El silencio indolente

2018-05-20, Berriobeiti. Ezkaba iheslariei urteko omenaldia.

20-05-2018, Berriobeiti. Homenaje anual a los fugados de Ezkaba.

2018-05-20, Berriobeiti. Ezkaba iheslariei urteko omenaldia. 20-05-2018, Berriobeiti. Homenaje anual a los fugados de Ezkaba.


Durante la guerra del 36 y en años posteriores, tras el levantamiento militar golpista contra el sistema democrático vigente la República, se cometieron una de las más atroces y ruines acciones contra la persona, contra la sociedad, contra el pensamiento crítico, contra la libertad de expresión, contra la convivencia: “las sacas” de personas de sus casas, de sus trabajos, para fusilarlos por sus ideas, por lo que habían expresado, por los posicionamientos que habían tomado… Sacados con nocturnidad, para arrojarlos a las cunetas a escondidas para ocultar el lugar. Semejante matanza generó tal miedo entre la gente de bien, que el silencio se instauró de tal manera que criticar, posicionarse en contra, daba pavor, miedo a que te pasara lo mismo que a los fusilados, desaparecer para siempre sin dejar rastro y que toda tu familia quedara marcada, señalada y despreciada.

Ese silencio miedoso de una parte, la parte crítica, era la que posibilitó durante cuarenta años la convivencia. Una convivencia ficticia, pero apañada. Ese silencio provocado caló tan profundamente que acabada la dictadura, ya con la democracia, no se supo romper con el corsé anterior. No se hizo una revisión crítica de lo pasado, hubo que dejarlo correr, olvidar para poder seguir conviviendo. Más silencio basado en el miedo a la verdad y a la reparación, no fuera que hubiese un nuevo levantamiento militar golpista.

Pero cuando uno/a y toda la sociedad ha crecido en ese ambiente del miedo y del silencio, hay que ser valiente para lanzarse a debatir sin discutir. En estos cuarenta últimos años de democracia se ha discutido mucho y debatido menos, a veces, demasiadas veces, la discusión ha llevado a que se rompan cuadrillas de amigos/as, a que se separen familias, porque la discusión se hacía extrema, se intentaba imponer la idea al interlocutor y se llegaba al enfrentamiento con el insulto y a veces con las manos. No se enseñó en las familias, en las aulas, a debatir en libertad, a respetar la idea contraria, a reflexionar en común, a saber interiorizar los avances. Por eso, la respuesta social a esa tensión no fue ¡más democracia! más debate de ideas huyendo de lo personal. Se siguió sin entender que la clave estaba en la educación, en la formación crítica, que se nos tenía que enseñar a debatir sin enfados, a saber exponer tus ideas y defenderlas frente a la otra persona sin descalificarlo.

La respuesta fue de nuevo el silencio cauteloso, ya que si no discutimos, si no empezamos ningún debate, si no criticamos… no reñimos, por lo que la convivencia volverá a su ser (“por la paz un avemaría”). Y este es uno de los problemas más graves de la sociedad española contemporánea. Pueden colectivos, grupos de opinión, pensadores… abrir espacios de reflexión, incidir sobre temas que a todos/as nos afectan: situación laboral, feminismo, xenofobia, ecologismo, relaciones entre comunidades y Estado, etcétera, y aparentemente la gente va a dar la razón a la mayoría, va a asentar por no discutir por miedo a veces de quedarse aislado. Se entra en lo que la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neuman definió como “la espiral del silencio”: la tendencia que mostramos las personas a no exponer públicamente nuestras opiniones cuando somos conscientes de que estas no son mayoritarias.

Ese dar la razón a la mayoría para evitar el enfrentamiento hace que no haya reflexión interna ni interiorización de las ideas que en público se dicen defender. Sin embargo, a la hora de la verdad en el espacio privado protegido de las miradas externas, se actúa como si todas esas ideas progresistas no fueran con uno/a. Y así vamos, indolentes sin avanzar.

Natxo Barberena