Opinión / Iritzia
Punto de mira desviado
España: Monarquía y Democracia. República / Monarquía. Mantra presente para resolver el mar de fondo que convulsiona el status implantado tras la tiranía de Franco. Es muy cierto lo injusto de un individuo ensalzado a la cúspide por razón de nacimiento, sublimado como hipóstasis de la misma Nación y Estado hasta reconocerle la no responsabilidad de sus actos; contradicción del principio básico de la igualdad humana que se pretende armazón del orden social y, en consecuencia, político.
Las correrías de burdel de un campechano, imposibles de ocultar tras la imagen de maniquí de quien le sucede, muestran el despropósito de un modelo con el que se pretende blindar un proyecto de convivencia implementado por quienes persiguen mantener el poder y control de la riqueza colectiva. Es «la España de siempre», sin otra perspectiva que parasitar a quienes se puede dominar, particularmente por los que vienen sucediéndose históricamente en lo alto del sistema social y político; nobles, prelados, espadones y demás en situación de acaparar recursos y el esfuerzo de quien trabaja… ¡Qué importa que los borbones puedan ser golfos o pardillos! Es condición de reyes. La sublimación de su función y persona ha sido y sigue siendo en España el candado que cierra la puerta a toda transformación exigida por los súbditos, lo mismo defiendan estos un reparto de riqueza más ecuánime, que su derecho a no formar parte de un proyecto ¿de convivencia? Que aplasta las aspiraciones de colectividades nacionales con proyectos diferentes.
¿Es el rey el problema?… Franco fue emperador, ascendido como Napoleón; rodeado de la parafernalia ridícula de la dinastía que arrumbó, por el único mérito de haber dirigido el proceso de destrucción de las fuerzas sociales y económicas que amenazaban con mandar a España al basurero de la Historia. Remendó el traje andrajoso y despiezado con que se había revestido aquel Imperio sobre el que€ «No se ponía el Sol» un Imperio incapaz de seguir el ritmo de sus rivales, porque el cambio más liviano implicaba la debacle del sistema social y político; garantía de unas élites que contemplaban con pavor las secuelas de la ineludible transformación, ya operada en sus congéneres y el riesgo de verse desplazados por los subyugados.
¿Bastará con suprimir la monarquía? Pura ilusión. No fue suficiente la desaparición de Franco, quien acostumbraba a responder a quienes le interrogaban por el futuro tras su desaparición€ después de mí, las instituciones€ Más que en estas, el veneno autoritario se encuentra en quienes manejan el poder de facto, los que plantearon el aniquilamiento de los disidentes, alzando a Franco. «El ejército era franquista con anterioridad a Franco» afirmaba uno de sus compañeros. Fue el cirujano de hierro que salvaguardó a España, porque el aniquilamiento de quienes cuestionaban el proyecto de convivencia de España como entidad, salvaguardó el imperio de los grupos sociales que lo venían imponiendo históricamente al conjunto de clases y colectivos nacionales que buscaban sacudírselo. España no es, en definitiva, sino el armazón que constriñe a gentes y comunidades a los intereses de las élites con capacidad de decisión sobre la distribución más ventajosa de la riqueza colectiva.
La monarquía de Franco era la convergencia de la decrépita institución de un Imperio arruinado con los pilares sociales e institucionales, en el esfuerzo por reconstituir la tambaleante estructura político-jurídica del Estado –España–, que garantizaba su status de dominio. Esos poderes fácticos –que se decían–; Iglesia, ejército y oligarquía; ahora más de banqueros y empresarios que de la anticuada aristocracia de propietarios rurales. Juan Carlos fue ofertado como garante de un modelo jurídico-político basado en la libertad ciudadana y poder civil consiguiente, obviando que procedía de una tradición dinástica absolutamente desdeñosa con la primera y que había pisoteado permanentemente el segundo. Fue la€ conditio sine qua non€ de quienes tenían en sus manos el poder transmitido por Franco. ¿Las instituciones? Aceptado con entusiasmo por los republicanos juancarlistas, del PSOE al PC y otros proclamados revolucionarios el día anterior.
