Opinión / Iritzia

Nabarra y sus Fueros

arantza_amezaga

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Leo un excelente articulo en este periódico del Dr. en Historia y Master en Archivística Luis de Guezala, sobre la Gamazada. Justo es que recordemos la fecha de evento tan importante en nuestra historia. Recurrí a la Gamazada en mi libro Irujo. Una familia vasca, como referente de un pueblo abrumado por la derrota en las guerras del S. XIX, perdidos los atributos legales que le eran inherentes, expresión de su actitud frente a los complejos problemas que generan la convivencia y moderan la armonía en el proceso social y económico de una comunidad en desarrollo. La Gamazada fue un clamor contra un decreto del ministro Gamazo, quien intentó reformar el sistema fiscal de Nabarra para igualarlo al común del estado centralista -suena a presente-, cuestión inaceptable para el pueblo y sus dirigentes y en ese orden. Sirvió, generando indignación, de caldo de cultivo en personalidades como Luis y Sabino Arana Goiri para su doctrina nacionalista, o la esbozada en forma cultural, entre otros, por de los nabarros Estabislao Aranzadi y Daniel de Irujo. La alborada de Castejón contempló a una multitud procedente de toda Nabarra, con pancartas, dirigiéndose a la estación del tren donde arribaban los diputados, entre ellos el escritor Arturo Campion, para recibirles con efusión. Se contaba que hasta en andas sostuvieron los mozos el vagón de tren, coreando vivas por su resistencia verbal en el Congreso de Madrid, y su acertada visión de lo que en Nabarra y los otros territorios vascos tenían por Fuero, por abolido que fuera por decretos tras las guerras. Que muerto no estaba. El Fuero eran ellos. La multitud expresó tamaño júbilo porque sus representantes resultaron fieles a su mandato de salvaguardar Nabarra, y lo resumió el paloteado de Monteagudo cuyas estrofas resultan sorprendentes hoy día: Antiguamente Nabarra/ era reino independiente/ de pagos y soldados/ y demás cosas urgentes…concluyendo:… Viva las cuatro provincias/ que siempre han estado unidas/ y nunca se apartarán/ aunque Gamazo lo diga./ Viva Nabarra y sus Fueros.

Sufrimos con insistencia, próximos a comicios electorales, la verborrea exigente de los salvadores de la patria, porfiando en sus poderes sobrenaturales para conducir al pueblo a destinos esplendorosos al margen de la razón o sensatez. Bucean en la desesperación o despiste de quienes le rodean, exponiendo la solución milagrosa de encontrar el vellocino de oro: cada uno de ellos es Jasón y sus seguidores creen que al fin de la empresa hallarán un remedio para sus males. El destino de todos en manos de uno. En este caos equivocadamente designado político, los jóvenes de Altzazu siguen en la cárcel, los políticos catalanes, elegidos por su pueblo, están enjuiciados. Pero los mesías revuelven el discurso utilizándolo como arma arrojadiza el insulto personal, ignorando que en política la palabra debería ser instrumento de concordia, entendimiento, moderación y educación. Del profundo asentamiento por recorrer un camino juntos, alejados de amenaza y provocación. De Inquisición.

Releo El nombre de la Rosa de Eco, apasionante relato de que ocurre en el S. XIV en la Biblioteca de una abadía, donde un fraile prefiere quemarla antes de que se sepa de la existencia del libro sobre la Comedia. La Biblioteca, para ese hombre obtuso y peligroso, no es apertura ilustrada y jubilosa, sino claustro cerrado y justiciero. Aparece la Inquisición con sus dictámenes en arrogándose el favor de Dios, la severidad de sus juicios dictaminando la muerte en la hoguera de personas por su alejamiento del dogma inconmovible, inamovible, invencible. Tal como si en cada mañana no viéramos de nuevo el sol. Como si se pudiera detener el trajinar de la tierra.
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Vivimos una revolución del pensamiento asombrosa. Desde el invento de la escritura, el ampuloso pensamiento humano expresado en símbolos concretos, a la creación de la Biblioteca de Alejandría que cual faro ilumina a la sociedad con sus novedades y audacia, la invención de la imprenta que pone en nuestra manos la sabiduría impresa, hasta hoy que contamos con medios rápidos y fluidos de acceso a la cultura y a la información de los sucedidos, mediante la palabra escrita, apoyada con soportes audiovisuales que facilitan la comprensión de los problemas que nos rodean. Cada quien y todos, gracias a eso y al menos en la Europa Occidental, podría denominarse según frase de Mandela en el dueño de su propio destino, en capitán de su alma. Si observamos la Gamazada vemos a una multitud dueña de su memoria histórica y que decide timonear su futuro no por un dogma concreto, ni azuzada por una dirección mesiánica, sino como consecuencia de una reflexión de que había leyes y ordenanzas, más acordes con su propia sustancia civilizadora, que un decreto lanzado desde el poder para eliminarla vieja personalidad vascona. Liquidar lo que Roma no pudo. Nos jugamos años de trabajo en función de la libertad, la convivencia, el diálogo político respetuoso y no de seguir dependiendo de los que ofrecen el artículo 155 para solucionar problemas sociales, políticos o económicos según estricto dictamen inquisitorial. Nada de imaginación, generosidad o apertura. Peligroso momento pero en el que tenemos la oportunidad, como en Castejón, de ser capitanes/as de nuestra alma.

