Orreaga: Medio siglo de desmemoria

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Patxi Abasolo. Estos días los medios de comunicación se han hecho eco de la noticia difundida por instancias gubernativas sobre la autoría del monolito instalado en Orreaga hace ya casi cincuenta años, en 1967. Según la documentación encontrada en el Archivo de la Administración Foral, el autor del proyecto fue Cándido Ayestarán, responsable de la Dirección de Arquitectura de la Diputación Foral de Navarra. Parece ser que la intención era instalarlo dos años antes, cuando se edificó la nueva ermita, casualmente, el 25 de julio de 1965, día de Santiago, “Matamoros”, patrón de España.

A continuación, la prensa se ha limitado a reproducir los datos del coste, sin hacer comentario alguno sobre la significación histórica de una escultura levantada contra las gentes del lugar en que se encuentra, como si fuese lo más normal del mundo.

En efecto, el 15 de agosto del año 778, Roldan, lugarteniente y sobrino de Carlomagno, muere en una emboscada de los vascones contra la retaguardia del ejército carolingio a su vuelta del sitio de Zaragoza, tras haber destruido Pamplona. No es de extrañar que los juglares franceses, de ayer y de hoy, canten la muerte de “su” caballero Roldán. Tampoco lo es que conviertan a los vascones en cientos de miles de musulmanes para justificar tamaña derrota militar y, de paso, exaltar la religiosidad de la muerte del héroe franco y los ideales de las Cruzadas, de ayer y de hoy, contra el Islam. Sólo hay un “pero”, aunque este sea mayúsculo, pues resulta que son los descendientes de aquellos vascones quienes han levantado el monumento en recuerdo del invasor. ¿Dónde se ha visto tamaña locura?

Si bien es cierto que fue la administración franquista quien ordenó hacerlo, no lo es menos que ha pasado desapercibido durante muchísimo tiempo y, lo que es más grave, que las gentes del lugar siguen sin dolerse al mirarse, cada 15 de agosto, en el espejo de su historia. Un dolor que, al menos, quedó mitigado cuando, una noche del año 2005, una anónima brisa de la montaña, a son de matxinada, se llevó consigo las armas que se alzaban con altanería contra sus habitantes.

Pero la desmemoria no hace sino extenderse entre las gentes y los pueblos que no se reconocen. En la primavera de 2011 es instalado un nuevo conjunto escultural dedicado a Roldán y, con él, a todos aquellos hombres de armas que dejaron reducida a cenizas la vieja capital vascona. En esta ocasión, ha sido su propio autor, Mario Basse de Vergiate, quien ha asumido el coste de la misma, incluido el traslado y la instalación junto a la pequeña iglesia llamada, también casualmente, de Santiago. Paradógicamente, la representación del caballo es una copia del trágico caballo del “Guernica” dibujado por Picasso para reflejar el horror del bombardeo sufrido por la villa vasca aquel aciago abril de 1937. Dolor que, en Orreaga, el autor roba a las gentes que padecieron la bota imperial carolingia para exaltar a quienes realmente lo generaron.

Cerca de la escultura de Mario Basse se encuentra el Silo de Carlomagno, en cuya cripta dice la leyenda que están enterrados Roldán y los soldados francos que murieron en la batalla. Todo ello en Orreaga, en tierra vascona, mientras las gentes del lugar, de ayer y de hoy, siguen gritando, con un silencio sobrecogedor, que termine de una vez esa sombra de olvido y desmemoria que lleva extendiéndose por toda la geografía navarra durante ya demasiado tiempo.