Opinión / Iritzia

PSN-PSOE: de suspender la memoria a apropiársela

Fernanado Mikelarena

Hasta hace poco tiempo los dirigentes de dicho partido mantuvieron fuertes reticencias a constituirse como legatarios de las víctimas cuando, junto con su sindicato hermano, la UGT, fueron en Navarra los colectivos que más intensamente sufrieron la limpieza política de 1936-1939. A diferencia de otros grupos que, muy castigados en otras partes, incluso de Euskal Herria, cultivaron una fuerte memoria antifranquista, una y otra formación, a las que pertenecían la mayor parte de los inmolados aquí, prorrogaron durante demasiado tiempo en Navarra, así como en el conjunto de España, la memoria del olvido surgida de la mano de la Ley de Amnistía y fomentada en los años ochenta por mor del pretendido espíritu de reconciliación de la Transición, mostrándose bastante pasivos en relación con la recuperación del recuerdo de los asesinados, tanto entre 1977 y 2000 como en el resurgir de dicho movimiento de los últimos veinte años.

Entre 1983 y 1991, momento óptimo para recabar testimonios directos, la gestión de los gobiernos socialistas en Navarra y en el Estado obvió completamente dicha memoria histórica. Una muestra elocuente de esa actitud es la postura explicitada en diciembre de 1992 en el debate sobre una moción de Izquierda Unida acerca de la eliminación de los símbolos fascistas. El PSN se posicionó tenaz y agresivamente con la derecha navarra en contra de la iniciativa. El portavoz de UPN, Rafael Gurrea, hijo de un número de la Guardia Civil que el 18 de julio de 1936 estaba en el momento y lugar en el que asesinaron al Comandante José Rodríguez-Medel, alabó la Transición española, negó el carácter fascista de la laureada, y calificó la moción de anacrónica y zafia y como “parte del ritual de un grupo radical en este tipo de cuestiones, que cumple con la misión de excitar a la sociedad en un tema que, afortunadamente, está olvidado”. Por su parte, el portavoz del PSN, Aladino Colín, comenzó su intervención centrándose en el anacronismo y en el carácter artificial de la cuestión “cuando no es un debate que se plantee la sociedad ni una preocupación de la sociedad”, abogando por dar protagonismo a “los asuntos relacionados con lo que de verdad importa” y por adoptar “acuerdos de conservación de los símbolos anteriores”. Además, auguró que las sociedades “después de épocas turbulentas”, acaban conviviendo “con su historia de manera pacífica, aceptando la anterior sin ira”.

Catorce años antes, en una resolución del Comité Provincial del PSOE de Navarra de 4 de febrero de 1978, dicho partido aclaraba su actitud de memoria con sordina en relación con las exhumaciones llevadas a cabo entonces. En esa resolución se reconocía el carácter trágico de los asesinatos en Navarra durante la guerra civil española, cuantificados en 5.000, y se subrayó que en su mayoría pertenecían al PSOE y a la UGT. Se señalaba que el PSOE navarro colaboraría con la comisión gestora del “numeroso grupo de independientes” que estaba trabajando en pro de la confección de un listado de los asesinados y de su traslado a los cementerios, comprometiéndose “por recoger esta herencia, por estudiarla y proponerla, de una manera crítica y no sólo apologética, como ejemplo de futuro”, pero oponiéndose “a comerciar políticamente con la sangre de estos muertos, a hacer propaganda de cualquier tipo con su muerte”. De esta forma, se rechazaba celebrar “cualquier acto público en torno a este tema” porque “puede no contribuir a afirmar el espíritu de amnistía” al poder ser “mal interpretada por importantes sectores de la población, que verían en nuestro partido una imagen revanchista” y “porque, como ya ha sucedido en ciertos lugares alguna vez, podríamos vernos implicados en maniobras de grupos políticos o ideológicos, que no nos favorecen en absoluto”.

Las preocupaciones del PSOE navarro por la utilización de los asesinados por parte de otras siglas más a la izquierda quedó alterada a partir de la entrada en el siglo XXI cuando dicha formación repetidamente ha sumado sus votos en los diversos foros parlamentarios, de Navarra y de fuera, con otras fuerzas en pro de la memoria histórica de aquéllos. Esa práctica se conjugaba, no obstante, con el apoyo externo a los gobiernos de UPN entre 1996 y 2015, la coalición de gobierno con ese partido de 2011-2012 y el apoyo a ayuntamientos de Na+ en 2019.

