Opinión / Iritzia

Matxinadas en Euskal Herria

anjel_rekalde

anjel_rekalde


La nuestra ha sido una sociedad alborotada. Agitada. Una colectividad sacudida cíclicamente por algaradas y protestas. Dotada con una fuerte personalidad, singular y diferenciada, con una historia larga y atormentada, esta tierra ha sufrido la mala suerte de encontrarse atrapada entre dos de los imperios más agresivos y jacobinos de Europa (cuna del imperialismo, por si hace falta decirlo). En consecuencia, ha acabado engullida por ellos.

Esta dominación no se impuso de un tajo, en un único momento crucial, con una invasión puntual y definitiva, sino que, en expresión del príncipe de Viana, utrimque roditur. Por todas partes nos han roído. La resistencia que nuestro pueblo ha opuesto ante ambos imperios ha generado un larga serie de pérdidas territoriales. Una sucesión de roeduras, de territorios arrebatados. Y, en ello, una fractura múltiple y parcelaria; una partición política y administrativa que hoy pagamos. Errioxa, Euskadi, Alta Navarra, Baja Navarra? 1054, 1200, 1462, 1512, 1620?

Otro de los rasgos históricos de este fastidioso recorrido ha sido la conservación de un cierto estatus jurídico en esas parcelas territoriales, un régimen de Fueros, a modo de concesión y contención del malestar de la población, un sistema foral que reunía derechos, reglas y disposiciones que ya estaban instalados en la cultura política del Estado navarro del que provenían. Fueros todavía, pero no propios, sino concesión regia de los estados ocupantes. Sin embargo, esto significaba una condición distinta; no actuaban en un marco soberano, sino que el poder era colonial, instalado en otra parte, y ello imponía un insalvable limitación en sus ofertas y componendas.

Como cuenta Xosé Estévez en su libro Matxinadas en Euskal Herria (Nabarralde, 2019), en este ambiente crecientemente tensional erupcionaron las matxinadas, que se manifestaron en coyunturas especialmente críticas. El término matxinada procede del vocablo ‘matxin’ (euskerización de ‘Martín’, santo patrón de los ferrones), nombre con el que genéricamente se designaba a los ferrones y por extensión a los campesinos que realizaban faenas relacionadas con las ferrerías. Posteriormente el término sería en euskera sinónimo de sedición, motín, tumulto, algarada, asonada, insurrección, revuelta.

La liga de los agavillados en Bilbao, el motín de la sal, la sublevación de Matalaz en Zuberoa, el tumulto de Donazaharre, la sedición de Iturbide en Nafarroa, el altercado de la sidra y los encapuchados de Zamalbide (Oiartzun), la matxinada de la carne en Gipuzkoa, las distintas asonadas femeninas en Lapurdi, La Zamakolada? La lista es interminable. Tras ser ocupado, la historia de este pueblo está plagada de estas rebeliones contra el régimen que se impuso. El profesor Estévez detalla un minucioso recuento de estas agitaciones del pasado vasconavarro.

En esta época presente en que los sindicatos y agentes sociales vuelven a convocar huelgas generales, y que los problemas políticos de fondo (con violencia o sin ella; que la estatal siempre está; nunca se fue) no se acaban de resolver, no está de más conocer y recordar cómo fueron aquellas sublevaciones y revueltas. ¡Cuánta energía derrocharon! ¡Cuánta rabia y esperanza! Sin embargo, no olvidemos que un marco administrativo «descentralizado», en definitiva un modelo colonial, sin soberanía, nunca ofrecerá las condiciones democráticas que necesitamos para gestionar y atajar los problemas que nos afectan, sean sociales o nacionales. Entretanto, seguiremos con los tumultos, motines y matxinadas, como vuelve la burra al trigo.

Angel Rekalde


 

Los vascones y la humana estulticia

joseba asiron

joseba asiron


Los vascones no son un pueblo tan misterioso ni enigmático como a veces suele decirse, y son muchas y muy significativas las noticias que de ellos tenemos desde época antigua, por desgracia referidas casi siempre a aspectos guerreros.

Sabemos que vivían en un territorio más amplio que la actual Navarra, que sus «augures» o adivinos eran famosos, y que de entre sus ciudades la principal era Pamplona. Sabemos también que mercenarios vascones participaron en las Guerras Púnicas entre Roma y Cartago, y que muchos de ellos acompañaron a Aníbal y sus elefantes hasta Italia, participando en las batallas de Lago Trasimeno o Cannas, antes incluso de que Pompeyo fundara Pamplona sobre un poblado vascón anterior. Posteriormente se integrarían en el ejército regular romano, y se sabe que existieron unidades militares completas compuestas por vascones, como por ejemplo la Cohors II Vasconum civium Romanorum, que estuvo destinada en Britannia y en el norte de África.

