Patrimonio / Ondarea

Hallazgo excepcional Estatua-Estela de Turbil – Beire

Estatua-estela-de-Turbil1

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La estatua-estela de tipología ibérica de Turbil es un hallazgo excepcional. Es la más antigua estatua de bulto redondo encontrada en Navarra hasta el momento (año 2013). Tiene más de 2.200 años de antigüedad (s.V-III a.C.). Representa un guerrero y alcanza casi los tres metros de altura. Se encontró partida en dos. La parte de la cabeza fue descubierta en las inmediaciones del castro de Turbil en el año 2010 por el vecino de Olite Julián Algarra. Comunicado el hallazgo al arqueólogo Javier Armendáriz Martija y tras una inspección del lugar de aparición, Javier Armendáriz, encontró a siete metros del lugar del hallazgo de la cabeza la parte inferior de la estatua-estela. Javier Armendáriz, el mejor especialista en castros de la Edad del Hierro en Navarra, no sólo recuperó la estatua-estela, sino que estudió la pieza y destacó la importancia del hallazgo en su trabajo: “Hallazgo de una estatua-estela de tipología ibérica en Turbil. Estudio preliminar” que ha sido publicado en la separata de la revista Trabajos de Arqueología Navarra nº24 del año 2012. En este artículo voy a seguir su excelente trabajo.

La estatua-estela de Turbil representa a un guerrero que viste un disco-coraza en su pecho a modo de protección. Su tipología es de influencia ibérica, ya que estos discos corazas los encontramos en otras esculturas ibéricas. No sólo es importante la estatua-estela de Turbil por su rareza, ya que no se ha encontrado nada parecido al norte del Ebro. También podemos considerarla la estatua humana de tipología ibérica más grande de la Península, ya que los restos recuperados alcanzan los 2,55 m de longitud y los 870 kilos de peso. Falta otro trozo, la parte de debajo de la estela que todavía no se ha encontrado. La longitud total de la estatua-estela con la parte que falta llegaría a los tres metros de longitud.

Otro dato de gran importancia es que la estatua-estela de Turbil es una clara manifestación de la influencia del mundo ibérico sobre la mitad sur de Navarra. Esto nos puede llevar a una hipótesis poco tratada. El territorio vascón, al menos en su parte más meridional, era una parte más de la Celtiberia, es decir, los vascones fueron otro pueblo más de los celtíberos como lo fueron los berones, los arévacos, los pelendones, los lusones y otros. ¿Eran los vascones celtíberos? Por lo que conozco de los yacimientos, enterramientos, ajuares y cerámica del territorio vascón, yo me atrevería a decir que sí. La estatua-estela de Turbil, que tuvo una gran importancia para los que habitaron este castro, es otra prueba más que lleva a esta conclusión. En este mismo castro se encontraron muestras de cerámica celtibérica.

Turbil era el castro de mayor importancia en la zona. Se encuentra a tres kilómetros de la localidad navarra de Beire. En el primer milenio a.C. podemos decir que era la capital de lo que hoy es la comarca de Olite. A menos de un centenar de metros de uno de los fosos que protegía la entrada del poblado se encontró la estatua-estela de Turbil.

La estatua-estela es de labra bastante rústica. Está tallada en piedra arenisca. Desgraciadamente los agentes atmosféricos perjudicaron las partes que estaban más expuestas a la intemperie, que eran las partes de la estatua que no estaban protegidas contra el suelo. Así, la cara del guerrero, lo que hubiera sido la parte más interesante de esta escultura, está casi arruinada. Por el contrario, el lateral izquierdo y la parte trasera de la cabeza se encuentran en buen estado. Podemos apreciar perfectamente una de las orejas y el cabello.

El hecho de que la gran estatua-estela estuviera partida no se debe al paso del tiempo ni a los agentes atmosféricos. Un detalle inquietante del descubrimiento fue la constatación de que la estatua-estela de Turbil había sido intencionadamente destruida. Probablemente esta destrucción fue obra de los atacantes que acabaron con el poblado. La estatua-estela debió ser una especie de tótem, de símbolo identificativo y protector de los habitantes del castro de Turbil. Con su destrucción, con la “muerte espiritual” de la estatua, también se destruía espiritualmente el alma del poblado. Es un ejemplo más de la importancia de los símbolos para el ser humano a lo largo de la Historia.  Es posible, por tanto, que la cara del guerrero hubiera sido literalmente machacada en el momento en que se destruyó la estatua, y que los daños no se deban sólo a los agentes atmosféricos. La manera de destruir a un pueblo pasa por la destrucción de sus símbolos. En el Museo Arqueológico de Jaén (clicar en este link para más información) podemos ver una importante colección de estatuas ibéricas que también fueron destrozadas ritualmente. Este interesante video del programa Cuarto Milenio habla de estas prácticas:

La estatua-estela de Turbil fue realizada entre los siglos V-III a.C. el periodo de mayor desarrollo el castro de Turbil. Su destrucción pudo ser consecuencia de la llegada de los romanos a principios del siglo II a.C. con la primera romanización de la zona.

