódico Democracia. La segunda, este pequeño texto publicado en dicho medio, con motivo del primer aniversario de la II República, probablemente escrito por él mismo o por alguno de sus colaboradores, quizás Alberto Lorenzo o Francisco Goya, también directivos de club: “La bandera de Osasuna es solamente roja, como sus blusas; no quisieron sus fundadores que fuera roja y azul, sino exclusivamente roja […].

Entre los clubes más democráticos de España, puede figurar Osasuna. Y no cabe duda de ese carácter democrático, que es más de notar, cuando nunca ha pretendido ostentar adjetivos reales antepuestos a su nombre, que tanto acarician otros clubes que vergonzosamente los han retirado ahora. Osasuna se ha sentido siempre orgulloso en ser el club del pueblo, como demuestra el color rojo de su uniforme, que si es el color rojo de la bandera de Navarra, lo es también el de la sangre que corre por las venas de sus jugadores que siempre han tenido un desdén merecido por la sangre azul, por otros equipos representada y a lo que, cuando ha podido, ha vapuleado sin ninguna contemplación hacia la realeza representada en sus escudos”.

DOS nuevas publicaciones
La labor realizada hasta el momento se ha traducido en la publicación, en septiembre, de los libros Rojos. Fútbol, política y represión en Osasuna (Editorial Txalaparta, 2020) y Bengaray, Osasuna y República (Editorial Katakrak, 2020). Por último, a modo de apunte-reflexión, y como quien realiza un pase largo, ¿el fútbol como campo de batalla política ha sido abandonado por la izquierda sin posibilidades de enmienda, o hay un espacio para reivindicar y trabajar por la emancipación también en y desde el fútbol? Más aún, frente a aquellos que culpan al fútbol de todo, ¿sólo nos queda asumir la derrota, y dejar que la pelota se manche más y más?

#ELFUTBOLISTADESAPARECIDO
Andrés Jaso Garde (Mélida, 1912 – Cangas de Onís, 1937), jugó en Osasuna en dos periodos distintos durante la década de los años treinta. Más tarde pasó por el Zaragoza CD. , CE Sabadell, Levante CF y Valencia CF. Al parecer, murió en Asturias durante la guerra, hasta donde había llegado poco tiempo antes para recalar en las filas del Sporting de Gijón. Tras meses de investigaciones, se cree que el cuerpo podría estar enterrado en una fosa común, en Cangas de Onís. Su historia está difundiéndose de la mano de Áurea Jaso, una sobrina ya nonagenaria que lleva toda la vida buscándole, y con el apoyo de personalidades del mundo del fútbol, de la cultura y de la sociedad. Los hashtags #ElFutbolistaDesaparecido y #DóndeEstáAndrés ya han levantado la liebre, y el hilo con el que tirar para arrojar luz sobre su muerte y paradero se centra en personas que lo conocieron en vida —cosa ya difícil— o en referencias indirectas. La intención de esta campaña es ayudar a su familia a darle por fin un entierro digno. Los promotores invitan a hacer seguimiento y amplificación en redes y, en general, a difundir la iniciativa.

NAVARRA, SIEMPRE PA’LANTE
Bengaray no es un apellido común, tampoco Ramón fue un hombre corriente. Entre otras muchas cosas, fue quien acuñó el célebre lema Navarra siempre pa’lante, posteriormente usurpado por la derecha. Quizá su nombre no sea demasiado conocido, ni siquiera en la ciudad que lo vio crecer. La publicación del libro Osasuna y República viene a rescatarlo del olvido forzado al que fue sometido, junto con una parte importante de la población de Iruñea desde julio de 1936. Una amnesia inducida que secuestró buena parte de la historia anterior a aquel fatídico verano. No fue suficiente con eliminar a quienes pretendieron oponerse al nuevo régimen, sino que la maquinaria represiva se extendió a conversaciones, recuerdos y relaciones. En definitiva, se trató de borrar cualquier intento de honrar la memoria de aquellos represaliados y represaliadas. En este año tan especial, con el centenario del Club Atlético Osasuna como pretexto, se plantea necesario echar la vista atrás para otorgar su merecido lugar en la historia a quienes se les despojó de ella.

Ramón Bengaray fue una de las más de 3.500 personas desaparecidas o asesinadas en Navarra tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936. Su crimen no fue otro que su compromiso por establecer una sociedad más justa e igualitaria. A lo largo de las páginas de su biografía se recoge su historia personal y, por extensión, la historia de una ciudad en proceso de cambio constante, de sus aspiraciones renovadoras desde inicios del siglo XX, hasta que el golpe detuvo su reloj y segó de raíz los avances en materia social, política o cultural.

Su historia es la de alguien tan comprometido con sus ideas como con la tolerancia y el respeto que siempre ejerció, y que le permitieron relacionarse con personajes de diferente origen, condición y espectro político. El incipiente movimiento obrero pamplonés y sus primeras convicciones socialistas y revolucionarias, el impulso del fútbol en la ciudad con Osasuna, el primer club popular de la ciudad, la divulgación musical en instituciones reconocidas y laureadas como el Orfeón Pamplonés, las acciones benéficas o la militancia izquierdista y republicana fueron las guías sobre las que discurrió su vida. Una trayectoria apasionante y apenas recordada. Por ello, eventos de tanta trascendencia social como el centenario de Osasuna deberían aprovecharse para investigar, rescatar y divulgar historias y vidas que han permanecido ocultas durante demasiado tiempo.

Esther Aldave
Autora de Ramón Bengaray, Osasuna y república
Mikel Huarte
Autor de Rojos. Fútbol, política y represión en Osasuna

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