Opinión / Iritzia

El «Zazpiak Bat» no es Nabarra

escudodenavarra

escudodenavarra


Pernan Lukin Ustaritz. El duro trabajo que supone la tarea de descolonización que afortunadamente, se está viendo acelerado gracias a contemplar, como la idea de Nabarra, vuelve a reconquistar los pensamientos de muchos baskones. Cuando hablamos del termino Nabarra, reforzamos ineludiblemente las ideas históricas y a la vez políticas, puesto que los restos hallados en las ruinas de nuestros castillos, nos descubren las relaciones sociales que a la vez nos cuentan, las relaciones políticas que tenía los nabarros cuando fueron libres.

La palabra Nabarra, recupera el eslabón perdido y ocultado de la historia del pueblo más antiguo de Europa y explica perfectamente nuestra trayectoria posterior a la conquista, de pueblo irreductible. Esa es la razón del sentimiento independentista. Este sentimiento no nace con Sabino Arana y aquí comienza el error del nacionalismo vasco y el movimiento abertzale que se mantiene en nuestros días.

Dibujar el mapa del Reino de Navarra circunscribiéndolo al Zazpiak Bat, es un error brutal de perspectiva histórica y esta teoría tristemente, la mantienen los libros de texto en nuestros centros educativos, la mantiene la izquierda abertzale y también y sirva esta critica para solucionarlo, muchos que en sus conferencias hablan de Nabarra.

Hablar de Nabarra y solo reducir lo que fue el Reino, es decir el estado baskon, a solo siete provincias, es un error imperdonable y que mucho mal esta haciendo, a la memoria histórica que pretendemos recuperar y rehabilitar.

Olvidarse de que la Rioja fue siempre territorio baskon y eje del Reino cuando su capital fue Nàjera (Naiara), olvidarse de Aragón (Haragoi) tierra llena de topónimos eùskaros, olvidarse de Pau, la última capital que tuvimos los nabarros y donde se mantuvieron nuestras leyes y nuestras cortes, demuestra el flaco favor que le estamos haciendo a nuestra historia.

La bandera de Nabarra, gracias a nuestro investigadores esta claramente bien definida, también tenemos perfectamente atado nuestro himno, y es urgente e imprescindible, si queremos recuperar nuestro estado de Nabarra, fijar claramente nuestra territorialidad y levantar las voces cuando un español nos niegue nuestro derecho como pueblo y también hay que empezar a recordarle a nuestros hermanos, que Nabarra no son Araba, Bizkaia, Guipúzcoa, Nafarroa, Behenafarroa, Lapudi y Zuberoa. Este concepto es puramente Aranista y es a todas luces falso puesto que faltan, Errioxa, Bureba, Aragoi, Foix, y Gaskuina. Esto si es Nabarra.

El concepto Nabarra une a todos los nabarros por su historia y por el derecho irrenunciable y legítimo que tenemos a recuperar nuestro estado. El termino Euskadi o Euskal Herria, deja fuera de facto, a nuestros hermanos nabarros de Rioja, Bureba etc. El concepto Nabarra, saca las vergüenzas a esos españoles disfrazados de nabarros, que en sus discursos de partido y para obtener beneficio personal, juegan con los sacrosantos derechos históricos y forales que dicen defender, pero que pisotean a diario sin escrúpulos. Han basado su ideario político en la mentira de llamarse nabarros y lo peor es que han jugado con los sentimientos de ciudadanos, que verdaderamente se sienten nabarros pero que han caído en su trampa.
Nuestro nabarrismo, desmonta todas estas mentiras y les coloca en la historia como lo que son, colaboracionistas y traidores hacia la patria Nabarra, a cambio de prebendas y beneficios económicos en la corte española y francesa.

Es por ello necesario en la Comunidad » Foral » de Navarra, extender el discurso de la recuperación de Nabarra como estado, para hacer llegar a los corazones de esos nabarros engañados, el verdadero sentir de lo que son nuestras viejas leyes. En ese momento, dispondremos de las mayoria necesarias que nos acercaría al objetivo soberano de recuperar nuestra libertad.

La frase » Nafarroa Euskadi da » y La Ikurriña (tristemente defenestrada y utilizada por el poder español) han cambiado de significado. Estos dos conceptos no describen nada más que a la bandera de una comunidad autónoma española y a un deseo de libertad e integración que tuvimos los vascos y que por culpa de los colaboracionistas vascos y los navarros españoles ha sido desfenestrado.