El lugar donde se encontró la estatua pudo ser un lugar sagrado, un santuario o un lugar de reunión importante para los habitantes del castro de Turbil. Cerca del lugar de aparición de la estatua-estela se pueden ver varios túmulos de piedra que pudieron tener que ver con este posible santuario. Pero lo que más lleva a pensar en la existencia de un santuario es que 18 metros al Este del lugar de aparición de la estatua-estela de Turbil podemos ver una exedra excavada artificialmente de 30 metros de diámetro y entre 3 y 5 metros de profundidad. Está orientada hacia el Este, hacia la salida del sol. Forma una especie de anfiteatro colgado sobre el borde del cerro.

El doctor Javier Armendáriz concluye su estudio dando tres hipótesis muy sugerentes sobre la funcionalidad de la estatua-estela de Turbil:
– Tumba principesca perteneciente a un guerrero.
– Ídolo, emblema o tótem identitario de la colectividad del pueblo para su protección y cohesión.
– Imagen de una deidad en un santuario urbano.

Las tres funcionalidades pueden fundirse. Podemos dejar volar la imaginación y pensar que la estatua-estela de Turbil pudo ser una tumba de un rey guerrero que por su valor se convirtió en héroe, ejemplo, símbolo identitario y tótem protector para su pueblo. Su tumba pasó a convertirse en un santuario para la colectividad con el paso del héroe-guerrero mitificado al estatus de semidios. También podemos imaginar la siguiente escena, digna de una película: Los guerreros de Turbil protegiendo con valentía la imagen de su ancestro deificado ante los organizados legionarios romanos antes de que acabaran arrasando el poblado y destrozando la estatua que era su más querido símbolo. Es la Historia, el mejor viaje por el tiempo.

Desde aquí quiero felicitar al doctor Javier Armendáriz que con su excelente trabajo ha sacado a la luz una pieza arqueológica excepcional, una de las más importantes de Navarra. Esperemos que pronto podamos contemplarla en el Museo de Navarra y que el guerrero de Turbil vuelva a alzarse orgulloso representando una vez más a su pueblo, como lo hizo hace más de 2.000 años.

Javier Armendáriz y su equipo tuvieron la genial idea de señalar el lugar de aparición de la estatua-estela con un amojonamiento de piedras tras la realización de las excavaciones arqueológicas en el año 2.012.

Rutas Arqueológicas por Navarra

Premio por la protección del patrimonio… de Pamplona

obras_plaza_del_castillo

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Hoy serán premiados, con motivo de la reunión de Hispania nostra, los actuales responsables de Pamplona por su entrega y puesta en valor del patrimonio de la ciudad. Los pamploneses reencontraron sus raíces en la plaza principal con la excavación para la construcción de un parking subterráneo. Los vestigios puestos a la luz del día fueron pronto reconocidos por los especialistas como de un máximo interés monumental e histórico. Este descubrimiento confirmaba, si ello era necesario, la riqueza de su pasado. El deber se imponía, la magnitud de la reencontrada Pamplona romana no podía desaparecer. Desde entonces, este patrimonio de todos ha sido protegido y puesto en valor. Las generaciones venideras apreciarán sin duda el esfuerzo.

El éxito arquitectónico ha llegado al haber sabido integrar plenamente en prodigiosa síntesis el subsuelo de la plaza con su maravillosa cripta arqueológica, los usos turísticos comerciales y de plazas de garaje para automóviles con las bodegas de los porches de la plaza y de los edificios actuales que cierran la plaza. Todo ello ha hecho que Pamplona sea conocida mundialmente por la modélica solución dada a la conservación del patrimonio que multiplica y potencia los servicios y las necesidades de la ciudad actual sin detrimento de lo viejo ni de lo nuevo, sino en beneficio recíproco de ambos, ya no solo por el encierro que discurre por la trasera situada al este del gran conjunto arquitectónico, la comunicación peatonal en el nivel romano desde la plaza del Ayuntamiento, Pozoblanco, Comedias, Chapitela y Estafeta ha sido un acierto y éxito completo al integrar la cripta monumental con el entramado urbano del casco histórico.

