Octaviano, agente secreto

jose_mari_esparza

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Cuando salen a la luz de la historia, siempre me ha gustado leer los informes que agentes secretos y policías españoles enviaron a sus superiores, trasmitiéndoles, de forma descarnada, la situación política en el País de los Fueros.

Aviraneta, por ejemplo, fue agente cualificado del Gobierno español en la primera guerra carlista, cuyas andanzas popularizó Pío Baroja. Sorprende la agudeza de sus informes: sostenía que los Fueros tenían muchos apoyos y “querer sujetar aquellos pueblos a nuestras actuales instituciones es querer eternizar la guerra civil (…) Ellos se creen, con sus fueros, los pueblos más libres de la tierra, y, cuando un pueblo tiene esa creencia, es sumamente peligroso tratar de darles otras instituciones”. El Gobierno español no le hizo caso y desde entonces no ha vuelto a haber ni paz duradera, ni encaje institucional con los vasconavarros. Surgieron el foralismo y el nacionalismo vasco como veredas políticas y cualquier contrafuero o ingerencia de Madrid se sentía en el país como casus belli. La Gamazada, como ejemplo.

Muchos años después, en 1902, el Ministro de la Gobernación envió a Octaviano Quijada, agente de policía, a analizar “el estado político y social de Pamplona, cabeza del antiguo reino de Navarra”. Su informe, recuperado del Archivo de Romanones por el historiador Olabarri, indica la información confidencial que el Gobierno tenía sobre nosotros: “El régimen foral –decía- no se concreta a los preceptos de la ley de 1841, sino que se retrotrae a las facultades que les concedían a los navarros las disposiciones abolidas desde la publicación de dicha ley”. La Diputación “prescinde casi en absoluto del Gobierno Civil (…) Hace nombramientos de secretarios y otros funcionarios, sin atender para nada las propuestas y reclamaciones de los Gobernadores. Denomínase la corporación Vasco-Navarra, no provincial (…) y prueban en todos sus actos el exceso de autonomía, no sólo en asuntos económico-administrativos, sino que también en los de carácter político (…) Como consecuencia natural de ese predominio de las corporaciones navarras, el separatismo de la región se fomenta y arraiga”.

Y prosigue Octaviano: en cuanto “al Socialismo que predomina en la capital del antiguo Pompeione de los vasco-navarros” destaca “su propensión de ser autónomos dentro del Estado nacional; manifestándose siempre ansiosos de recuperar sus fueros y libertades en la medida que la situación política de España les proporcione. El socialismo del Estado tiene allí pocos prosélitos”.

“El navarro –concluye el informe- es idólatra de sus costumbres y deshecha a las personas nacidas fuera de su territorio. En tanto es así, que los anarquistas de Pamplona son también alucinados como sus similares los socialistas, y viven dentro de una atmósfera de peculiar independencia nada favorable a los destinos de la patria común; se diferencian de los radicales anarquistas, así de otras poblaciones de España como del extranjero, en que se manifiestan ajenos al cosmopolitismo de la verdadera secta, es decir, que sus ideales pugnan con la apasionada autonomía regional. Y resumiendo, puede asegurarse que los naturales de Pamplona y toda Navarra tienen, en general, miras puramente regionalistas, contrarias al dogma liberal”.

Si Octaviano Quijada regresara del Limbo -es un suponer- y le encargaran hoy día hacer el mismo informe, sin duda escribiría: “Por fin, abolimos en Navarra la quimera de los Fueros. Nada que ver la situación presente con la que vimos en 1902. Ni siquiera con Amadeo Marco tuvimos clase política tan servil. El régimen impuesto en la provincia en 1978 ha dado sus frutos. Gentes extrañas a la tierra e ignorantes de sus antiguas libertades, campean en sus instituciones. Como en el resto de España, o quizás con más fervor, las decisiones se toman en Madrid. La mayoría de las leyes que aprueba su Parlamento, incluso la del auzolan, se podan en la capital de España. ¡Hasta las boinas de su Policía Foral se han cambiado por las del resto de policías! UPN, PP y PSOE aparcan sus diferencias y se funden por la razón de Estado. Barcina, Jiménez y sus conventículos, han sido excelentes marionetas que preciso será reponer cuando se estropeen, para que pueda seguir el juego. Al carecer de principios morales, son propensos a saquear arcas públicas a su albedrío, pero es el precio que nos cuesta su vasallaje. Siempre fue así: Navarra bien vale una misa. En definitiva, la ‘Pompeione de los vasco-navarros’ de la que les informaba antaño, ha desaparecido de las instancias del poder, aunque se conserva pujante en los ghettos. Eso sí, ghettos cada día mayores y más airados. Cuídense de ellos si desean mantener la colonia, porque en esta tierra el atavismo trabaja incansable, y la historia es muy tornadiza. Dios guarde a usted y a España muchos años. Octaviano Quijada, agente secreto”.

Jose Mari Esparza Zabalegi
Editor