El Zazpiak Bat como territorialidad, no representa ni se acerca a los sentimientos de tod@s los navarr@s. Euskal Herria no es una palabra que haya unido o una a los baskones y se ha demostrado en los resultados obtenidos bajo este ideario durante estos últimos 35 años. El tiempo ha vaciado de contenido este concepto. En solitario y como anhelo de creación de un estado ya nace huerfano , puesto que olvida y arrincona como hizo Arana el verdadero estado que sí tuvimos los vascos y que perdimos por las conquistas extrajeras.

Si los proyectos de crear el Estado de Euskal Herria ( la tierra del euskara ) opta por aplicar el significado estricto del vocablo, solo estaría conformada por un territorio inferior a la extensión del Zazpiak Bat y al territorio de la Nabarra Plena. Por lo tanto no es históricamente ni políticamente apropiado para aspirar a conseguir la independencia.

Las mayorias que aglutinaría el concepto Nabarra, si nos podrían dar la fuerza necesaria, para recuperar nuestra soberanía. En la pasada Fiesta de la Vendimia celebrada en La Guardia de Navarra, cuando se efectuó la izada de la bandera de Nabarra, escuchamos a varias personas definiéndose como nabarros, eran de Miranda de Ebro, Logroño, Izarra, Gasteiz, Riojanos etc. eso demuestra que el sentimiento de Nabarra sigue vivo en los corazones de estos patriotas. Lo mismo que en Nabarra, en la Comunidad Autónoma de La Rioja y en la provincia de Alava, el discurso de Nabarra Estado tambien daría las mayorias necesarias para conseguir nuestra independencia.

Por lo tanto, es un error estratégico reiterado, pretender construir el Estado de Euskal Herria siendo un concepto cultural, cuando el concepto verdaderamente politico asumible por la mayoria del pueblo y que movilizaría la fuerzas necesarias es, Nabarra.

Comencemos por reconocer la historia para conocernos mejor y poder exigir con toda la documentación posible, la reinstauración del Estado de Nabarra, la Nabarra Plena y total.

Los conquistadores ya desmembraron nuestro estado en mil pedazos, no seamos tan ignorantes e incautos, renunciado precisamente nosotros mismos, a la reinstauración plena de nuestro estado en todos nuestros Territorios Históricos, desde Atapuerca hasta Foiz y desde Burdeos hasta el Moncayo. Un estado moderno basado en nuestro Derecho Pirenaico Nabarro conformado por 7,5 millones de habitantes.

Nuestro pueblo en libertad y nuestra democracia en libertad, conformarán nuestro recuperado estado. No más imaginarias fronteras diseñadas por unos y por otros.

Cuando seamos libres el pueblo decidirá que nombre tendra nuestro estado, Baskonia, Nabarra, Euskal Herria, Nueva Fenicia, Sonsierra o el que sea. Mientras tanto hay que situarse en el punto de partida 1054 Atapuerca comienzo de la conquistas y en el punto final de 1620 última conquista del Reino, como referentes para poder reclamar a nivel internacional, que nos devuelvan lo que nos robaron, todos los territorios que pertenecieron al Reino o Estado de Navarra».

Meditación de Carlos. Agosto de 77

Batalla de Orreaga

Batalla de Orreaga


Arantzazu Ametzaga. Iba Carlos, rey de francos y lombardos, a lomo de su caballo blanco, soportando penosamente su malla con restos de arenisca del desierto de Zaragoza y cenizas de Pamplona. Gruesas gotas de sudor chorreaban por su frente y decidió quitarse el yelmo, deteniendo la alocada huida emprendida en el límite de la hostil tierra vascona. Grande como era y recubierto de coraza, se sentía prisionero vil de su ambición. Le urgía hablar con el apóstol Santiago.

Acudió a Zaragoza, razonó antes de penetrar en el trámite contemplativo, al clamor de Sulayn al Arabi, rebelde contra Abderramán, pero la ciudad resultó invicta a su conquista, defendida por ocupantes árabes traicioneros y sus veinte mil hombres fueron derrotados en la encomienda, a más, acotados por el tiempo límite de retorno al lar natal a pasar el invierno, y traicionados por vascones, cuyo territorio trajinaron. Era difícil asumirlo. Su abuelo, Carlos Martel, detuvo el avance sarraceno en Potiers, gracias a la ayuda del Eudón, señor de Aquitania y del ducado de Vasconia. Le extrañaba que los vascones ahora le dejaran solo en su gestión de salvar a la cristiandad del enemigo musulmán. Le urgía hablar con Santiago.

