



Jimena es uruguaya de indudable ascendencia vasca. La familia materna es facilmente localizable. Sus abuelos emigraron desde Labaien y Tirapu. Los tios-abuelos que se quedaron en las tierras de Euskalerria que les vieron nacer, la acogen con cariño como miembro de su propia estirpe que es.
La familia paterna sin embargo se embarcó para América a mediados del siglo XIX y su rastro se fue perdiendo en la tierra que no podía ofrecerle sustento. Los descendientes de aquellos emigrados conservaron el apellido que les identifica en primera instancia, Etxeberriborda y algunos detalles sobre el punto de partida. Aiherra. Un caserío que no formaba parte del núcleo urbano principal. Un lugar en la vertiente norte del Pirineo. Advierto a Jimena de lo sinuoso del recorrido. El camino desde Iruñea tiene que superar tres puertos de montaña: Erro, Mezkiritz e Ibañeta. Por algo fué llamada la Baja Navarra, merindad de Ultrapuertos, desde la visión centralista de la capital de un reino independiente. Pero a qué le llamás puerto? Pregunta con ingenua curiosidad.
A mi sorpresa inicial le sucede el recuerdo de la inmensa llanura uruguaya. Alli no hay obstacúlos en el relieve físico que precisen de caminos zigzagueantes para facilitar el movimiento de las gentes que se desplazan de un lugar a otro. Las curvas y desniveles de Ibañeta han dejado claro el concepto cuestionado y pronto nos envuelven las verdes colinas, el paisaje amable salpicado por los vivos colores de los caseríos de la Navarra Baja. Aiherra nos esta esperando en el valle de Arberua, en los límites con la Hazparne labortana y Bastida la gascona y hebrea incrustada en tierras euskaras que reivindica su pertenencia a la Navarra eterna a pesar de no compartir el idioma de sus vecinos. En el Ayuntamiento de Bastida ondean la ikurriña y la bandera roja con las cadenas de Santxo Azkarra para que no quede duda sobre su esencia. En sus mugas Aiherra siempre fué vasco parlante.
Lo fué y lo sigue siendo. El pueblo está tan diseminado por el paisaje que a penas si concentra unos pocos edificios en lo que conforma un agora vasca en miniatura. La Iglesia, el frontón, la errikoetxea, las escuelas y unas pocas casas más adosadas a una cuesta respetable. Etxeberriborda es nuestro objetivo. Las madres jóvenes aguardan en la puerta de la escuela. Algunas hablan euskera. Otras no. Hay quien vino de otros lares y solo saben expresarse en francés. Pero también nos encontramos con jóvenes del pueblo que confiesan un escaso conocimiento del idioma en el que siempre vivió Aiherra. Nadie sabe nada sobre Etxeberriborda. El conocimiento del medio se está perdiendo entre las nuevas generaciones y el idioma no parece tampoco vivir tiempos boyantes… No me quiero todavía alarmar. Revisamos una a una las tumbas del cementerio.
Ni un solo Etxeberriborda entre los nombres. “Se fueron todos” sugiero a Jimena. No parece haber quedado nadie que diera continuidad al apellido. Sin embargo los emigrados a Uruguay no dejaron dudas sobre su origen. Asi que abordamos a personas de mas edad. La señora Barbier pasea cuesta arriba ayudada por un bastón. Nos cuesta alcanzar su ritmo ascendente. Casi sin resuello le pedimos que nos espere. La mención de Etxeberriborda ilumina su rostro con una gran sonrisa. Claro que sabe ella donde está¡¡¡ Su dulce euskera bajonavarro salpica la conversación de jin, de aintzinerat y gibelerat, de eskuin y ezker y sitúa la borda al pié del monte Garralda en el barrio de Bildarratz, al sur del municipio.
Se ofrece a acompañarnos cuando por la tarde termine de atender sus compromisos. Comemos en Aiherra al pié de la carretera que lleva a Hazparne en un establecimiento que ofrece razonables precios y trás visitar el centro urbano de Hazparne, decidimos aprovechar el tiempo de espera en Isturitze conociendo las grutas de Otsozelaia que se esconden bajo el monte Gaztelua. Una joven de la comarca dirige la visita guiada. Acompañamos a un grupo de turistas franceses que van escuchando las explicaciones pertinentes en su propio idioma. La guía se dirige a nosotros en euskera una y otra vez para que no perdamos detalle de los conocimientos que esta transmitiendo. Los franceses escuchan en silencio y con respeto absoluto las conversaciones en euskera que no entienden.
