«El monumento a los vascones de Orreaga hurga en las entrañas de nuestro pueblo»

Luzaide Montajea itzalak.

El artista Patxi Aldunate espera impaciente la llegada del 15 de agosto. Si se ha conseguido reunir los 40.000 euros necesarios, ese día se inaugurará en Luzaide el monumento dedicado a los vascones vencedores en la batalla de Orreaga, con el que «hurgamos en las entrañas de nuestro pueblo»

Después de más de 1.200 años y si la campaña de crowdfunding consigue reunir 40.000 euros, por fin un monumento homenajeará a los vascones que el 15 de agosto del 778 en Orreaga consiguieron derrotar al ejército franco de Carlomagno, el más potente de la época. Promovido por Fundación Orreaga, es obra de Patxi Aldunate, que se siente un poco estresado y abrumado por la responsabilidad de condensar en una escultura una batalla que «es parte intrínseca de nuestra historia, de nosotros mismos».

Usted es el escultor que ha diseñado el monumento dedicado a los vascones vencedores en Orreaga. ¿Cómo terminó esa tarea entre sus manos?

Creo que los promotores se decidieron por mí a raíz de la pieza que construí para la Tejería de Monreal hace dos años. Los que me contactaron sabían que había hecho obra pública y además de contenido. Aquella no era la primera, ya que la que haga sobre la batalla de Orreaga será mi octava obra pública. Lo que pasa es que las anteriores no tenían tanto simbolismo como la de la Tejería y las emociones que provoca. Y lo mismo ocurre con la que voy a construir ahora, porque con el contenido que tiene, a cualquier artista vasco que le digan para hacerla, pierde el culo por realizarla, porque es parte intrínseca de nuestra historia, de nosotros mismos. Representa lo que hemos sido, lo que somos y lo que vamos a ser. Para mí, que todo esto me apasiona, ha sido como ponerme un caramelo en la boca.

Condensar en una imagen la batalla más recordada de nuestra historia no le habrá resultado sencillo. ¿Cómo ha sido ese proceso de creación?

En esta pieza, lo más importante era ensalzar la figura de los vencedores de ese suceso histórico, cosa que no se había hecho hasta ahora. A la hora de pensar en cómo representar a nuestros antepasados, no lo entiendo como algo abstracto, porque puede ocurrir que no se entienda y quiero que la gente lo entienda. No quiero que diga que son cuatro hierros que se han puesto ahí, sino que son los vascones. Además, incluso lo va a poner por escrito, ya que hay un texto en la escultura, taladrado en una de las piezas, que está sacado de textos antiguos y que señala que «los vascones surgieron de lo más profundo del bosque». Son los vencedores de la batalla, nuestros antepasados, y yo los imagino así, grandes, en plano, porque en el bosque, sus adversarios, las huestes de Carlomagno, los verían como siluetas que pasaban a toda velocidad por el bosque. Esa silueta es la que he representado y por eso, la escultura es plana, la figura no tiene volumen.

Lo ha titulado ‘Populus Baskonia’. ¿Por qué ha elegido esos términos, con el latín y el euskara mezclados?

Los vascos conocemos nuestra historia por los escritores de fuera de Euskal Herria. Antes de la primera publicación de un libro en euskara en el siglo XVI, esta lengua se había encontrado escrita en losas romanas, miliarios…, aunque pocas palabras. Los que han contado nuestra historia han sido extranjeros y si tenemos conocimientos de los vascones es por los romanos, que hablaron de nosotros y convivieron y se mezclaron con nosotros. Por todo ello, por esas cosas de la antigüedad, no me parece incorrecto utilizar un idioma que no sea el nuestro.

Aldunate, junto a su obra.

El monumento está formado por tres piezas con una simbología concreta cada una. ¿Qué representan?