La forma de cómo se ha gestionado el debate parlamentario en relación con la reciente Ley de Memoria Democrática demuestra que actualmente el PSOE a nivel general, como asimismo el PSN, han desarrollado una práctica de apropiarse de la memoria histórica de la guerra civil, del franquismo y de la Transición de manera que su perspectiva puede catalogarse de intento de configuración de una memoria tibia, oficial y no compartida por cuanto, auxiliados por Unidas Podemos, han rechazado cualquier intento de transacción con los partidos de izquierda.

De frenar la tramitación, hasta el punto de pensarse que sería un proyecto de ley que no sería aprobado, se pasó a una gestión a toda velocidad. Después de que el PSOE y Unidas Podemos reorientaran el proceso mediante el pacto de varias decenas de enmiendas que fijaban las líneas rojas que no podían cruzarse, en muchos casos con el uso de una retórica con muchas inconcreciones que solo aparentemente recogen aspiraciones de las asociaciones memorialistas y de otros partidos de izquierda, en el paso por el Congreso tuvo lugar una negociación con el resto de los partidos en el que estos solo consiguieron introducir aspectos mínimos de significado a menudo dudoso. Por contra, en su paso por el Senado el PSOE se cerró en banda a cualquier transacción, rechazando varios cientos de enmiendas. De cualquier forma, el contenido definitivo de la ley, suponiendo un avance respecto a la de 2007, no rompe en absoluto con el marco instaurado por la Ley de Amnistía, se cierra en banda en la cuestión del arco temporal a pesar de su aparente apertura hacia unos pocos años más adelante y peca de enormes vaguedades sobre elementos nucleares como el derecho a la verdad, el derecho a la investigación, el acceso a la documentación, los monumentos apologéticos… A ello se añade que sobre otros, como los victimarios o el expolio económico y las reparaciones, el silencio es absoluto.

Ese giro hacia la apropiación de la memoria se ha rematado en Navarra con el intento de que el Parlamento de Navarra aprobara el 20 de octubre una incomprensible moción, finalmente fracasada, de apoyo a la ley, que incluía puntos inciertos, y cuya razón de ser, a tenor del peso que en las intervenciones del PSN y de EH Bildu tuvieron las críticas airadas e inmotivadas a la intervención del senador Koldo Martínez en la cámara alta quince días antes, se situaría entre el afán de acallar cualquier disidencia y conformar una especie de pensamiento único y la incomodidad por evidenciar que, entre el centenar y medio de enmiendas defendidas por aquel, había muchas de ellas ciertamente significativas sobre cuestiones ciertamente proteicas desde un enfoque de memoria integral. Desde luego, el visionado de los vídeos correspondientes es sumamente expresivo.

Si algunos pretendían dar el tema por cerrado, este intento de apropiación interesada y de conformación de una memoria moderada, parcial y oficialista, con muchísimas lagunas, lo sigue dejando abierto. En especial, porque las posibles enseñanzas de cara a futuro a partir de una gestión integral de la memoria, que remarque el daño de la utilización de la violencia para fines políticos, que aborde dimensiones a las que se sigue sin conceder reconocimiento y que recoja los ecos y efectos del franquismo durante las décadas finales del siglo XX, siguen constituyendo un reto pendiente. Y porque la memoria es plural y diversa, espacio de encuentro entre diferentes, algo que casa mal con las actitudes de prepotencia con la izquierda y apocamiento con la derecha a las que la dirección del PSOE y del PSN nos tienen acostumbrados.

Fernanado Mikelarena


En el aniversario del asesinato de Xavier Mina

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Imagen de Xavier Mina.

Imagen de Xavier Mina

Los movimientos de población existen desde los orígenes de la humanidad, pero siempre ha habido una diferencia sustancial entre los realizados pacíficamente y los violentos. Los primeros –los pacíficos– consisten en ayuda mutua, intercambios de productos, refugio, exilio, trabajo, tecnología, alimentación, cultura, comercio, deporte, colaboración, o salud; los segundos –hechos con bárbara violencia– que aún estando hoy prohibidos, se siguen realizando: invasión, conquista, guerra, rapiña, razia, expolio, aculturación, sustitución lingüística, imposición de religión, suplantación jurídica, ocultación de la historia, subordinación, genocidio o colonización.

Los cambios de país realizados pacíficamente están protegidos en el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país”. Según Xavier Mina, “la patria no está circunscrita al lugar en que hemos nacido, sino más propiamente al que pone a cubierto nuestros derechos personales”.