Pienso inevitablemente en una hipotética situación parecida al sur del Pirineo y concluyo: estoy tan seguro de que los castellano parlantes o al menos una buena parte de ellos no serían capaces de respetarnos…. Al fin y al cabo cada pueblo es esclavo de su propia historia… Aunque cierto es que siempre es tiempo para romper cadenas. A nadie pueden beneficiar las mordazas de la intolerancia y de la opresión. Ni siquiera a los que las imponen. Jimena esta maravillada contemplando la riqueza subterránea. Es la primera vez que entra en una gruta. Esta descubriendo un mundo negado por las llanuras. Los puertos serpentean por la accidentada piel de las montañas. Estas a su vez esconden en sus entrañas tesoros como las grutas de Otsozelaia. Termina la visita. La guía en otro gesto de amabilidad infinita nos pide disculpas por no haber podido ofrecer sino resúmenes en euskera a lo largo del recorrido, ante la evidente superioridad númerica de los visitantes francófonos.
Nos despedimos de ella con la enorme satisfacción de sentir valorado el idioma propio en la casa que le cobija desde tiempos inmemoriales. La mujer que vende las entradas en la boca de la cueva ha sido igualmente amable. De donde venís? me ha preguntado. De Iruñea, de la ciudad que es nuestra y vuestra capital. Ella no lo ha cuestionado… Al contrario. “Hala da” ha señalado sonriente. Asi es. Una luz de alarma comparativa me recuerda el nulo interés demostrado durante décadas por los que detentan el poder en el palacio de Navarra por los bajo-navarros. Su navarrismo artificial y mentiroso, guiado por las cuentas bancarias, el autoritarismo y el desprecio por la cultura autóctona. Cuantos de ellos podrían situar en el mapa a Isturitze? Habrá escuchado alguno de ellos hablar de las diez txirulas prehistóricas de Otsozelaia? Como van a saber nada de bajonavarros si les resultamos invisibles buena parte de los altonavarros que compartimos con ellos todos los días espacios físicos en calles, tabernas y cines. Ni siquiera pueden atribuirse el honor de haber sustituido a Franco por la Baja Navarra en una de las principales avenidas de Iruñea. Nunca lo hubieran hecho por voluntad propia.
La señora Barbier nos espera puntual junto a su casa para acompañarnos por caminos y vericuetos hasta la borda de la que partió a hacer las Américas Pierre Etxeberriborda allá por la segunda mitad del siglo XIX. Dejamos el casco urbano de Aiherra y tras atravesar Lekuine y Gerezieta volvemios al término municipal de Aiherra en su parte mas cercana al monte Garralda. En el barrio de Bildarratz nos espera otra etxekoandre que ha recibido el aviso de nuestra visita a través del teléfono. Es la señora Maia que de soltera se llamaba Dagorret. Por vía conyugal un arizkundarra le cambió el apellido atendiendo a las leyes del Hexágono. Maia es en estas soledades de Aiherra un nombre humilde unido a la simpatía de esta mujer que también se ofrece a acompañarnos con una gran sonrisa. Nada que ver con alcaldías capitalinas, ni dietas, ni prohibiciones. Ella tiene buenas razones familiares para saber donde está Etxeberriborda. Allí nació su madre. Ella vive en Gure Ametsa una casa de nueva construcción ya muy cercana a nuestro destino. Un caminito rural nos acerca por fin hasta Etxeberriborda. La casa es pequeña con un adosado que envuelve lo que siempre fue la cuadra del ganado.
Los actuales moradores del caserío son una joven pareja de Donamartiri y Hazparne que tienen dos niños pequeños de entre cuatro y dos años… La joven madre nos permite tomar fotografías exteriores de este enclave bucólico mientras un perro negro, atado con una cadena de la que tira con fuerza, ladra furioso hasta quedarse afónico. Llega a esta improvisada escena el aityatxi que conduce un Land Rover. Los niños corretean entre los visitantes. Les hablan en euskera pero ellos contestan en francés. “Bueno…al menos entienden el euskera” señala la señora Maia. Y añade: “ Los nuestros, en referencia a sus nietos, ni siquiera entienden”. Me hago cargo al instante de la debilidad del idioma, del incierto futuro que le espera.
Hablamos sobre el particular. Algunos de mis interlocutores no parecen lamentar demasiado la pérdida que parece inevitable. Confrontamos opiniones y pronto, empujados por la caída de la tarde emprendemos el camino de regreso. Me asalta interiormente la tristeza de una decadencia contra la que hace tiempo nos hemos rebelado en otras latitudes del mismo país. Maldigo para mis adentros a los que desde esferas lejanas y sobre todo ajenas practicaron y llevan a cabo todavía hoy día políticas de desprecio y de aculturación, extendiendo entre los naturales complejos y miedos. Pueden enorgullecerse los estados artificiales en su intento de borrar diferencias para uniformizar territorios diversos, aunque quiero creer que sus logros solo van a ser ocasionales.