En euskara se dice «hiru pertsona multzo dira» y a partir de esa idea, el monumento tiene tres partes. Una representa a la gente del entorno más cercano, el pueblo mismo; otra pieza, a la gente del valle y la tercera, a toda la gente de Vasconia que acudió a responder por lo que nos habían hecho.

Además le ha incorporado un símbolo con un significado especial.

Sí, es una cabeza pequeña que está incrustada dentro de los adultos y con la que pretendo simbolizar el nacimiento del Reino de Pamplona, que estaba a las puertas de nacer, de tomar conciencia como pueblo. Por eso está el niño, que representa la semilla del reino, lo que está por venir. Y está rodeado por unos rayos solares, que hacen alusión al culto al sol precristiano, a que somos parte de la naturaleza en la que nos hemos desarrollado.

La obra tendrá una altura de cinco metros. ¿Por qué se ha decantado por unas dimensiones tan notables?

En principio, esta pieza se ideó para Ibañeta y la pensé con unas dimensiones y con una colocación concreta para ese lugar. Pero al final, se ha decidido ubicarla en Valcarlos, así que se ha tenido que introducir algunos cambios. El espacio tiene unas características que hay que tener en cuenta y por ese motivo, las piezas van a ir en fila en lugar de formando un círculo, como estaba pensado en origen. Además, la escultura no puede ser más alta que las casas del pueblo y por eso se reduce un poco, aunque sigue teniendo más de cuatro metros de altura. Y tiene esas dimensiones porque entiendo a nuestros antepasados como gigantes, como gente dura, fuerte, que vivía en el monte hace 1.200 años. Serían tremendos, como «basajaunes», y encima eran greñudos, barbudos y vestidos con pieles, según señalan las fuentes. Tenían que dar pavor.

«Lo más importante era ensalzar la figura de los vencedores de ese suceso histórico, cosa que no se había hecho hasta ahora»

Estamos ante un monumento que recuerda a una batalla, pero las personas que aparecen prácticamente no portan armas. ¿Es una manera de reconocer sobre todo el ingenio de aquellos vascones que fueron capaces de derrotar al ejército más poderoso de la época?

Para luchar, los vascones tenían piedras y usaban como armas unas lanzas llamadas azconas. Una persona del conjunto sí que tiene como una pequeña lanza y en otro lugar, también aparece como un pico de lanza. En el espacio en el que tuvo lugar la batalla, les tuvieron que tirar a los francos piedras a manta y usarían palos y lanzas, poco más.

Han tenido que pasar más de 1.200 años para que por fin se reconozca a los vascones que vencieron a Carlomagno. ¿No es mucho tiempo?

Ya lo creo. Me parece que hay navarros de hoy que no quieren mirar hacia atrás, ni siquiera veinte años atrás. Tenemos una sociedad tan recelosa, no lo entiendo, qué poco respeto hay. Esta deuda con los vascones que vencieron en Orreaga se va a saldar, pero quedan muchas otras pendientes.

Ahora falta reunir los 40.000 euros necesarios para que el 15 de agosto, aniversario de la batalla, se inaugure el monumento. ¿Cómo aguarda la llegada de ese día?

Es un honor y un placer que me hayan hecho este encargo, pero hacer una pieza pública conlleva una responsabilidad que genera un estrés, porque hay que coordinar muchas cosas, que salga todo perfecto. Hasta que no esté hecha y colocada, estoy estresado. El monumento a la batalla de Orreaga es muy importante, porque estamos hurgando en las entrañas de nuestro pueblo. Hay mucha gente pendiente de esto, no solo del pueblo, sino de toda Euskal Herria y la responsabilidad última recae sobre mí. Es una responsabilidad tremenda, como llevar a las huestes a la batalla. Y cuando llegue el día de la inauguración, lo viviré como una recién parida con el crío en brazos. Son muchos meses de angustia, de tensión, hasta que llega el hijo. Tengo unas ganas tremendas. Pero, sobre todo, lo más importante es que por fin se dé visibilidad al hecho de que los vascones ganaron la batalla.

Naiz