Es muy probable que de haber tenido lugar en aquella coyuntura un proceso republicano se hubieran alcanzado soluciones satisfactorias para las amplias aspiraciones colectivas. Reformas de estructuras económicas en las zonas del Estado potencialmente ricas, pero atrasadas, y libertad para las naciones que disponían de su propio proyecto de convivencia. Se optó por la oferta de los franquistas, al considerar conveniente evitar el irritamiento del ejército, a quien era necesario apaciguar, a fin de que terminara por aceptar la democracia ¡Reforma de admiración universal! Sin traumas –decían–. Los sufrieron quienes se resistieron al fraude, quienes sentían que sus ilusiones de justicia y libertad se desvanecían. Finalmente, una nueva Restauración. Franquistas travestidos de demócratas, es cierto, de toda la vida, turno de partidos institucionalizado y ejercicio del poder atendiendo al interés de quien lo detenta. ¡No lo hubiese hecho mejor Cánovas!
La cuestión de fondo
¡Pero ahí está la corrupción! Es el flujo de podredumbre que agita las interioridades del cuerpo del Estado, que se intenta ocultar tras la epidermis límpida y fresca del presunto orden democrático. Es tan denso ese flujo que termina por ensuciar cualquier cobertera y emponzoñar su entorno ¿Dónde radica su vigor? Para entender la profundidad y persistencia de este rasgo de la identidad española –la corrupción–, es obligado examinar la cultura socio-política, los valores que animan a las élites. El poder de facto que permite imponerse en toda circunstancia, pasando por encima de intereses y derechos del adversario. Utilizándolo sin miramientos, como fue norma de nobles y prelados y es pauta de actuación para los jerarcas actuales, monarca, gobernantes, administradores públicos y todo aquel en situación de preminencia en el orden público y privado, porque «usted no sabe con quien esta hablando», expresión esta, reflejo de la arraigada percepción de quien siente capacidad de imponerse.
La monarquía no es el mal, únicamente el síntoma; la clave del arco sustituible que no resuelve la cuestión del acaparamiento de riqueza y poder por parte de una oligarquía con manifestaciones diversas; Iglesia, ejército, banca y gran propiedad€ Junto a ellos la caterva de aspirantes que acechan con mirada corta y sin garantía de éxito, que sienten no pueden aspirar a más. El mal se encuentra en el proyecto mismo. España nacida de la violencia de los fuertes y hoy atada por la connivencia de quienes obtienen provecho de la armadura que oprime a quienes reclaman la libertad. A raíz de la transición que modificó la tiranía de Franco en monarquía constitucional, el establecimiento de una república habría supuesto la recuperación de los resortes del poder por parte de las distintas colectividades inclusas en el Estado; resortes dejados por Franco en manos leales. Habría sido posible un proceso de transformación que exigía el desmantelamiento de las bases socio-económicas afianzadas por la Dictadura. Nos habríamos encontrado en situación similar a la que movió a la vieja oligarquía y sus apoyos armados al golpe de fuerza acaudillado por Franco y los suyos. No consintieron los franquistas hondeando su ejército y se plegaron los republicanos con el discurso de la reconciliación, o quizás por el temor de que un proceso en libertad abocara a la transformación de España en las naciones que reclamaban su reconocimiento. Estos republicanos, con frecuencia autoproclamados juancarlistas, afirmaban la necesaria madurez del proceso. Únicamente ha madurado el bienhacer de los franquistas, carentes de todo pudor a la hora de reafirmar la validez de los planteamientos autoritarios, levemente soterrados bajo la capa dubitativa del orden constitucional actual. ¿En qué confían estos republicanos compulsivos para establecer la república? ¿Piensan que es tan difícil cambiar de rey, o proclamar a un nuevo salvador de la patria?
La República sobre el papel tendría que implantar un orden democrático sin tapujos, para hacer frente a la gravedad de las cuestiones de fondo en la organización social y política impuestas por quienes dominan, apoyados en las estructuras del Estado y ordenamiento jurídico vigente. Cambiar la denominación de este orden no garantiza la transformación institucional, ni el desplazamiento de los oligarcas ¿Renunciarían estos a su poder? Franco afirmaba las instituciones tras él y ¿Tras el rey?… El Estado / España.
