Navarra oriental
Inglaterra conoce Egipto, Egipto es lo que Inglaterra conoce; Inglaterra sabe que Egipto no es capaz de tener autogobierno, Inglaterra confirma que, al ocupar Egipto, Egipto es para lo egipcios lo que Inglaterra ha ocupado y ahora gobierna; la ocupación extranjera se convierte, pues, en ‘el fundamento principal’ de la civilización egipcia contemporánea: Egipto necesita -de hecho, exige- la ocupación británica.
Orientalismo
Edward W. Said
Hay una línea de pensamiento que se inicia en el primer tercio del siglo XX con Víctor Pradera y que tiene en la actualidad a Jaime I. del Burgo como principal adalid que afirma con contundencia la vocación española de Navarra. El ser de Navarra lleva implícita la españolidad desde sus orígenes históricos en la Alta Edad Media. Su principal valedor histórico fue Claudio Sánchez Albornoz.
Otros piensan que Navarra fue un reino hispano medieval independiente, sí, y que fue ocupado militarmente por Castilla en 1512, también, pero que supo sacar provecho de la incorporación que siguió a la conquista y dominio. Que se mantuvo reino de por sí dentro de la monarquía española, hasta que por necesidades de la modernidad cedió mediante una ley paccionada en 1841 su estatus de reino y pasó a ser una provincia, foral por supuesto, más de la nación española. Juan Cruz Alli y una gran parte del pensamiento conocido como navarrismo avala esta tesis.
El pensamiento carlista aceptó parte de esta teoría, pero consideró como una injusticia no pactada la ley de 1841 y pretendió siempre un retorno al estatus foral anterior al Convenio de Bergara de 1839, acontecido tras la derrota de la guerra de los Siete Años. Hacía extensivo este planteamiento a la situación foral de las tres provincias Vascongadas.
Mientras sigamos percibiendo ‘Navarra’ como una simple provincia de España, creada y construida por ella, las posibilidades de emancipación serán muy escasas
Cuando en el siglo XIX surgen las reivindicaciones nacionales modernas también se expresaron en nuestro entorno. En primer lugar, consistió en la reivindicación histórica y cultural de una Navarra independiente, vasca de lengua y cultura. Fue la Asociación Eúskara de Navarra y no tuvo ninguna concreción política. En este contexto tuvo mucho más éxito político el movimiento creado por los hermanos Arana Goiri, padres del nacionalismo vasco moderno. En su perspectiva, Navarra era uno de los siete territorios constitutivos de Euzkadi. Todos ellos con una soberanía originaria que fue cedida, mediante pactos, a Castilla en diversas etapas. Estos pactos formaban la base del sistema foral vasco.
Hoy en día estamos en condiciones de plantear la realidad histórica de Navarra como el Estado de los vascos. La máxima estructura política que el pueblo vasco ha construido a lo largo de su historia ha sido el reino de Navarra. A través del mismo se forjó su nacionalización, sobre todo durante la Baja Edad Media y el comienzo de la Moderna. Las sucesivas conquistas y minoraciones sufridas han conducido a la actual realidad de una nación, Euskal Herria, desde el punto de vista lingüístico y cultural troceada y desgarrada desde el político. Las fechas que marcan este proceso son: 1200, en la que los territorios occidentales pasaron a manos de Castilla; la de 1512, en la que fue conquistada la Alta Navarra, y la de 1620, en la que, a manos de la monarquía francesa, se perdió cualquier resto de soberanía.
Este punto de vista no concibe nuestro país como la suma de siete provincias, lo percibe como un conjunto lingüístico y cultural, pero sobre todo político, vertebrado en torno al Estado de Navarra. Navarra es la denominación política de ese conjunto humano y territorial conocido desde su pertenencia al Imperio Romano como Vasconia. No son siete realidades, es una. Menguada, troceada y enfrentada internamente por los dos imperialismos que históricamente la han ambicionado y terminado por repartirse.
De modo semejante a como Aristóteles afirma, en su Metafísica, que “el ser se dice (o mejor, se entiende) de muchas maneras” nos encontramos con que también “Navarra se entiende de muchas maneras”. Aquí se han expuesto cinco. De ellas, en cuatro se presenta Navarra como lo que es en la actualidad, la Comunidad Foral, antes provincia, de Navarra. Es decir que en las cuatro primeras se acepta que Navarra es (el ser que diría el estagirita) lo definido y determinado por los imperialismos que la han dominado a lo largo de la historia. Por eso, además de la Comunidad Foral española, tenemos una folklorizada Basse Navarre dentro del departamento francés de Pyrénées-Atlantiques.
Si en el texto de E. Said, citado al comienzo, sustituimos Egipto por Navarra e Inglaterra por España podemos hacer una reflexión interesante. En efecto: “España conoce Navarra. Navarra es lo que España conoce”. Esto es algo que se percibe con claridad en los cuatro primeros planteamientos. En todos ellos, Navarra es lo que España define como “Navarra”. Es el mismo proceso que denuncia Said en su libro Orientalismo. Oriente es un concepto creado por los intereses imperialistas occidentales para moldear los pueblos, países y estados sometidos, de forma que vean su dominación como algo natural y que la acepten de buen grado.
Si seguimos, siempre con E. Said: “la ocupación extranjera se convierte, pues, en el fundamento principal de la civilización navarra contemporánea”. Hemos rizado el rizo y ya es la propia ocupación la que se erige como legitimadora de la existencia actual de Navarra.
Siempre que se acepte, con la conocida tautología de Del Burgo, que “Navarra es Navarra”, es decir la CFN, se está aceptando el modelo orientalista. El modelo de subordinación generado desde España y Francia. Desde su interior es prácticamente imposible alcanzar nuestra emancipación. Para evitarlo tienen preparadas todas, ¡todas! las trampas legales, paralegales, ilegales; así como cualquier tipo de violencia: simbólica, amenazante o positiva para evitarlo.
Mientras Oriente siga aceptando su constitución como una construcción del imperialismo occidental y reflejo necesario del mismo, seguirá siendo incapaz de hacer que sus pueblos, sus naciones y sus estados se emancipen según una lógica propia. La lógica de la libertad no impuesta.
Del mismo modo, mientras sigamos percibiendo Navarra como una simple provincia (o comunidad autónoma, tanto da) de España, creada y construida por ella, nuestras posibilidades de emancipación serán muy escasas. Mientras se siga considerando la provincia de Navarra como un herrialde más y al resto de territorios como otros herrialdes definidos según la lógica imperial de España y de Francia, es muy difícil que madure un proceso liberador. Tampoco se podrá tener claro el sujeto del evidente derecho a decidir. La primera condición de libertad es la capacidad de construir un relato propio. Si se acepta el construido por los ocupantes nunca saldremos de la tela de araña en la que nos han envuelto. La Navarra Oriental no es Roncal ni tampoco la Alta Navarra de Euskal Herria. Es la Navarra despistada, incapaz de establecer su memoria y relato y, por lo mismo, de emanciparse.
Luis Mª Mtz. Garate