Opinión / Iritzia
Un obispo olvidadizo y profranquista
Según informó una cadena de radio la semana pasada, el obispo Pérez ha ofrecido la Catedral de Pamplona a la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz para que ésta celebre sus misas y actos que, por ser coincidentes con las efemérides de recuerdo franquista y requeté, pueden ser considerados objetivamente actos de exaltación del franquismo.
Con ello, el obispo vuelve a rubricar la estrecha colaboración del Obispado con esa entidad memorialista requeté surgida en 1939, y en cuya constitución participó activamente el obispo Olaechea y dos curas marcadamente carlistas como Santos Beguiristáin, de infausto recuerdo en Azagra al animar a la implementación de la limpieza política de los desafectos y llevar privadamente la contabilidad de la misma, y Antonio Añoveros, posteriormente obispo y uno de los que asistió como confesor a la masacre de Valcardera de 23 de agosto de 1936 y que también conoció las circunstancias en que ocurrieron otros asesinatos, como el de Camino Oscoz.
Al ofrecer la catedral, el obispo Pérez retoma una larga tradición que la opinión pública de Navarra ha olvidado. Y es que los Viernes Santos, tras la función de las Siete Palabras, la Hermandad celebraba en la catedral la ceremonia de toma de hábitos de sus miembros, que juraban «seguir defendiendo los santos ideales de la Cruz y la Religión», todo ello presidido por el obispo, con viacrucis posterior, y según un ceremonial de tintes kukluxklanescos que todavía pervivía a finales de los años setenta. El ritual se conformaba con arreglo al Deber Segundo de los Caballeros: «luchar con agresividad castrense contra la irreligión o las malas costumbres, contra todo lo que tienda a desvirtuar el espíritu de la Cruzada, a traicionar la Sangre de los Mártires y de los Héroes, recordando siempre que los muertos nos han de gobernar».
En la ceremonia, el caballero cronista leía los nombres de los voluntarios fallecidos en la guerra, de los asesinados en zona roja y de los caballeros muertos desde la última reunión. Luego, preguntaba a los asistentes por su compromiso «por la sangre de estos muertos que viven en Dios» de conservación del espíritu de la Cruzada. En la toma de hábitos, los candidatos debían repetir acompasadamente un texto leído por el Caballero Cronista en el que se pedía jurar por la permanencia de dicho espíritu. Al finalizar el acto, el Caballero Prior preguntaba: «Caballeros Voluntarios de la Cruz, no existiría nuestra Hermandad sino se hubiera atacado por los enemigos de Dios y de la Patria a esta Cruz y a esta Bandera. Al ir a poner en ellas el beso de vuestros labios, ¿juráis defenderlas hasta la muerte?».
En esos actos, el Arzobispado se manifestaba plenamente connivente, espoleando los radicales fines de la Hermandad de mantenimiento de los principios de la Cruzada. El 12 de abril de 1952, Diario de Navarra informaba, acompañándolo con fotos, sobre los actos del Viernes Santo, añadiendo que en el viacrucis posterior a la Función de las Siete Palabras organizado por la Hermandad, el obispo «excitó a los Hermanos a seguir sus huellas».
El obispo Pérez en sus declaraciones quitaba importancia a los contenidos de significación franquista de las ceremonias de la mencionada Hermandad, ligados con sus nuevos Estatutos, aprobados en el año 2006 por el obispo Fernando Sebastián. Ya en ellos se advierte un claro blanqueamiento de los propósitos iniciales de la misma. Sin embargo, incluso en ellos se lee que el fin primordial de la entidad es de «continuidad y fidelidad al espíritu y a los ideales de quienes dieron su vida por defender la fe y el Reino de Dios en la tradición católica de España [y] sufragar sus almas, tributándoles de esa manera nuestro eterno homenaje y agradecimiento, y haciendo que, al conservar el recuerdo de su nombre, sea escuela de religiosidad y de patriotismo para las nuevas generaciones». De esta forma, en esos nuevos estatutos se decía que se celebraría una misa mensual por aquellos, así como misas el día de la Exaltación de la Santa Cruz y los días 10 de marzo (es decir, el Día de los Mártires de la Tradición), el 3 de mayo (es decir, el Día de la Invención de la Santa Cruz), el 19 de julio y el 1 de noviembre. Por otra parte, de acuerdo con ello, en esquelas publicadas en este mismo siglo XXI la Hermandad reiteraba que rezan, no por todos, sino «por los muertos en la Cruzada por Dios y por España».