La pérdida de los valores propios entre las gentes sencillas que no tienen fácil acceso a las corrientes de pensamiento que defienden la cultura autóctona siempre va a tener como contrapunto la reacción de personas más cultivadas que no están dispuestas a doblegar la cerviz ante lo absurdo. Dejamos atrás Gure Ametsa y mientras desandamos el recorrido en busca del punto de partida le comento a la señora Barbier: “Min dut bihotzean”. “Me duele el corazón al comprobar in situ que el euskera languidece en estos remotos parajes de la Baja Navarra. Si la transmisión natural del idioma se pierde…Que futuro más negro le espera¡¡¡ “ opino en voz alta.
La señora Barbier confirma en parte el diagnóstico urgente e incompleto que me abrasa. “Algunos…”, señala, “apenas saben expresarse en otro idioma que no sea el euskera y sin embargo se empeñan en hablar a los niños en francés”. Sin embargo me tranquilizan las siguientes afirmaciones suyas que completan un panorama que ella conoce muy bien. Utlizando una expresión típica de las variedades dialectales navarras comenta: “Beharrik…ikastolak daudela”. Menos mal que hay ikastolas. “Además” añade, “mi nuera es andereño en la ikastola de Hazparne y mi nieta enseña euskera en la gau eskola de Luhoso”. “Izan lasai” sentencia finalmente…”Puedes estar tranquilo, el euskera no se va a perder en esta comarca.
Bingen Amadoz Ongay
El conde de Rodezno y el nazi Garcilaso fueron las dos personas que más persiguieron a Lorenza Julia Alvarez Resano, maestra, abogada y política natural de Villafranca. El 28 de setiembre en esta localidad se le rindió homenaje en el día de la Memoria Histórica, recordando «a una mujer sobresaliente en el republicanismo navarro». Mientras, sus entonces perseguidores, furibundos enemigos de la democracia, no son respetados ni siquiera por sus descendientes ideológicos.
Aquellos políticos que saben muy bien que lo que hacen no es bueno y justo a los ojos de la ética, apelan a la Historia, con mayúsculas dicen los muy hipócritas, como juez objetivo a la hora de justificar sus crímenes perpetrados contra una parte de la sociedad. Ignoro si quienes tomamos en consideración a dichos políticos y los desjarretamos en vivo como si fueran reses de matadero, formamos parte de esa Historia justiciera o, por el contrario, dada nuestra insignificancia a los ojos de Clío, nuestras palabras serán tomadas solo como fruto de la venganza y del rencor. Y, según dirían nuestros detractores, como signo de nuestra incapacidad mental para ver la presencia de un genio en tales energúmenos.
Sea como fuere, hagamos comparaciones, siempre mal vistas por quienes salen malparados en ella. Y comencemos diciendo que el pasado 28 de septiembre pasado, en su pueblo natal de Villafranca, se dedicó a Lorenza Julia Alvarez Resano, maestra, abogada y política, un sincero homenaje, dentro de la jornada dedicada a celebrar y conmemorar el día de la Memoria Histórica. Digo celebrar, porque quienes nos dimos cita en ese acto estábamos contentos por recordar a quien fuera una mujer sobresaliente en el republicanismo navarro. Y conmemorar, porque en estas situaciones siempre sale a flote un toque intenso de tristeza y de melancolía al evocar a tanto familiar asesinado por los fascistas.
Es curioso constatarlo, pero las dos personas que más odiaron y persiguieron a Julia Alvarez -Rodezno y Garcilaso-, representan ahora lo más contrario a los valores democráticos de hoy día. Ambos participaron en Iruña en la preparación del golpe de Estado de julio de 1936 y sin ellos es seguro que dicho golpe no hubiera tenido lugar.
Hoy, sabemos bien que Domínguez de Arévalo fue un criminal de guerra, un genocida, un fascista. Una persona que a pesar de sus modales de exquisito escondía un alma tan negra como la del propio Mola, cuya obsesión fue asesinar todo lo que se moviera a su izquierda, incluidos curas y militares. Fue siempre enemigo de la democracia y del sistema parlamentario. Alabó a Hitler, a Mussolini y a Franco, del que fue estrecho colaborador en los primeros años de la Guerra Civil, tanto que en 1938, la Culona lo nombraría ministro de Justicia por los servicios prestados.
Como ministro, derogó la legislación de la II República. Modificó el Código Penal, reintegrando en sus puestos a los antiguos jueces. Y firmó miles de penas de muerte. Lo cesaron en el cargo en 1939.
