Suele decirse que la identidad de un pueblo se define por tres aspectos: lo que de él han dicho los antropólogos y lingüistas; lo que han escrito los viajeros y literatos que lo han observado, y lo que ese pueblo ha expresado sobre sí mismo. Entonces, ¿alguien puede dudar de la identidad presente y pretérita del valle de Mañeru?
Mañeru es otro hito del genocidio cultural que durante siglos sufre Navarra. Lo rodean pueblos (Argiñaritz, Artatzu, Zirauki, Etxarren, Gorritza, Orendain, Sorakoitz…) con el euskera en la epidermis. Toda la Edad Moderna fue considerado bascongado. En sus actas rebosan antropónimos como Pedroko Laborari, María Motz, Juan alias Beltza, Juanes alias Eskutari… Cuando en 1645 el Conde de Lerín envió a Mañeru comisarios que solo sabían romance, los largaron porque “habiendo unas 150 familias, todas comúnmente hablan la lengua bascongada y de las tres partes, las dos y más no entienden ni hablan la lengua castellana”. Abundan las demandas del valle rechazando a cualquier “comisario que no fuere bascongado y no entienda bien la dicha lengua”. Llegado el siglo XIX, todos los pueblos seguían siendo euskaldunes.
En 1857, el Gobierno español impuso la Ley Moyano en las cuatro provincias, con la que uniformizaba la enseñanza, imponía el castellano como única lengua y convertía a los maestros en funcionarios del Estado. Fue la puntilla para el euskera en muchos pueblos navarros que, como Mañeru, se hallaban en la muga lingüística.
La lucha por los derechos forales, el control de la educación entre ellos, fue constante durante toda la Restauración. En la Gamazada, de la que este año se cumple el 130 aniversario, fue una de las demandas y así se reflejó hasta en los paloteados de la Ribera:
Antes en nuestra provincia
se nombraban los maestros
ahora se hace en Zaragoza
¡mirad si adquieren derechos!
Aquella ola reivindicativa llegó hasta la República. El 13 de mayo de 1931, nada más ser elegida la nueva Diputación, el tafallés David Jaime propuso dar los pasos necesarios para la oficialidad del vascuence y la implantación de bilingüismo en todo Navarra, “por ser una reivindicación del pueblo humilde, ya que las lenguas vernáculas fueron relegándose al olvido precisamente por las clases privilegiadas”. La moción fue aprobada por unanimidad, desde el carlista Amadeo Marco al dirigente del PSOE Constantino Salinas, que jamás fue un escorpión.
Mañeru estaba entre aquellas mayorías de ayuntamientos que pidieron, hasta tres veces, “la unión en el mismo Estado Federal, de las cuatro regiones de Vizcaya, Álava, Guipúzcoa y Navarra en un solo Estatuto”. Estatuto que proclamaba que “el idioma originario de los vasco-navarros es el euskera, que tendrá, como el castellano, carácter de lengua oficial”.
Nadie puede negar la identidad histórica del valle de Mañeru y su firme voluntad de recuperar su pasado euskaldun, saltando por encima de la Ley Moyano ayer, y de la Ley del Vascuence hoy, redactadas ambas con la misma protervia españolista. En 2009, el Departamento de Educación del Gobierno de Navarra decidió clausurar la escuela de Zirauki por falta de niños y niñas. No es que no los hubiera, sino que la mayoría acudía a matricularse a la vecina Gares, donde podían estudiar en euskara. Mañeru ha hecho una demanda similar, con unanimidad de su Ayuntamiento, para que sus 42 menores que diariamente acuden a Gares a los modelos de euskera, puedan estudiar en su propio pueblo y no les ocurra como a Adrián Marturet Asiain, el chaval de 6 años muerto en accidente de tráfico cuando iba de Oteiza a Lizarra para poder estudiar en euskera. ¡Felones!
Las razones que da UPN para justificar este apartheid son comprensibles, aunque su portavoz Iñaki Iriarte, pongo la mano en el fuego, no se crea lo que dice. Es ese odio visceral del PSN lo que todavía me sorprende, tonto de mí, en un momento en que gracias a los votos abertzales mantiene los gobiernos de Iruñea y de Madrid.
Esto nos trae a las mientes la fábula de la rana y el escorpión atribuida a Esopo. El escorpión del PSN le pide a la rana abertzale “ayúdame a pasar el río de esta legislatura”. “¿Y cómo sé que no me picarás?” le dice la rana, sabedora de todas las traiciones, crímenes, robos y mentiras del PSN desde 1981, bien demostradas en el reciente libro de Mikel Bueno Urrizelki. “No te puedo picar –le dice el escorpión– porque entonces nos ahogaríamos los dos”. Así que la rana aceptó y juntos han ido cruzando la legislatura hasta que, cerca de la orilla, el escorpión le pega a la rana el aguijonazo de Mañeru. “¿Cómo puedes hacer esto? ¡Nos ahogaremos los dos!” dice la rana. “Es que… es mi naturaleza”, respondió el escorpión.
No hay otra explicación. Aquel socialismo navarro, vasquista y obrero, el de Constantino Salinas y Julia Álvarez, que resistió la guerra y el exilio, fue sustituido a partir de 1981 por unos delincuentes sin alma, que odian sobre todo aquello que les recuerde sus traiciones. Solo desde esa inquina a lo vasco se comprende que impongan en todo Navarra un modelo en inglés que nadie había pedido e impidan a 42 chavales de Mañeru a estudiar en su propio pueblo, en su antigua lengua. Es su naturaleza. Escorpiones. Arrabioak.
José Mari Esparza