Se conocen algunas de las andanzas de estos vascones. Así, por ejemplo, cuando en el año 69 d.n.e. una sublevación en la frontera de Germania puso en peligro al general Caius Dillius Vocula, el legado romano salvó la vida gracias a la llegada inesperada de las cohortes vasconas de refuerzo. Y sabemos también que el mismísimo Octavio Augusto incorporó una guardia personal compuesta por vascones tras vencer a Marco Antonio en Egipto.

En el tránsito de la Edad Antigua a la Edad Media los vascones no dejaron de montar jaleo. Ya Rufo Festo Avieno se refiere a ellos como los «inquietos vascones» hacia el año 380 y, como queriéndole dar la razón, sus correrías sobre las tierras vecinas fueron una constante en los años siguientes. Asolaron con frecuencia el valle del Ebro, por ejemplo en 441 y 454, y con ocasión de la sublevación del noble godo Froya, en 653, los vascones llegaron incluso a asediar Zaragoza. Y qué decir de los célebres reyes godos que se jactaban de vencer a los vascones, desde el suevo Rekhiario a Wamba, pasando por los Eurico, Leovigildo, Recaredo, Gundemaro y Suintila. Todos presumieron en sus crónicas de haberles sujetado, denunciando, en realidad, que ninguno lo consiguió. De hecho, cuando se produce la invasión árabe de la Península en 711, el rey visigodo Rodrigo no consigue atajarla a tiempo porque, según las crónicas árabes, se encontraba en campaña contra los vascones, «dominándolos» por enésima vez. Y en 778 conseguirán derrotar a la flor y nata del ejército de Carlomagno en Roncesvalles, iniciando la recta final de un sprint histórico que culminará con la coronación de Iñigo Arista hacia 824, momento en el que nace a la historia el reino de Pamplona-Navarra.

A la derecha no le gustan nada los vascones. Vete tú a saber por qué. Tal vez sea porque fueron ellos quienes dieron el gentilicio genérico vasco a un conjunto de pueblos que en la antigüedad fue más heterogéneo, quién sabe, pero lo cierto es que no les gustan ni un pelo. Por eso le faltó tiempo al señor Enrique Maya para arrancar del zaguán municipal la primera cita histórica referida a Pamplona, la cita del geógrafo griego Estabón, que decía aquello de que «? pasada la Jacetania, hacia el Norte, se encuentra la tribu de los vascones, donde hay una ciudad llamada Pompelon, que es como decir la ciudad de Pompeyo?».

Ahora el señor Fernando Sesma, responsable de Educación del Ayuntamiento de Pamplona por Navarra Suma, el mismo concejal que justificó rechazar una ordenanza porque contenía 4 palabras en euskara, quiere reescribir esta historia. Y para ello ha anunciado una revisión del programa escolar Conozcamos Pamplona. Dice que asegurar que los vascones resistieron durante siglos la presión de los pueblos vecinos es «nacionalista», y que no está atestiguado que hablaran en euskara. No está claro, según él, que los vascones hablaran vasco. No le bastan las pistas que le dan los testimonios más antiguos de la literatura escrita. Ni las de la toponimia, ni las crónicas medievales, ni el Codex Calixtinus, ni siquiera la lógica. Como no ha sobrevivido ningún vascón para venir a contarlo… asegura que no está probado que hablasen euskara. Y está siendo moderado porque, con el mismo rigor científico, podría incluso haber afirmado que no está probado que los vascones hablasen idioma alguno…

La cuestión es que, con la llegada del tripartito de derechas al Ayuntamiento de Pamplona, los vascones van a ser de nuevo silenciados, vuelven a las catacumbas de la Historia, víctimas de los complejos y de el más cateto auto odio regionalista. Y en estos momentos de zozobra histórica, a uno le vienen a la cabeza los Annales del Reyno de Navarra, obra magna del padre Moret, que comienzan diciendo así: «Los navarros en lo antiguo se llamaron con el nombre de vascones…».

Y es que los senderos de la humana estulticia, como los del Señor, son insondables…

Joseba Asiron (historiador y concejal de Pamplona por EH Bildu)