Asimismo, en una carta que publicó la prensa, firmada por el Caballero Prior de la Hermandad, Javier Baleztena, el 26 de diciembre de 2006, se decía que «El pertenecer a la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz no es como el formar parte de una asociación tradicional, típica de Pamplona o de Navarra, o algo folclórico, o de costumbres€ No. Es adquirir un serio compromiso, pues, como recordaréis, al ingresar voluntariamente en ella realizasteis un juramento ante la Cruz y los Santos Evangelios (juramento, como veréis, muy serio) de cumplir con los fines de dicha Hermandad». Y, seguidamente, recordaba como el fin principal el de «continuidad y fidelidad al espíritu y a los ideales de quienes dieron su vida por defender la fe y el Reino de Dios en el alzamiento de 1936» y el de «luchar con diligencia, tenacidad y valentía contra la irreligión, el laicismo y secularismo».
El obispo Pérez ya cedió la cripta de los Caídos a la mencionada Hermandad durante estos años, de acuerdo con el hecho de que la sede de la misma está en el monumento por decisión verbal del Obispado de 1958, ratificada por escrito en 1960, y ello a pesar de que el Ayuntamiento de Pamplona es propietario del edificio, tras acuerdo con el Arzobispado en donación en 1998.
En octubre de 2016 el arzobispo propuso un chantaje al Ayuntamiento para que éste reconociera al Arzobispado el uso y disfrute del espacio de la cripta y de este modo seguir celebrando las misas de la citada Hermandad. A cambio, renunciaría a su demanda presentada ante el Contencioso Administrativo relativa a las exhumaciones de la cripta.
De forma sorprendente, el arzobispo Pérez reconoció que las cosas podían cambiar. Tras conocerse las siete propuestas del concurso para resignificar el monumento a los Caídos, y seleccionadas por el Ayuntamiento de Pamplona, Pérez, el 20 de febrero de 2019 reconoció la primacía de la propiedad municipal sobre el edificio como las decisiones municipales sobre el mantenimiento de la cripta.
Más todavía. Declaró que «podría llegar un día en el que se desacralice» la cripta del monumento a los Caídos, puesto que «no tendría ningún sentido» si «cambian los fines de la edificación». A fin de cuentas, la carlista Hermandad ya tiene el acomodo y blanqueo que le proporciona la comprensiva Iglesia de la Cruzada.
Fernando Mikelarena, Víctor Moreno, Clemente Bernad, José Ramón Urtasun, Carlos Martínez, Carolina Martínez, Jesús Arbizu, Laura Pérez, Txema Aranaz, del Ateneo Basilio Lacort
Ikastola Lizarra. Premio Manuel Irujo 2020
No ves Estella hasta llegar hasta ella reza el dicho, y así fue en el verano de 1965 cuando, de la mano de Pello Irujo, me enfrenté a la ciudad aposentada en el meandro del Ega y palpé la humedad de sus aguas, olí el perfume que exudaban sus fresnos y recorrí las calles milenarias transitadas por viejos y nuevos mercaderes, antiguos y modernos romeros. Noté algo triste en Lizarra, aunque estaba en vísperas de fiestas, tal como si mantuviese duelo por su fusilado alcalde Agirre y la prevalencia de no decir agur, según decretó un bando, ni tocar txistu, instrumento que animaba los jolgorios populares. Desde la plaza de Santiago nos llegó el sonido de las gaitas, animando el baile de la Era/Larrainadantza, al que también en su día resucitó Andrés Irujo.
