La (nueva) querella de Del Burgo

Jaime Del Burgo

Homenaje Tejeria


Arturo Del Burgo Azpíroz ha interpuesto una querella criminal por los delitos de injurias y calumnias graves contra el historiador Fernando Mikelarena Peña.

El motivo alegado es la referencia que el historiador querellado hace respecto al abuelo del querellante D. Jaime Del Burgo Torres, en su libro La [des]memoria de los vencedores, Jaime Del Burgo, Rafael García Serrano y la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz (Pamiela-2019) y en el artículo publicado en este diario, el pasado día 17-10-2020, titulado «Saca de Tafalla-Monreal, 21-10-1936».

El querellado Fdo. Mikelarena es un reputado y respetado historiador a quien esta vez le ha tocado en desgracia una querella de las que la familia Del Burgo tiene depositadas en su arsenal de querellas, y que viene motivada por algunas consideraciones que el historiador realiza en sus trabajos, a lo largo de su labor histórica e investigadora, y que han soliviantado el honor de la familia Del Burgo.

Y es que en La [des]memoria de los vencedores, donde aborda la figura del abuelo del querellante, nos recuerda el hecho, desconocido hasta ahora, de que Jaime del Burgo ostentó el cargo de jefe de Requetés de Navarra, de manera temporal, desde el 18 de octubre de 1936 hasta, como mínimo, el 27 del mismo mes, por designación del jefe de Requetés de Navarra, Esteban Ezcurra, dándose la circunstancia de que la saca de Tafalla, que culminó con el fusilamiento masivo de 64 republicanos en «La Tejería» de Monreal, el mayor de los asesinatos colectivos registrado en Navarra, tuvo lugar el 21 de octubre de 1936. Exactamente, cuando Del Burgo era jefe de Requetés de Navarra, temporalmente, sí, pero a todos los efectos. Jefe es una palabra que todo el mundo entiende y, aunque se le busquen matices, equivale a superior, director, principal, gerifalte, jerarca, caudillo, mandamás, nagusia, etcétera.

Las afirmaciones de Mikelarena ahí están. Basta con leer su libro y su artículo para ver que certifican su cometido de historiador y no traspasa esa línea, aunque sí nos ilustra de lo que el Requeté y su Tercio Móvil realizaba en su cuartel de Escolapios de Pamplona, lugar siniestro para la memoria. El propio Del Burgo, en su libro La Historia de Navarra. La lucha por la libertad (Tebas 1978), recuerda a Balmes cuando advertía de que «antes de leer una historia es muy importante leer la vida del historiador». Pues bien, hagámoslo, siguiendo su pluma de entusiasta requeté.

En este libro, de 637 páginas, despacha la Guerra Civil y el Golpe militar en dos párrafos: «Navarra participó en la guerra a costa de sacrificios inmensos extensibles también a los elementos de derechas, republicanos e incluso nacionalistas vascos». Y eso es todo. Pero, ¿lo es?… Para nada. ¿Dónde quedan y quién padeció los encarcelamientos masivos, los fusilamientos y ejecuciones sumarias, el trabajo esclavo, el destierro, el hambre, la exclusión social, los campos de concentración, las listas negras, las depuraciones, el rapado de cabeza a las mujeres, el aceite de ricino, las humillaciones masivas, las desapariciones, los robos de niños, las incautaciones de bienes, los expolios, etcétera? Menos mal que Del Burgo se nos presenta en la contracubierta del libro como historiador, humanista y erudito. Y, aun así, ¿eso es todo lo que tiene que decir en una Historia de Navarra?

Cuando habla de sí mismo en Conspiración y Guerra Civil, no nos ofrece resultados diferentes, aunque deja un mejor autorretrato. Aquí dice: «Han pasado ya muchos años. Tantos, que apenas si queda memoria de aquellos sucesos. Y sin embargo, creemos sinceramente que es bueno recordarlo, no para abrir viejas heridas, casi cicatrizadas, sino para dejar constancia de unos hechos, o unas actitudes y de unas conductas, que mal o bien, forman parte de la difícil asignatura de la historia».

En efecto. El tiempo ha pasado, pero, afortunadamente, queda la memoria de «aquellos sucesos», y no por lo que él haya contado, aunque suficiente para establecer su lugar en esa historia pasada y algunas verdades. El tiempo es el tribunal de la historia, una asignatura tan difícil, sobre todo, cuando ha tenido tan pésimos profesores como Del Burgo.

El hombre siempre consideró la Guerra Civil una cruzada y una «auténtica guerra santa» y de ese cubil nadie lo sacó. Para eso, organizó el Requeté, lo instruyó militarmente y lo armó en plena República, hizo maniobras militares por toda Navarra, preparó un golpe de Estado con todo cuanto conlleva. Siempre estuvo armado, llevaba escolta armada, fue a la Italia fascista a entrenarse en tácticas militares y guerrilla urbana, con significados conmilitones, tan humanistas como él. En las publicaciones que dirigió, si no hizo apología del terrorismo, sí usó un lenguaje agresivo y violento del que nunca se arrepintió. Para certificarlo, se podrían arracimar cientos de sus citas y nos quedaríamos cortos. Una persona que consideró siempre legítimo un golpe de Estado que da lugar a una Guerra Civil y que la justificó llamándola «Guerra Santa», probablemente, no tenga remedio democrático.

Sin embargo, ya ven, un nieto de este Del Burgo se querella contra un historiador porque este pone en conocimiento de toda la sociedad, en especial de las víctimas, un hecho que, paradójicamente, a su autor nunca le molestó, sino todo lo contrario. Mikelarena se ha limitado a investigar presentando el resultado de su trabajo elaborado con la metodología de un historiador profesional y honrado, al que anima como único propósito que la verdad histórica se abra paso ante tanto cinismo, ocultación, tergiversación y manipulación.

En cuanto al querellante, está en su derecho a querellarse, no sería la primera vez que la familia utilizase esta vía, pero le convendría preguntarse para qué ha servido a Navarra la actividad en la que su abuelo fue protagonista de primer orden. Salga a la calle, pregunte y hable con las víctimas de aquella catástrofe humanitaria, y deje en paz a un profesional que en el libre ejercicio de su trabajo actúa con verdad, rigor y minuciosidad.

Por lo demás, y como afirmaba el médico de la Insula Barataria: «Omnis saturatio est mala», pero la saturación de querellas es la peor. Sobre todo, cuando el relato de la querella es confuso, impreciso y contradictorio. Así que imite a su padre y abandone esta senda. Seguro que sale ganando usted y la Historia.

Pablo Ibáñez, José Ramón Urtasun, Carlos Martínez, Víctor Moreno, Orreaga Oskotz, Clemente Bernad, Jesús Arbizu, Carolina Martínez, Íñigo Pérez, Ángel Zoco, Laura Pérez y Txema Aranaz Del Ateneo Basilio Lacort