Mikel Sorauren
Hace 99 años nació la -muy vasca- Caja de Ahorros de Navarra
Decir que La CAN era una institución muy vasca es decir la verdad pura y llanamente. Y decirlo alto y claro no constituye, o mejor dicho, «no debería constituir» ningún pecado histórico. El verdadero pecado es el de intentar borrar u obscurecer la realidad. La basconidad de Navarra era patente desde su nacimiento hasta su madurez así tuviera que contemporizar con gobiernos Estatales y Locales proclives a borrar toda huella de tal condición. Sin más preámbulos les dejo con el primero de los artículos que se refieren al sentimiento de hermandad que anidaba en La Caja de Ahorros de Navarra con respecto a las vascongadas.
La CAN ¡¡REFUNDÉMOSLA!!
Pongámonos en contexto. Tras la primera guerra carlista la Ley de Modificación de Fueros de 1841 había dado un buen palo a la autonomía foral, quintas, jueces, nombramiento de autoridades etc., pasaron a depender del Estado Central y hasta la frontera estatal pasó del Ebro a los Pirineos.
Explica Amín Malouff en su ensayo Identidades asesinas que cuando una identidad se intenta abolir desde el exterior, ésta se refuerza en el interior de la persona por un acto reflejo de rebelión. Así debió de ocurrir por aquel entonces con la basconidad de Navarra, pues en 1893/4, cuando el ministro español Gamazo intentó modificar el régimen fiscal navarro, se armó la marimorena: La Excma. Diputación inició las protestas y Navarra entera se sumó a ellas manifestándose por doquier. Gamazo tuvo que recular y la victoria se plasmó en ese centenario monumento a Los Fueros que se ubica frente al Palacio de Navarra. Gayarre y Sarasate expresaban al mundo su condición euskaldun sin tapujos ni vergüenzas y el Gernikako Arbola sonaba en las fiestas desde La Ribera hasta los Pirineos. La iniciativa de crear La CAN surge en el II congreso de Estudios Vascos celebrado en Pamplona en 1920. Las tres provincias vascas contaban ya con su Caja Provincial respectiva.
Vimos en el artículo de los “Primeros Pasos” que todo movimiento se encaminaba hacia la provincias hermanas de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, allá se iba de continuo a por la experiencia respecto a Cajas de Ahorro; de allí vinieron los sistemas organizativos, los modelos de impresos, las normas laborales,…… y dicha tendencia se mantuvo prácticamente siempre incluso en épocas de marcado centralismo estatal (Según las actas revisadas hasta 1950 y según lo que yo pude apreciar mientras viví en Pamplona hasta 1990).
La relación de Navarra con Las Vascongadas -como no podía ser de otra forma, dadas las similitudes históricas, de lengua común y de tradiciones- era una relación natural de familia bien avenida y así se pone de manifiesto en multitud de Actas, algunas de las cuales entresaco en los párrafos siguientes:
En el acta del Consejo del 7 de diciembre de 1921 leemos:
“- Los comisionados a la Asamblea de Cajas en Vitoria dan cuenta de ella y se aprueban unas mismas bases a fin de que a su vez se aprueben por las respectivas Diputaciones del País Vasco-Navarro a fin de llevar una posición común en la asamblea de Madrid basada en los siguientes puntos:
1º La más amplia autonomía en la administración
2º Recaudación total de las primas o lo más posible
3º Si 2º no total, garantía estatal para lo no recaudado
4º Se reconozca el régimen autonómico de las provincias vascongadas y que las Diputaciones puedan bonificar en cantidad no menor que el Estado las libretas de capitalización.
– Por el momento se acuerda no entregar al Instituto Nacional de Previsión (INP) cantidad alguna a fin de hacer presión de cara a la negociación.” [Jugaban fuerte con Madrid ¡eh!]