En fin, es evidente que gracias a la cripta arqueológica de la Plaza del Castillo, Pamplona ocupa un puesto preeminente entre las ciudades monumentales europeas. Los beneficios económicos que ello ha traído la han convertido en la nueva locomotora del desarrollo de la ciudad en la cultura, el turismo y el ocio, haciendo posible que la crisis económica mundial no haya afectado a Pamplona tanto como a otras ciudades, al complementar su tejido industrial y de servicios con la puesta en valor de su hasta ahora desconocido y rico patrimonio histórico. La clave técnica ha estado en haber sabido salvar la cota fértil arqueológica, pues la excavación del parking se ha hecho debajo en la tufa o margas grises con tres pisos de garajes, sin afectar para nada al inmenso tesoro que se alberga en la capa superficial de escasamente siete metros situada entre la roca y el suelo de la actual Plaza del Castillo.

Cuando fue inaugurada esta cripta arqueológica de la Plaza del Castillo con sus usos y acondicionamiento del subsuelo arqueológico, acogiendo el museo romano e histórico de Pamplona-Iruñea, el sentimiento de orgullo se apoderó del corazón de los pamploneses. El invalorable regalo de los vestigios históricos puesto al día y sabiamente aclarado en el núcleo de la ciudad volvía vivo, en las memorias de todos. Las ruinas de época romana han sido no solamente preservadas, sino que han retornado a la vida acunadas por un conjunto arquitectónico contemporáneo de vanguardia mundial. El patrimonio de todos los pamploneses ha quedado definitivamente protegido. Legando así a las generaciones futuras el mejor testimonio de una voluntad de protección del patrimonio monumental de la ciudad.

A la impaciencia sucedieron la sorpresa y la admiración. La arquitectura de hoy había respetado perfectamente la construcción de ayer. Las explicaciones técnicas aclaraban los restos vascónicos-romanos puestos en valor sabiamente, la amplitud de las termas, piscinas, mosaicos, hipocausto, cubiertas de cerámica, conducciones de agua…

Vamos a agradecer y felicitar al levantamiento ciudadano en defensa de su ciudad y calurosamente al equipo encargado de la excavación. Gracias a su conocimiento, la ciudad de Pamplona ha encontrado una nueva parte de sus raíces. Su pasión por nuestro patrimonio y su competencia histórica y científica merecen nuestra admiración. Felicitamos y agradecemos igualmente a los arquitectos que han sabido crear una atmósfera particular en la cripta y poner de relieve su gran belleza.

Podrá el visitante conservar en su memoria el recuerdo de un enclave cumbre de la historia de Pamplona y de Europa, amorosamente protegido. Tan elocuentes son en su sorprendente majestad las ruinas romanas de la Plaza del Castillo que merecían ser expuestas permanentemente al público, ansioso de comprender la ubicación, la función y la época.

El itinerario para visitar la cripta produce la emoción de la vuelta a la infancia que se creía perdida. La infancia de nuestras ciudades es una página basada en nuestra memoria colectiva; es nuestro propio origen, revelado por las excavaciones urbanas, que nos proporciona a través de sus testimonios, la vida de todos los días: ricos bienes bien conservados, monedas, peinetas, residuos domésticos echados al fondo del pozo, hogares con las últimas cenizas.

El alba romana de nuestra ciudad se escribe sobre todo en la ordenación de calles y plazas, la disposición de las fuentes, el esplendor de los edificios públicos. Encontrado, el enigmático monumento termal de la Plaza del Castillo interroga hoy nuestra conciencia. Su historia, la infancia de Pamplona, está inscrita en la sabia disposición de sus piedras pero también en el ultraje de sus muros desmantelados.

Los muros densos y potentes que se levantan en este lugar están cargados de una doble significación: confirman, al igual que otras ciudades romanas de Europa, que Pamplona participa en el real movimiento de extensión y de embellecimiento que animan, en esta época, la política activa de los ciudadanos.

Esta es la verdad de lo que pudiera haber sido, pues la terrible realidad es conocida por todos. Juzgue usted quién se merece los premios.

Tomás Urzainqui Mina