Abrir el tapón a la libertad

tomás urzainki

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Tomás Urzainqui. El alzado tenebroso del mausoleo -panteón, sepulcro, cripta- de pesado cemento y ladrillo, chapeado en piedra, apología de crímenes execrables contra la humanidad que no prescriben, en permanente amenaza y negación de la vida y la libertad, de día y de noche, sobre las cabezas de los ciudadanos y de toda Navarra, terrible depósito de odio gélido, es el significante genocida de los Caídos, levantado para perpetuar la pertenencia a las depravadas mentes que han matado fríamente a muchos miles de indefensos navarros y navarras, y moralmente al resto.

No es un periclitado monumento, comparable a los de exaltación del fascismo de la época en otros lugares de Europa, donde fue derrotado y restituida la democracia de inmediato, el de aquí es la continuada negación y falsificación de la memoria del pueblo navarro, mientras esté en pie insalvable obstáculo para el pleno ejercicio de la libertad y la democracia, marcando con él la propiedad privada de Navarra a manos de los genocidas y de sus herederos.

La juventud navarra ha podido comprobar hasta ahora que no posee un horizonte abierto, pues lo han prefijado con mugas para su presente y futuro. Así, sin que nuestra nueva generación haya tenido nada que ver en ello, se encuentra con la limitación de tener que vivir, al parecer para siempre, en una sociedad donde ya han sido amojonados los alcances máximos al desenvolvimiento de los derechos que le pertenecen, ocultados y negados en la actualidad, pues una cosa es la teórica garantía de los mismos en la legalidad oficial, y otra muy diferente la cruda realidad, porque de hecho constatamos que continúan los monopolios absolutistas, donde por nosotras y nosotros otros ya han decidido e impuesto para siempre, además a sangre y fuego, cuál ha de ser nuestro futuro. Así, y a título de ejemplos, a qué Estado debemos pertenecer, qué creencia religiosa debe ser única o hegemónica, en qué sociedad debemos vivir tras dividirla en vencedores y vencidos;reiterándose las injustas prácticas contrarias a los derechos de los ciudadanos como la falsa imputación de terrorismo a los jóvenes de Altsasu a pesar de ser negada por los jueces navarros, o el divorcio legal con la sociedad navarra en el caso deLa Manada. En suma, necesitamos quitar el tapón que cercena el libre ejercicio de nuestros derechos.

Hoy, la gente navarra, tanto la que era mayor de edad cuando murió en la cama el genocida dictador en 1975, como la que lo padeció desde 1936, lleva demasiados años de sufrir también como víctimas de los enemigos de la libertad, igualdad y unidad de la sociedad navarra, tras el golpe militar carlo falangista, triunfante por aquel genocidio, causado por ellos sangrientamente. La estrategia que también han seguido los camuflados neofascistas, tras la muerte de Franco, consiste en hacer desaparecer los vestigios de la violencia ejercida continuadamente contra las legalidades, la navarra y la española, y sobre la población en general, así borran los lugares de la memoria de las víctimas, como mediante la demolición de las cárceles de Pamplona y de San Cristóbal, en las que encerraron a miles de ciudadanos no adeptos a ellos, muchos de los cuales antes de ser asesinados;el despacho de capitanía desde el que Mola conspiró contra la legalidad republicana española, dirigió el golpe militar, ordenó la eliminación física de todos los supuestos desafectos y el balcón desde donde arengó a los golpistas;los edificios empleados para lugares de detención y tortura, los Escolapios los carlistas, los Salesianos los falangistas;para mantener sólo el símbolo de la memoria de los vencedores, de manera que parezca natural su presencia y que nada pueda recordar la forma en que consiguieron imponer su nuevo orden que pretenden sea perpetuo. Al revés de lo que se ha hecho en la Europa liberada del fascismo y del nazismo, donde sí se conservan los lugares de aquellas atrocidades, pero no sus símbolos y apologías.

Aunque parezca ocioso el repetirlo, es imprescindible recordarlo, los Caídos afectan al conjunto de la sociedad política navarra, porque los fascistas insurgentes, al agredirla, se autoexcluyen de la misma. Por eso la sociedad navarra se ve obligada a defenderse de ellos derribando su símbolo. Hablar solo de dos bandos enfrentados, en la práctica es como legitimar al grupo rebelde, alzado en armas frente a la legalidad de todos, convertidos por aquellos en agredidos indefensos, que se defienden cuando pueden hacerlo. Aquel bando faccioso, formado por milicias fascistas españolas, carlistas y falangistas, unidas al ejército español golpista, sublevados contra el pueblo y ayudados por los ejércitos alemán, italiano y los mercenarios marroquíes, aplicando toda su violencia armada contra la ciudadanía indefensa. La perpetuación en la actualidad del paradigma de los dos bandos enfrentados como causa del golpe, la guerra y la dominación, además de ser en buena medida un fraude negacionista, hoy sólo ayuda al fascismo. Ya que en la realidad sólo hubo un bando, el faccioso y golpista, mientras que toda la sociedad fue y es su víctima.

El 36 no ha terminado, todavía es presente, las víctimas más directas y el resto continúan, continuamos en gran medida sometidos a lo iniciado entonces. Víctimas de las agresiones de todo tipo del fascismo que no cesa, hasta que consigamos la victoria de la libertad todos las sufrimos, nadie se libra, si no es fascista. Ver esto es clave ahora para poder derrotarlo y acabar definitivamente con el fascismo. El problema es que se pierde u oculta la perspectiva de que el presente es un continuo del 36, con gran gusto de los fascistas. Uno de los grandes goles que nos ha metido el franquismo es el sentido que se le da oficialmente a la Memoria Histórica, cuando en realidad es la actualidad continua o los actos continuos antidemocráticos contra los derechos humanos. La República navarra, la libertad o la democracia son presente negado y agredido, no solo memoria.

La unión de toda la sociedad navarra, mayores y jóvenes, en transversal unidad en la defensa de sus libertades, con un futuro en el que ya no haya división entre vencedores y vencidos, ni guerras civiles y genocidios, donde se conozca la verdad sobre lo que aquí ha pasado, y sobre todo que no haya continuidad en el sometimiento a las versiones fraudulentas y negacionistas de los conquistadores y absolutistas, que pretenden seguir imponiendo su permanente control liberticida.