Hoy, el conde de Rodezno, un Grande de España, es una figura enana; una figura política repugnante, en la que nadie puede mirarse so pena de aspirar a ser un sujeto carente de dignidad y de un mínimo de ética. Que en Pamplona exista una plaza dedicada a su nombre/condado solo revela la infamia e ignorancia de los políticos que han decidido que esto sea así.
En cuanto al nazi Garcilaso, es decir, Raimundo García, recordemos que en su periódico se vilipendió el honor, la ética, la dignidad personal de Julia hasta límites pavorosos, llamándola «la puta del Congreso», «la impía», «la mala», «la revolucionaria», «la petrolera» y, mucho peor, defensora de los asesinos que mataban a los curas, en referencia al caso de Jose Manuel Marturet, quien en 1933 asesinó al párroco de Erice, porque este no le pagaba una deuda de 2.800 pesetas por un trabajo realizado. Julia, no solo fue tratada como furibunda anticlerical, sino que, muchísimo peor, «ahora defendía a asesinos de curas».
Hoy, Garcilaso es una figura que ni siquiera es respetada por sus descendientes ideológicos, agazapados en la mancheta del periódico de Cordovilla. Tanto que el premio periodístico que llevaba su nombre, y que el periódico otorgaba al estudiante de periodismo con mejor expediente en la universidad del Opus, tuvieron que cambiarlo. Si este Garcilaso hubiera sido un compendio de virtudes y de humanidad, sería impensable que su nombre no siguiera siendo el referente de dicho premio. En Navarra, ni los herederos de su ideología, que los hay, son capaces de enarbolar su nombre como referente de alguna virtud digna de elogio o de imitación. Ni siquiera se atreven a sostener que fue el mejor periodista de Navarra del siglo pasado.
Los nombres de Rodezno y Garcilaso representan aspectos incompatibles con la dignidad de la condición humana. Un Tribunal de Derechos humanos Internacional los condenaría a cadena perpetua.
Por el contrario, el nombre de Julia Alvarez evoca la victoria de los vencidos. Por mucho que lo intenten sus más feroces enemigos, no encontrarán en su vida un hecho que pueda considerarse incompatible, no solo con el Derecho y el Código Penal, sino, mucho más importante, con la ética y la moral. La mayoría de los valores de una política moderna actual ya estaban en su agenda de consumada antifascista: la libertad de expresión, la libertad de conciencia, el matrimonio civil, el divorcio, la separación radical entre Iglesia y Estado, la aconfesionalidad, el derecho a una vivienda y a un trabajo dignos, y, por supuesto, a una educación laica, científica y humanista.
Resulta un síntoma bien elocuente el hecho de que cuando murió en México en 1948, muerte que le pilló trabajando en su despacho de abogada, sus enemigos no supieron atribuirle ninguna maldad o afrenta injuriosa, algo que les hubiera encantado. No les fue posible. El periódico fascista Lanza de Ciudad Real, donde fue Gobernadora Civil, la primera mujer de España en este cargo, dijo: «Nuestra provincia aparte de tener la desdicha de haber estado sometida al yugo rojo, tuvo la desgracia de tener una gobernadora marxista. Pues bien, Julia Alvarez Resano ha fallecido en Méjico, según noticias fidedignas».
Marxista. De la infinidad de insultos que tiene el diccionario, solo pudieron decir de ella que era marxista. Nunca asesina, ni ladrona, ni criminal de guerra. Y habían pasado ya doce años del final de la guerra.
Mucho más elocuentes serían las palabras que el P. Barrios, un carmelita descalzo del convento de Villafranca, dijo en el sermón de la cuaresma del año 1949: «Hubo una mujer en este pueblo criticada y maldecida por todos. Era una maestra que se llamaba Julia Alvarez. Esta mujer, aunque nos cueste reconocerlo, fue una mujer de un talento poco común; en realidad, fue un genio y una persona muy generosa. Desgraciadamente, se apartó de la Iglesia, y se hizo socialista. De haberse mantenido en la fe de su infancia, ahora la tendríamos como una santa. Así que, queridos hermanos, pido a Dios, y quiero que todos compartáis conmigo este deseo, que la perdone por haber cometido semejante pecado, sobre todo ahora que sabemos que ha muerto. Pues nosotros, cristianos de corazón, tenemos que perdonar a todos, aunque hayan sido nuestros peores enemigos».
El pecado de ser socialista. Con la perspectiva que da la historia, más que un insulto es un elogio y un referente, sobre todo, ahora, en que ser socialista se ha difuminado tanto en estos tiempos de componendas y servidumbres.
Víctor Moreno | Escritor y profesor