La larga marcha en defensa de nuestra libertad comenzó en el momento en el que las hordas kurganes o arias, mucho después llamadas indoeuropeas, comenzaron a conculcar los derechos colectivos e individuales de las sociedades europeas igualitarias, comunitarias, matrilineales, pacíficas, en poblaciones organizadas, y les impusieron con gran violencia homicida un sistema conquistador, expoliador, patriarcal, jerárquico, machista, clasista y de desigualdad. Los vascones preindoeuropeos se resistieron con cierto éxito a los embates continuados de los seguidores de aquellos depredadores.

El 11 de noviembre recordamos el aniversario del asesinato, el año 1817, del que fue jefe de los Ejércitos libertadores de Navarra y de México, Xavier Mina, por los enemigos de la libertad, esbirros del felón rey de España Fernando VII. El ambiente en el que se desenvuelve desde niño es la animadversión a las pechas a las encomiendas de la Orden nobiliaria de San Juan de Jerusalén y hacia las pechas a la aristocracia. La defensa práctica de la educación laica y pública, no confesional. Xavier Mina encarna la libertad universal de movimiento. Su profunda convicción de defender la libertad, que acababa de ser reconocida en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, le llevó a ayudar a la liberación de los pueblos sojuzgados por la rapiña de la corona española.

Las libertades, conculcadas por el golpista Fernando VII en 1814, imponiendo violentamente el poder absoluto del antiguo régimen, le condujo a Xavier Mina a organizar su defensa con la División del Reino de Navarra el 25 de septiembre del mismo año en Pamplona. Fracasada esta por la acción reaccionaria de la insurgencia realista-absolutista, tuvo que exiliarse para no ser ejecutado junto a sus compañeros.

Pretendía la liberación de la humanidad doliente esclavizada, así como el fin del nefando comercio de personas, actividades no prohibidas por el reino de España hasta el año 1880. En 1816 Xavier Mina se reunió en Puerto Príncipe –capital de la primera República independiente de Suramérica, Haití, proclamada en 1804 por los esclavos liberados– con su presidente, Alexandre Pétion, y con Simón Bolívar, para organizar la liberación de América de las garras de la monarquía española; entre lo acordado estuvo que le acompañaran ciento diez voluntarios haitianos negros libres, que combatieron a sus órdenes en México. Su republicanismo le condujo a poner su División Auxiliar a las órdenes del Gobierno de la República de Mexico, ratificando la constante relación de amistad entre Navarra y México.

El nativismo y el racismo están en la base de las posturas xenófobas, fuente de la creciente política antimigratoria y anti refugiados. Según Garret Hardin sólo podían sobrevivir las sociedades racialmente homogéneas. Se inventó joyas ideológicas como la ética del bote salvavidas, al entender que si los recursos globales son finitos, los ricos deberían lanzar a los pobres por la borda para mantener su bote por encima del agua. Formó parte de la Federación anti inmigración, que aclama las disposiciones racistas adoptadas por el expresidente Trump.

Hardin recibió fondos de una asociación racista y los utilizó para desarrollar su ensayo de La tragedia de los comunes, que busca demonizar la propiedad de los bienes comunes, la democracia y la gestión comunal de los mismos, propuesta absurda ampliamente desmontada por la Premio Nobel de Economía 2009 Elinor Ostrom, pues la comunidad es siempre capaz de encontrar sus propias soluciones. Emma Dabiri señala que “no hace falta que todos parezcamos iguales para identificar intereses comunes, y quizás afinidades inesperadas, para cultivar alianzas que trasciendan las divisiones que han sido inventadas para debilitarnos, y posteriormente, poder explotarnos mejor.”

La paradoja surge porque las ideologías supremacistas –todavía muy extendidas– nacieron para facilitar a algunos las conquistas sobre el conjunto de la humanidad, y ahora las mismas ideas son precisamente las que preconizan poner muros y vallas para que las personas procedentes de las sociedades que fueron conquistadas y expoliadas por ellos no puedan entrar en los territorios de donde partieron estos invasores. Muchos de aquí fueron allí como refugiados, arrojados por el conservadurismo y la intolerancia de los continuos conquistadores, y ahora vienen los de allí igualmente a refugiarse de las persecuciones o de la violación de sus derechos.

El derecho al refugio, a la migración, lo tuvimos y lo tienen, todos lo tenemos. Fuimos y somos refugiados aquí de la barbarie, como los que ahora llegan a nuestra casa. Los que niegan los derechos a los refugiados están con los que también nos los han estado negando –desde los kurganes a los absolutistas– a nosotros.

Tomás Urzainqui Mina