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Isaba: por el coraje de sus antepasados

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Tal día como hoy, 13 de mayo, pero doscientos años atrás, el guerrillero Espoz y Mina descansaba con sus tropas en Isaba, donde se refugiaba de los ejércitos napoleónicos que por aquel entonces invadían toda Navarra. No fue una casualidad que se refugiara en esta localidad. Un porcentaje muy elevado de sus soldados eran roncaleses que plantaban cara a Bonaparte, que les exigía sumisión y pleitesía. El temido general Abbé, en ese momento Gobernador Militar de Navarra, les pisaba los talones al frente de 4.000 soldados que, procedentes de Ochagavía, llegaron la víspera a Uztárroz con la intención de castigar a la villa de Isaba por ser leal al guerrillero.

– Un recuerdo en el bicentenario de la quema por el ejercito francés, que solo dejó en pie 30 de sus 158 casas

Frente a un ejército tan numeroso nada se podía hacer. Huyeron al monte. Con las primeras luces del día, las tropas francesas cayeron sobre Isaba. Dicen las crónicas que cuando el general Abbé llegó a Isaba, aún le dio tiempo de ver a sus vecinos introducirse en las montañas, acarreando con ellos a niños y a ancianos, con la ayuda de la mitad de los hombres de Espoz y Mina, que para entonces ya había huido a Roncal. La orden fue clara: «Prender fuego a todas las casas y a todo el pueblo». Isaba quedó completamente calcinado. De 158 casas solo 30 quedaron sin caer. Cuatro años después (1817), se contaban 30 habitables y diez reconstruidas. Refugiados en ellas, los izabarras reconstruyeron el pueblo.

Así lo narraban ayer en la plaza, Fernando Hualde y Ana Rosa Ezquer, de la asociación cultural Kurruskla que, junto con el Ayuntamiento, organizó la conmemoración del bicentenario de la quema de Isaba con un acto sencillo en el que participaron más de un centenar de personas.

Ataviados con las mejores galas de su indumentaria festiva, partieron en un desfile desde el paseo hasta la iglesia, donde celebraron una misa en recuerdo de sus antepasados. Los primeros bancos los ocuparon los alcaldes de Roncal, Urzainqui y Garde, acompañados de una representación de Ansó, valle vecino testigo de la desgracia que asoló a Isaba. Después, en la plaza las palabras de recuerdo se mezclaron con las danzas de la Kurruskla, y la música del salterio y la txirula de Kepa Vales: Axuri Beltza, Ttun Ttun y el baile de la Bandera, que a Julio Beretens le costó su esfuerzo debido al fuerte viento.

Todos forman parte de la asociación la Kurruskla, que cuenta con 170 socios con un objetivo común, el de rescatar y difundir el patrimonio de Isaba y del valle. El euskara, la indumentaria, sus almadías, en resumen: su identidad. Precisamente por ello, Ana Rosa Ezquer explicaba ayer que no habían querido dejar pasar esta fecha y «oportunidad de exaltar lo mejor de nuestro patrimonio, el patrimonio humano, el mayor tesoro que tenemos».

El próximo 4 de agosto la Kurrusla retomará el tema en el Día de la Indumentaria Roncalesa, y volverán a recordar la fecha como agradecimiento a sus antepasados por levantar de nuevo el pueblo, «porque tal vez la lógica hubiese aconsejado desplazarse a otras localidades y reiniciar en ellas su futuro. Sin embargo, en medio de la desgracia dieron valor a sus solares y reconstruyeron Isaba con sus manos para ellos y sus descendientes», expresaba Fernando Hualde. En justo reconocimiento a su valor en la lucha contra el invasor y contra la adversidad, ayer Isaba elevó la mirada a las paredes de sus casas, y lanzó a lo alto su, eskerrik anitx!

Diario de Noticias, 13/05/2013


Isaba recuerda la quema de 1813

Es impresionante pensar que hace 200 años el pueblo quedó totalmente destruido y que la gente, en vez de coger y marcharse a vivir a otro sitio, lo levantó otra vez. Exactamente lo mismo que le pasó a Burgui cuatro años antes. El amor a la tierra y a las raíces, a mí por lo menos, me emociona». Este domingo tuvo lugar el bicentenario de la quema de Isaba y sus vecinos, entre ellos Aintzane Barace, autora de la declaración anterior, echaron el sábado la vista atrás para recordar lo ocurrido el pasado 13 de mayo de 1813.

El general Abbé, en aquel momento gobernador militar de Navarra, acompañado de 4.000 hombres, entró en el pueblo roncalés con ganas de castigar a sus habitantes por haber plantado cara a Napoleón Bonaparte durante años. Prendieron fuego a todas las casas y arrasaron Isaba. «El número de víctimas se desconoce, porque quemaron los archivos de la Iglesia y solo podemos conocer lo que van averiguando», explicó Barace, quien forma parte de la asociación cultural Kurruskla, organizadora del evento.

Más de un centenar de personas se reunieron en la mañana del domingo en la Iglesia de San Cipriano y celebraron una misa en honor a los fallecidos en el suceso, ofrecida por el párroco Danilo Palacios.

Cerca de la una del mediodía, tras finalizar la eucaristía, la conmemoración se trasladó a la plaza contigua. Allí los habitantes de Isaba y los pueblos de alrededor retrocedieron 200 años mientras escuchaban, una vez más, la historia de sus antepasados. «Se empezó desde cero. Piedra a piedra. Casa a casa. Levantando de nuevo el pueblo. Levantando de nuevo el futuro», rememoró Ana Rosa Ezquer, de la asociación.

BAILES PARA RECORDAR

El historiador Fernando Hualde también homenajeó al pueblo y agradeció el trabajo de sus predecesores. «Luchasteis contra el invasor demostrando un valor que les asustó; el propio Mariano Renovales hizo en aquella hora un llamamiento a todos los navarros para que copiasen del valor de los roncaleses», se enorgulleció, antes de dar paso al baile de la Bandera.

Los de Isaba, mayores y pequeños, demostraron sus habilidades en las danzas tradicionales como el Axuri Beltza o el Ttun-Ttun, lo cual sirvió, además, para cumplir otro de los objetivos de la asociación Kurruskla, según aseguró Aintzane Barace: «La recuperación de nuestra historia».

Una historia que, pese a haber transcurrido el tiempo, ha llegado a manos de Libe Gorria, Nahia Gorria e Iranzu Roa, de 12 años y vecinas de Isaba. Vestidas con el traje tradicional, formaron parte del grupo de baile que se animó a dar unos pasos. «Lo que ocurrió nos lo han contado nuestros padres y abuelos; hemos ido preguntando», comentó Nahia Gorria.
El acto conmemorativo finalizó con un aperitivo dispuesto por el Ayuntamiento, con chorizo, tortilla, queso o jamón, entre otros alimentos. Pero el próximo 4 de agosto, con motivo del día de la Indumentaria Roncalesa, volverán a recordar una fecha tan importante para ellos como es el 13 de mayo de 1813.

Diario de Navarra, 14/05/2013