‘Josito’ Iribas

Jose Mari Esparza Zabalegi. Acaba de celebrarse en Ciudad del Cabo el encuentro de la Alianza Internacional de Editores Independientes, que agrupa a más de 300 editoriales de todo el mundo. A instancias de los editores árabes, se aprobó una resolución, que será elevada a la Unesco, condenando todo tipo de censura a los libros, incluso bajo la excusa de la lucha antiterrorista. Al regreso, uno se encuentra con la noticia de que José Iribas, Josito para sus vecinos, acaba de anunciar la retirada de 22 libros escolares de seis editoriales, por incluir el mapa de Euskal Herria. Hombre pragmático él, propone que se corten las páginas que no le gustan y santas pascuas. De haberlo sabido antes, me hubiera gustado haber citado a mi paisano en el encuentro sudafricano de editores.

Josito es un fenómeno raro, aunque muy común en Navarra. Su familia logró en 1655 la ejecutoria de hidalguía, como originaria de la casa Unayarena, en el lugar de Iribas, corazón del solar bascongado. Ajeno al origen vasco del que blasonaba su abolengo, Josito descubrió muy joven que precisamente el antivasquismo sería su modus vivendi, y así ha sido: jamás trabajó en otro menester. Y nunca ocultó sus ideas. Recuerdo que cuando, todavía imberbe, se presentó como concejal de Tafalla, dijo tener tres objetivos: cerrar la revista Merindad, quitar la ikurriña del grupo de dantzas y sacar la barraca de la ikastola de su espacio festivo. Y en vez de condicionar su voto en los presupuestos municipales a las demandas típicas de la derecha (planes urbanísticos, impuestos), él siempre puso sobre la mesa de negociación sus fobias identitarias. Y a fe que lo consiguió en parte, merced a la pusilanimidad del PSOE: la revista fue cerrada, aunque se reabrió años después, y los dantzaris dejaron de ser municipales, aunque siguieron con la ikurriña. Solo la barraca de la ikastola siguió en su sitio.

Forjado ya como ariete del navarrerismo, pasó al Ayuntamiento de Iruñea, donde continuó su labor obsesiva contra el euskera, fiestas populares, olentzeros, publicaciones… Josito, caballero templario del nacionalcatolicismo, continuó su misión desde la Consejería de Educación. Entretanto, cobró dietas opacas de Can (que tuvo que devolver) y otras pequeñeces materiales, porque no solo de hostias viven los buenos cristianos.

Pese a su familia carlista, Josito es poco tradicionalista y nada respetuoso con sus abalorios. Un pariente suyo, Demetrio Iribas, abogado y diputado como él, fue en 1866 uno de los impulsores del Laurak Bat, con el fin de “impulsar el patriótico sentimiento de reunir en estrecho abrazo a las cuatro provincias hermanas… símbolo de unión de cuatro pueblos gemelos”. Y a tal fin propuso a las otras tres diputaciones la creación de una universidad vasco navarra; un manicomio vasco-navarro (que todavía existe); un establecimiento de beneficencia y un banco vasco navarro. “No debe ocultarse a nadie que conozca la índole, naturaleza y circunstancias del País Vasco navarro -afirmaba Demetrio en aquella Diputación- que los intereses morales y económicos de las Provincias Vascongadas y Navarra, dentro de sus respectivas condiciones forales, pueden desarrollarse ampliamente a favor de una unión patriótica y generosa”. Tres años más tarde, Demetrio y su hermano Jesús María tuvieron que exiliarse en Iparralde. A la vista está que Josito heredó de sus familiares el apellido y el palacio de Sosierra tafallés, pero no las ideas. Y hablando de ideas, terminaré dándole a mi paisano unas cuantas, para que no se limite a esos 22 míseros libros y continúe a lo grande con su labor reeducadora de la ciudadanía navarra.

En primer lugar, debe retirar de las bibliotecas todos los diccionarios, enciclopedias y geografías existentes, desde el Diccionario Geográfico-Histórico de España, editado por la Academia de la Historia en 1802, hasta la Enciclopedia Larousse (1972) o la Espasa-Calpe (1994), ya que todas, sin excepción, incluyen mapas o definiciones de Euskal Herria incluyendo a Navarra.

Debe asimismo expurgar de los archivos todas las guías de Navarra que nos incluyen dentro del País Vasco, País Vasco navarro o Euskal Herria. Por ejemplo, la Guía de Navarra que en 1922 patrocinaron las Excelentísimas Diputaciones de Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya y la Ilustre Sociedad de Estudios Vascos; la que editó Joaquín Ilundain, alcalde de Pamplona, en 1926, llamando a Navarra “tierra de los vascos”; la que patrocinó la Diputación en 1927 y que decía que “en el siglo VIII y en la abruptas montañas de Euskalerria, tuvo su origen la monarquía navarra”. O la que en los años 30 editó el Comité de Turismo de Navarra, con el mapa de las siete provincias. Al fuego con ellas.

Del mismo modo, debe apartar de las estanterías navarras miles de libros, cuyos autores, de todas las ideologías, incluyen a Navarra en el conjunto del País Bascongado, o Euskal Herria. Al fuego con Moret, Navarro Villoslada, Olóriz, Unamuno, Baroja, Iribarren, Lacarra, Iturralde y Suit, Etayo, Urabayen… y así con la casi totalidad de nuestros literatos y ensayistas.

Josito, Nerón de la bibliografía navarra, ánimo, que todavía te queda tajo.