En el acta de la reunión de la Comisión Permanente celebrada el 29 de agosto de 1924, podemos leer: “El director da cuenta de la reunión celebrada en San Sebastián para tratar de la Federación de Cajas Vasco-Navarras y en la que se aprobó la Federación con las bases presentadas por La Caja ligeramente modificadas” [La aportación era recíproca]
En el acta de la misma comisión del Consejo celebrada el 19 de febrero de 1926, leemos: “Para la próxima Asamblea de Federación de Cajas de Ahorros Vasco-Navarras a celebrar en Vitoria se comisiona al Sr. Director con el ruego de que insista en la conveniencia de conjuntar la representación de todos nuestros valores en Cartera a fin de acudir a las Juntas Generales y de Sociedades.” [La consabida unión que otorga fuerza de control y de negociación]
Y en el Consejo del 17 de diciembre de 1927 “El Consejero Sr. Huici informa de que la Banca y Cajas de Vizcaya suscriben 7 de los 10 millones emitidos por el ferrocarril Pamplona-Estella-Logroño no puramente como negocio sino como una subvención indirecta al Puerto de Bilbao, se discute si la Caja debe suscribir ½ millón como propone la Comisión Permanente ó 2 millones como propuso el Consejo. Por votación se acaba aceptando suscribir sólo ½ millón.”
He resaltado lo de «subvención indirecta» para hacer ver que la hermandad con el territorio vasco era habitual no sólo en lo cultural (Los donativos o subvenciones a entidades culturales de promoción del euskera y lo vasco eran habituales) sino también en lo económico. Todas esas complicidades y simpatías mutuas estaban mal vistas por la centralizadora dictadura de Primo de Rivera. Igual que ahora los partidos estatalistas miran con disgusto esas especificidades forales, sin pararse a pensar en los históricos porqués de las mismas.
Toda nueva actividad se intentaba ubicarla en el entorno conocido más afín, así el Consejo del 6 de agosto de 1930 acordó: “A la vista de los informes médicos se decide que la Colonia Infantil sea «marítima» y que al efecto de ubicarla adecuadamente se gire visita a las playas de Guipúzcoa y a la Colonia de Pedernales en Vizcaya”
Son tantas y tan variadas las ocasiones en que se observa esa relación de familia con las vascongadas, que no me ha quedado más remedio que poner aquí un CONTINUARÁ.
Ramón Doria Bajo
Los ancianos y La CAN
Los ancianos, los mayores, la tercera edad… muchos epítetos pero poca consideración, antes y ahora. Menos mal que nos queda el ejemplo de unos tiempos en los que sí se les consideró. La Caja de Ahorros de Navarra se volcó con quienes eran los desamparados de una sociedad tan desigual y tan injusta como la actual, aquellos que aun habiendo dado todo lo mejor de ellos mismos, llegada su senectud, apenas tenían de qué mantenerse.
Los ancianos
Retrocedamos en el tiempo hasta 1919, fecha en la que La Ley del Retiro Obrero obliga a que los patronos aporten unas cantidades para sufragar la pensión que hoy llamamos de jubilación pero que entonces se llamaba de «retiro». Palabra esta última que a todas luces no indica alegría alguna, pues se retiran los trastos, lo que ya no sirve. Hasta esas fechas aquellos trabajadores que, por edad o imposibilidad física, ya no podían desempeñar su oficio, la sociedad no los consideraba y se olvidaba de ellos como de los trastos viejos y, los pobrecillos, habían de confiarse a la familia o a la caridad. Naturalmente, en aquellos tiempos, no se pagaban las bajas por enfermedad o maternidad ni el paro, ni…. En aquellos tiempos justo se iniciaba eso del «retiro obrero».
Así ocurría que multitud de ancianos malvivían pues sus magras soldadas como jornaleros no les habían permitido ahorrar nada para sobrevivir durante su vejez. Las Cajas de Ahorro eran instrumentos públicos de fomento y salvaguarda del ahorro como sistema de previsión para el futuro. Se iniciaba por aquel entonces lo que ahora nosotros conocemos como Seguridad Social. La vida era mucho más dura que ahora pues los logros sociales estaban todavía por conseguir. Fueron nuestros bisabuelos y abuelos quienes los consiguieron para nosotros.
