El conflicto principal

tomás urzainki

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Tomás Urzainqui Mina. Esta sociedad navarra, más allá de los negacionismos internos, sufre un gran conflicto político que es la causa principal de todo lo que ocurre. Ese conflicto es la conquista continuada -además con sus graves consecuencias- que dos estados, España y Francia, efectúan sobre otro Estado europeo, Navarra. Este conflicto tiene dos vertientes, la externa, o interestatal, y la interna, ayudada por la polarización fraccionadora, que es la consecuencia constantemente alimentada por la citada influencia externa. A este respecto, viene al caso tener en cuenta el efecto político surgido como consecuencia de los sucesos de San Fermín del 8 de julio de 1978, buscado por los que provocaron los mismos, que fue la nueva división de la sociedad navarra, posicionándola en dos partes, pero ambas lideradas -respectivamente- de un lado por el nacionalismo español conquistador, directamente heredero del golpe de estado y genocidio iniciado en 1936, siempre camuflado con un fabricado estereotipo de lo navarro, después alrededor de UPN, y por el otro de forma difusa el llamado nacionalismo neoaranista, bastante anatematizado mientras existió la violencia de ETA.

En contra de lo que había sido hasta entonces, ambas partes coinciden en la práctica, contra toda lógica, y por diferentes motivos, en una misma negación, la de la realidad de la conquista continuada de la sociedad navarra y de su Estado navarro, así como en que para ambas partes, faltando a la verdad, Navarra no es más que una provincia, ya sea de España para los primeros, ya del Zazpiak bat para los segundos. El conflicto interno ha adquirido una relevancia tal que es la culminación de un proceso extrañamente convergente de sometimiento y a la vez de reacción contra el mismo, pero que se ha construido negando la causa de la situación de conquista e inventando un imaginario político oficial solo para, en el mejor de los casos, defenderse de alguno de los efectos de la dominación, pero que en la práctica busca dar cuerpo al neoaranismo y a su estatutismo autonomista, de forma paralela al elaborado desde el Estado español, y dando absolutamente la espalda a la realidad jurídico-política de la sociedad navarra, conquistada de continuo al igual que su propio Estado navarro, cuyo seno abarca a toda la comunidad lingüística de Euskal Herria.

A grandes rasgos, la polarización en el conflicto interno, por un lado se da entre los que, sin haber sido absorbidos del todo por los conquistadores, creen que es compatible pertenecer a la sociedad propia y a la vez a la conquistadora, y por otro están los que, teniendo conciencia de no pertenecer a la sociedad conquistadora, se crean a su medida una nueva identidad política y lingüística, pero erróneamente fuera de la amplia, plural y rica identidad propia, la de la ya existente sociedad jurídico-política navarra ahora conquistada. Así la confusión está servida, en claro beneficio del conquistador. Analizar esta polarización debe comenzar por conocer sus causas, los efectos y los beneficiarios de la misma, lo que es indispensable para poder acabar con el conflicto principal. Los extremos de la polarización -que es una situación inventada y alimentada- tienen puntos de contacto entre sí que es preciso estudiar. En las últimas elecciones autonómicas UPN perdió 20.000 votos, algunos de los cuales tuvieron que ir al otro polo, sobre todo a Geroa Bai. Esta tendencia de los votantes será probablemente buscada y promovida en las próximas elecciones generales. Lo mismo está ocurriendo en el PP con respecto al PNV. Esto sucede, al igual que en Catalunya, porque esa parte de la sociedad nunca ha dejado de considerarse diferenciada, y cuando su creencia de pertenecer a la sociedad española es defraudada, no tiene inconveniente en votar al otro partido, hasta entonces aparentemente adversario por no considerarse español, pero con el que comparten alguna forma de fuerte pertenencia común. Pero, sin embargo, tanto el PNV como Geroa Bai y la IA, aún no sintiéndose formalmente españoles, no quieren entender la causa del conflicto, pues lo niegan tácita o expresamente según convenga. Es decir, la constante es la sumisión producida por la conquista continuada, que se ve reforzada por la polarización interna que impide a los conquistados unirse y hacer frente al conquistador. La cuestión es cómo acabar con esa diabólica polarización, que solo favorece al Estado ocupante. Así, por ejemplo, el convenio y el concierto son eufemismos del mismo conflicto político que camuflan los verdaderos nombres de la realidad -el del saqueo que conlleva la conquista continuada- por considerarlos desde el poder conquistador como políticamente incorrectos. Dichos instrumentos jurídicos -convenio y concierto- adolecen de defectos sustanciales, como la desigualdad de las partes contratantes por la falta de libertad de una de ellas, que los hacen fraudulentos y nulos, por lo que su vicio de origen se reproduce en cada uno de sus numerosos efectos. Igual es el origen de lo que sucede con la negación de los derechos lingüísticos de los navarros, al cuestionarles el uso y aprendizaje de su propia lengua, el euskara. En resumen, es prácticamente imposible analizar las posiciones de las distintas fuerzas políticas actuantes, sin tener en cuenta la conquista continuada de la sociedad navarra por España y Francia.