Arantzazu Ametzaga (bibliotecaria y escritora)

El silencio indolente

2018-05-20, Berriobeiti. Ezkaba iheslariei urteko omenaldia.

20-05-2018, Berriobeiti. Homenaje anual a los fugados de Ezkaba.

2018-05-20, Berriobeiti. Ezkaba iheslariei urteko omenaldia. 20-05-2018, Berriobeiti. Homenaje anual a los fugados de Ezkaba.


Durante la guerra del 36 y en años posteriores, tras el levantamiento militar golpista contra el sistema democrático vigente la República, se cometieron una de las más atroces y ruines acciones contra la persona, contra la sociedad, contra el pensamiento crítico, contra la libertad de expresión, contra la convivencia: “las sacas” de personas de sus casas, de sus trabajos, para fusilarlos por sus ideas, por lo que habían expresado, por los posicionamientos que habían tomado… Sacados con nocturnidad, para arrojarlos a las cunetas a escondidas para ocultar el lugar. Semejante matanza generó tal miedo entre la gente de bien, que el silencio se instauró de tal manera que criticar, posicionarse en contra, daba pavor, miedo a que te pasara lo mismo que a los fusilados, desaparecer para siempre sin dejar rastro y que toda tu familia quedara marcada, señalada y despreciada.

Ese silencio miedoso de una parte, la parte crítica, era la que posibilitó durante cuarenta años la convivencia. Una convivencia ficticia, pero apañada. Ese silencio provocado caló tan profundamente que acabada la dictadura, ya con la democracia, no se supo romper con el corsé anterior. No se hizo una revisión crítica de lo pasado, hubo que dejarlo correr, olvidar para poder seguir conviviendo. Más silencio basado en el miedo a la verdad y a la reparación, no fuera que hubiese un nuevo levantamiento militar golpista.

Pero cuando uno/a y toda la sociedad ha crecido en ese ambiente del miedo y del silencio, hay que ser valiente para lanzarse a debatir sin discutir. En estos cuarenta últimos años de democracia se ha discutido mucho y debatido menos, a veces, demasiadas veces, la discusión ha llevado a que se rompan cuadrillas de amigos/as, a que se separen familias, porque la discusión se hacía extrema, se intentaba imponer la idea al interlocutor y se llegaba al enfrentamiento con el insulto y a veces con las manos. No se enseñó en las familias, en las aulas, a debatir en libertad, a respetar la idea contraria, a reflexionar en común, a saber interiorizar los avances. Por eso, la respuesta social a esa tensión no fue ¡más democracia! más debate de ideas huyendo de lo personal. Se siguió sin entender que la clave estaba en la educación, en la formación crítica, que se nos tenía que enseñar a debatir sin enfados, a saber exponer tus ideas y defenderlas frente a la otra persona sin descalificarlo.

La respuesta fue de nuevo el silencio cauteloso, ya que si no discutimos, si no empezamos ningún debate, si no criticamos… no reñimos, por lo que la convivencia volverá a su ser (“por la paz un avemaría”). Y este es uno de los problemas más graves de la sociedad española contemporánea. Pueden colectivos, grupos de opinión, pensadores… abrir espacios de reflexión, incidir sobre temas que a todos/as nos afectan: situación laboral, feminismo, xenofobia, ecologismo, relaciones entre comunidades y Estado, etcétera, y aparentemente la gente va a dar la razón a la mayoría, va a asentar por no discutir por miedo a veces de quedarse aislado. Se entra en lo que la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neuman definió como “la espiral del silencio”: la tendencia que mostramos las personas a no exponer públicamente nuestras opiniones cuando somos conscientes de que estas no son mayoritarias.

Ese dar la razón a la mayoría para evitar el enfrentamiento hace que no haya reflexión interna ni interiorización de las ideas que en público se dicen defender. Sin embargo, a la hora de la verdad en el espacio privado protegido de las miradas externas, se actúa como si todas esas ideas progresistas no fueran con uno/a. Y así vamos, indolentes sin avanzar.

Natxo Barberena