El arte de la provocación pseudoacadémica
Kepa Anabitarte. El pasado día 10 de septiembre se publicó en DIARIO DE NOTICIAS, bajo el título El arte del insulto académico, un artículo en el que unos buenos amigos míos salían al paso de otro artículo que el día 26 del pasado mes de agosto de 2018 se publicó en El Diario Vascobajo el título Batallitas del abuelo.
En éste, su autor, Santiago de Pablo, actuando no como simple particular sino escudado bajo la pretendida cualificación que le proporciona su exhibido título de “Catedrático de Historia Contemporánea de la UPV/EHU”, se permitía ridiculizar la afirmación del Reino de Nabarra como Estado del pueblo vasco (no ciertamente “el primer Estado Vasco”, como en su artículo -y hablando ex catedra- él inexactamente afirma que yo mismo y Orreaga Taldea sostenemos desde “hace aproximadamente dos décadas”). Todo ello en línea con la falsificación histórica general constitutiva del nacionalismo imperialista español, con el cual -desde el interior de las instituciones académicas formalmente señaladas como “vascas” donde él actúa- este autor está vital y profesionalmente comprometido;una falsificación que presenta el pueblo vasco como un “pueblo sin Estado” y que es asumida a veces de forma inconsciente por sectores de este país, víctimas inertes de esa propaganda nacional imperialista.
Al nombrarme a mí -junto con Arturo Campion- en su artículo por el simple hecho de que yo había mantenido la afirmación de que el Reino de Nabarra, sucesor del de Pamplona, es el Estado actual de los Vascos (afirmación que yo realizaba en otro artículo publicado hacía un año, nada menos que en agosto de 2017, con ocasión del aniversario de la primera Batalla de Orreaga/Errozabal ocurrida el 15 de agosto de 778), De Pablo obviamente intenta ridiculizar de forma estúpida y paternalista esas afirmaciones, calificándolas de forma harto evidente en el título de su artículo como “batallitas del abuelo”. Naturalmente no voy a negar que disfruto con la compañía de mis nietos y nietas;pero sí niego que yo narre “batallitas”, y que la batalla de Orreaga -que el “historiador” De Pablo de forma temeraria y ahistórica desprecia y relativiza llamándola “mito”- lo sea. (Seguramente para él la batalla de Covadonga, junto con todas sus fantasías añadidas por el nacionalismo español, será el colmo de la certeza histórica sostenida desde su “cátedra”.) En cualquier caso al señalarme, junto con Arturo Campion, como objeto de sus intentos de ridiculización (“no ofende quien quiere…”) me hace un honor al que yo nunca habría pretendido, pues me coloca también junto a Arnaud Oihenarte (Déclaration historique de l’injuste usurpation et rétention de la Navarre par les Espagnols;1625), Agosti Xaho (Voyage en Navarre pendant l’insurrection des Basques: 1830-1836;1836), Anacleto Ortueta (Nabarra y la unidad política vasca;1931), y José Antonio de Agirre (“yo me sitúo con el Pirineo y con aquéllos que durante 410 años combatieron a su aire y con ideas de su época en forma incesante, queriendo crear y consolidar para el Estado vasco territorio y forma, consistencia y ser”;de su carta particular a Ceferino de Jemein, 1946), entre los ya fallecidos. Y, francamente, prefiero infinitamente más que -aun sin yo merecerlo- mi nombre y afirmaciones estén junto a los de ellos que junto al nacionalista español De Pablo, con el que nada tengo ni quiero tener.
Respecto a mis amigos que de forma valiente y espontánea han hecho frente en primer lugar a este ataque contra el Reino de Nabarra, deseo hacerles llegar una felicitación y una puntualización. En primer lugar mi felicitación, porque la determinación de ellos en desbaratar tan torpe designio los honra. Y porque han sabido captar perfectamente la vaciedad de un artículo totalmente deleznable, ayuno de toda “referencia objetivable” y de un solo “elemento historiográfico” en el que sustentar su soterrada “tesis”, consistente en ridiculizar/negar la historia del pueblo vasco en todo lo que muestre su marcha y acceso a la estatalidad, y por tanto de su Estado real y actual. También debo hacer una puntualización que indico a continuación.
A la vista de la basura que de principio a fin está contenida en el artículo de las “batallitas”, yo había pensado no contestar, o al menos reflexionar durante un año sobre qué hacer ante este ataque, como su autor y/o sus asesores han hecho con relación a mi artículo. Ciertamente aplaudo la resolución que estos amigos han demostrado puesto que “quien no habla, pierde a la fuerza”;lo cual significa que pierde nuestro pueblo, que es el objeto principal del ataque de De Pablo. Aprecio igualmente su prudente afirmación de no asumir “mi defensa”, que como es natural me corresponde a mí. Sin embargo, debo señalar un hecho importante: a la vista de sus afirmaciones: “Lo que (De Pablo) arguye son opiniones;tan respetables como las de su antagonista”;y “Es un artículo de carácter político, tan (o tan poco) sostenible argumentalmente como las afirmaciones de su contrario”, alguien insuficientemente introducido en este asunto podría pensar que yo he iniciado/mantenido una polémica o antagonismo con De Pablo. Pero esto no es así en absoluto.
Yo jamás he polemizado ni tengo el menor interés en polemizar con él. Es él quien ha mencionado mi nombre de forma obviamente despectiva;de tal modo que, si muy a mi pesar me veo metido en este asunto ello está causado por la libre y unilateral actuación de él contra mí, no porque yo lo haya buscado a él ni deseado hacerlo. Esto no puede estar más claro. Por otra parte debo decir, para evitar equívocos (seguramente no entre estos amigos, pero sí tal vez en otras personas), que las opiniones imperialistas y de los imperialistas cuando actúan como tales no son respetables en absoluto. El imperialismo, es decir, la negación de la autodeterminación de todos los pueblos es un crimen internacional y como tal obviamente no es respetable sino condenable. Por otra parte, cuando las fuerzas de ocupación de un Estado extranjero están instaladas en el interior de un pueblo y un Estado sojuzgados, es inadmisible sostener que las afirmaciones imperialistas pueden ser tan sostenibles argumentalmente como las contrarias al imperialismo. Bajo una ocupación armada no hay otra libertad de expresión, crítica y provocación que la que tiene el poder establecido mediante la violencia;para sus oponentes, la única libertad y posibilidad es generalmente la de callar o ir a la cárcel.