Entré en la casa Irujo y fue como si los cimientos de tres siglos –¿o era Pello contando en voz baja la historia familiar?– me delataran que el niño Daniel, luego abogado defensor de Sabino Arana, escondido en sus sótanos, acometió la acción temeraria de restar pólvora a los fusiles de los cristinos allí encuartelados en la guerra de los Cinco Años. Por dos veces Lizarra fue capital carlista y conoció derrota, pero el espíritu de la ciudad prevaleció pese a que el idioma primordial quedó atascado en la garganta de los lugareños. Y se le echaba en falta porque daba sentido al nombre las sierras de Andia y Urbasa, al valle de las Ameskoas, a los ríos Ega y Uderrera, otorgaba resonancia a los pueblos y monasterios de la merindad y a los apellidos de sus pobladores.
En la biblioteca, intacta pese a las vejaciones sufridas desde su confiscación, Pello rebuscó entre los tomos apergaminados de los Fueros y extrajo algo con cuidado y con cuidado me lo ofrendó. Era una piedra perfectamente redonda, de color blanco mate. Me explicó que la consiguió en el fondo del Ega un día de verano. Le gustó tanto que la guardó en sitio secreto y principal como lo era la biblioteca foral, y allí quedó cuando hubo de regresar a Caracas. Me entregaba la piedra simbólica forjada por las corrientes milenarias del Ega porque significaba rodaje y perpetuidad.
«Seguimos siendo pero debemos aprender a hablar», concluyó. La piedra redonda removió mi mano como si mantuviera en ella un corazón. Comandaba que, pese a las desgracias sufridas y los bienes secuestrados, volveríamos a ser nosotros mismos en los tiempos venturosos que habrían de venir.
En 1970, día de San Miguel, se hizo realidad la regeneración con la creación de la ikastola de Lizarra. Nació en un frontón, alegórico lugar donde el pelotari, mediante la coordinación de cada uno de sus músculos, comandados todos matemáticamente por el cerebro, con su mano lanza la pelota contra la pared, iniciando el desafío. La idea no es derrumbar el muro sino mantener la pelota en el aire, provocando a la ley de gravedad.
Por las calles de Lizarra, por primera vez en en siglos, resonaron en las gargantas de una humanidad exultante las voces del idioma primigenio, fluido como las fuentes del Urederra. El bando militar humillante y represivo se hundió bajo los pies jubilosos de una generación que quería correr bajo el sol y volar con el viento. Era tarea difícil, asegura Josu Reparaz, su director por veinte años, en declaraciones a este DIARIO DE NOTICIAS: …kastolen proiekuak, zorionez edo zorurxarre, egoera guztien gainetik aurrera egiten ikasi du/ el proyecto ikastola, por suerte o por desgracia ha aprendido a avanzar en todas direcciones. El arduo rescate de la lengua original, aplicado a la enseñanza y a las diversas fórmulas culturales y folklóricas, fue generado por el ardor, la generosidad, el riesgo y el rigor de múltiples personas, imposible nombrarlas a todas, que tuvieron el valor de convocar semejante devenir histórico. Fueron campeones de una recuperación vital sin precedentes y merecían reconocimiento.
Este 2020 no hay Nafarra Oinez en Lizarra a causa de la epidemia. Pero sí ha obtenido la ikastola el prestigioso premio Manuel Irujo por la excelencia alcanzada. Desde el corazón de la vieja casa Irujo en la que germinó una generación altruista, pacifista y luchadora en la defensa de su patrimonio nacional, ha llegado a la ikastola la honrosa distinción. Mantengo mi piedra redonda en mis palmas y creo percibir la voz de generaciones antecedentes hablando de proyectos y esperanzas, perfilando presente en concordancia a su forma de ser. Porque recoger lo pasado no es convertirse en estatua de sal, sino motorizar un avance firme al futuro.
De mi pelota de piedra rebrota la voz baskona con su sonido resonante, su verbo difícil, sus múltiples palabras para designar a la humanidad, a los animales y a la geografía singular que nos rodea, y me penetra en el corazón un mensaje dulce cual sonido de canción de cuna. También, y en contraste, surge un irrintzi de desafío por el camino a transitar y emite un agur que es salutación respetuosa en nuestra lengua porque significa hola y adiós. No en vano nuestro Agur jaunak que voy entonando por Lizarra y sus gentes y su ikastola nació en los frontones de Lapurdi.
Devuelvo la pelota de piedra al fondo del río Ega. Debe seguir rodando.
Arantzazu Ametzaga Iribarren. Bibliotecaria y escritora