Descendió de su montura, con el Garona delante de sus ojos. Observó la tierra lana, como la de Zaragoza, pero más fresca para su piel pálida de hombre norteño. Exigió hidromiel a sus hombres, que se la sirvieron prestamente, y sentado sobre la hierba, evocó a Roldán, su hermoso sobrino hijo, muerto en la emboscada vascona. No pudo reprimir un sollozo que abrió las compuertas de su corazón, recordándole en el día de su nacimiento sobre el pecho de su hermana amante, y en todas las demás etapas de su vida. Fue niño imperioso, adolescente implacable, joven cruel. Nadie como él para acabar con rebeliones, someter y matar enemigos, como lo hizo en la ariscada Bretaña. Muerto a la retaguardia de sus tropas, retirado de Pamplona a la que incendió, custodiando el ejército adentrado en el desfiladero boscoso, pendiente de alguna sublevación o ataque enemigo, que jamás descansaba en su vigilancia. Avisó con su olifante de marfil el peligro de la emboscada, tiró lejos de sí su espada sacrosanta para que no conociera mancilla al verse agredido, muriendo degradado, como sus doces pares, a manos de verdugos sin distinción militar. Fin indigno de soldados avezados en guerras contra los árabes, sajones, lombardos, aquitanos. Le urgía hablar con Santiago.

Se llevó las manos a las sienes palpitantes y reconoció que aún oyendo la llamada de reclamo de Roldán, él prosiguió su camino, diciéndose que no podía retroceder sobre el caos surgido en su ejército apelotonado en el desfiladero, con caballos y mulas enloquecidas, hombres desesperados, muertos los oficiales de manera indigna por azkonas y piedras enemigas lanzadas desde lo alto del desfiladero oprobioso. La sensación de culpa era inmensa, pero el alivio de estar vivo la superaba. Le urgía hablar con Santiago.

Pero… ¿Qué le podía decir al santo que vistió túnica de algodón y calzó sandalias, dejando su Galilea natal para impartir en tierras extrañas un mensaje evangélico de paz y amor fraternal? ¿Que quería instaurar una marca hispánica para detener el avance musulmán y a tal fin resucitó su cuerpo a la luz de las estrellas, como símbolo perpetuo del mensaje cristiano europeo? ¿Que para él y sus fines imperiales era la mejor de las excusas? Carlos no luchaba por defender el Evangelio, sino para instaurar un imperio en la frígida Europa, según lo diseñaron los Cesares romanos. Que él no quería ser Santiago, humilde y derrotado, sino Pompeyo, Julio César y Octavio, con avances marciales, directivas dictatoriales, organización piramidal. Se le antojaba ser emperador de un sacro imperio, que el Papa se arrodillara sumiso a sus pies con el hispo de los obispos rodeándole cual nube de incienso. Y no echaba de menos a Roldán. Era su sobrino hijo, pero también su futuro enemigo. Pero… ¿cómo hablar de estas cosas con Santiago?

En la corte carolingia murmuraban que los vascones no eran fiables. Que eran gente endemoniada, que adoraban a las diosas de la noche y aceptaban un señor del día, pero no eran cristianos en masa todavía, hablaban un lenguaje áspero distinto a todos, y más al latín con el que se comunicaban los demás pueblos de su futuro imperio. Los romanos les habían denominado señores del bosque, usando su propio vocabulario, basoko, y una y otra vez andaban en la idea de montar un ducado, señorío o reino, según leyes propias. Y daba igual hablar de los vascones de las montañas o de los que vivían frente al mar. Los Pirineos no eran frontera para ellos. ¡Oh! Que los aborrecía. Eran ágiles y astutos, hechos con raíces de robles y poderío de roca y movilidad de mar.

En su penitencial arrodillamiento ante el apóstol, que más era señuelo para que los suyos observaran su magnificencia, no podía exponerle tantos odios, miedos, miserias y ambiciones. Lo importante era hacer creer a los suyos que se comunicaba con el cielo. Que protegidos con la gracia de Dios, tendrían su imperio carolingio, pese a la rebeldía vascona, cada quien con su ganancia. Que al hablar con Santiago, en su ensoñación milagrosa, éste lo había bendecido y animado en sus propósitos. Pero la verdad era que el apóstol carecía de voz. Y de cuerpo. Y de potestad.