Por todo eso las prioridades de La Caja en el primer año desde su fundación se dedicaron a esas cuestiones. Así podemos leer en el Acta de la sesión del 22 de Noviembre 1921, de la Comisión Permanente del Consejo de Admón. de La Caja lo siguiente: “Se acuerda visitar al Alcalde [De Pamplona] suplicándole que colabore en el cumplimiento de la Ley de Retiro y se pasa a Diputación un proyecto de condiciones de Subasta en la que se incluya la obligación de pagar el Retiro Obrero.”
Y en la de la misma Comisión del día 13 de Diciembre de 1921 lo siguiente:
– “Ver en catastro los patronos agrícolas, y circular a todos los alcaldes de Navarra a fin de que afilien el personal de los Ayuntamientos. [No afiliaban a sus obreros ni los patronos ni los Ayuntamientos.]
– Estudiar la situación en que están los obreros eventuales del ferro-carril del Norte; todos los del f/c de Plazaola y los que correspondan del Bidasoa.”
Un año más tarde en la sesión del 18-XI-1922, de cara a fomentar el ahorro, leemos: “Se acuerda sortear 1.300 Ptas. Entre las libretas 1er p: 500, 2º p: 200, 3º: 100, 5p de 50 y 10p de 25
Se acuerda conceder dos pensiones vitalicias de 2 Ptas. diarias a un anciano y una anciana nacidos y residentes en Navarra, que siendo pobres y observando buena conducta moral y religiosa sean los de más edad entre los solicitantes.”
En el Acta del Consejo celebrado el 2-VII-1927 leemos: “Reconstitución del Comité de Homenaje a la Vejez [Órgano que establece todo lo relativo a la concesión de pensiones a la vejez] de la siguiente forma: 2 representantes tanto de la Excma. Diputación de Navarra como de La Caja (Presidente y Secretario [A la sazón Uranga y Bajo]; el Alcalde de Pamplona; un representante del Sr. Obispo, del INP, de la prensa [Director del Diario de Navarra] y otro de las Sociedades de recreo de la Capital” Como puede apreciarse: Un comité altamente participativo en lo administrativo, institucional, religioso, social, informativo e incluso deportivo/cultural.
A los ancianos La Caja los consideraba como miembros de pleno derecho de la sociedad humana, como lo hacían y hacen todas esas sociedades qué, indebidamente, denominamos primitivas en las que los ancianos son venerados por su importantísimo caudal de experiencia (El senado, el sanedrín o la tuguna son cámaras de sabiduría por acumulación de experiencia). Sin embargo este mercantil mundo actual ha vuelto a considerarlos como trastos sin ningún valor productivo directo. Sin ir más lejos observamos que el 95% de las víctimas del COVID-19 son mayores de 65 años. La sociedad actual no implementa suficientes medios sanitarios para que los médicos no tengan ese terrible dilema de elegir atender a unos u otros de sus pacientes en función de la edad que tengan. Albert Camus en La Peste, dejo dicho: “cuando no se han dormido más que 4 horas no se es sentimental.» Simplemente la sociedad actual ha retrocedido en el campo sentimental, estamos como hace un siglo, volviendo a tener que reconquistar derechos fundamentales.
¿Pueden ahorrar algo para su vejez quienes apenas sobreviven? ¿Son dignas las pensiones de jubilación? ¿Es bueno que los planes de pensiones estén en manos privadas? Ya casi todo está privatizado (Agua, luz, teléfono, combustible,…) pronto se privatizará también la vida y la muerte, volveremos a la antigua Grecia de la isla de Ceos donde al cumplir los 60 años te entregaban la Cicuta. Parece que todos esos “adelantos” llegarán pero… ¿vamos bien?
No sirve de nada avanzar técnicamente si no se produce un avance paralelo en la universalidad de los derechos. Cada día que pasa se agudizan las diferencias sociales y más ancianos sufren indigencia. ¡Qué sociedad tan arrogante y tan vana hemos re-construido!
Ramón Doria Bajo