Opinión / Iritzia

Volver a ser independientes

Tomás Urzainqui Mina. Ahora que el régimen político, impuesto a esta sociedad navarra conquistada, se resquebraja, debido a su intrínseca corrupción, a la vez que frente a él se alza la necesidad vital de la ciudadanía de ejercer el derecho humano a liberarse y arrebatar el poder a los que lo parasitan, pues no se puede olvidar que la sociedad navarra se halle bajo la losa de una dominación continua. Así es preciso recordar que las generaciones navarras de la época contemporánea -los padres de nuestros bisabuelos- vivieron cuando funcionaban las instituciones de la independencia navarra: entre ellas, las Cortes de Navarra de 1828-1829, que se opusieron firmes al traslado de las aduanas españolas del Ebro a los Pirineos, los jueces y tribunales propios que administraban justicia a los ciudadanos de conformidad con las leyes navarras, es decir, funcionaba el sistema jurídico -legislativo, ejecutivo y judicial- propio, asimismo nuestros bisabuelos oyeron hablar sobre el proyecto de las Cortes de Navarra de suscribir un contrato político con el Estado español por el que se regularían las relaciones de igual a igual entre Navarra y España, que fue brutalmente rechazado en 1830 por esta última, cuyo gobierno ordenó la inmediata persecución contra los miembros de la Diputación del Reino que tenían encomendado el mandato de negociarlo; la valiente protesta de la Diputación del Reino en 1834 por la antinavarra decisión del gobierno de España de no respetar el sistema jurídico y constitucional navarro; la emisión de la última moneda navarra en 1837; por lo que ante todo ello en 1837 se proclamó la independencia navarra por un alzamiento de ciudadanos y militares patriotas. Navarra es un sujeto político soberano hoy conquistado y subordinado. Esta situación de dependencia de toda una sociedad es de tan primordial gravedad que justifica la auto organización política de la misma. El brutal desmantelamiento por España del Estado propio navarro en 1841. La división de las dos Navarras en 1856 por el tratado ínterestatal acordado entre Francia y España. Voluntad de ser libres reiteradamente constatada, de la cual es prueba el alzamiento unitario de la sociedad navarra de 1893-94 en defensa de los derechos y libertades de los navarros, como reza en el Monumento a los Fueros que se erigió en 1903 y poco después se levantó el Monumento a los defensores de la independencia de Navarra en Amaiur el año 1922. En 1928 se pone en aplicación en todas las localidades de Navarra, sistematizando el derecho del autogobierno navarro, el Reglamento -auténtica Ley- de Administración Municipal.

Los valores cívicos, democráticos o republicanos, no son meros hechos de legitimación política, son más bien principios mínimos e irrenunciables en una sociedad donde se respeten los derechos humanos. Sin embargo, la legitimación de la lucha por la independencia está en que se le niegan a la sociedad los derechos porque está conquistada. No en que fuimos independientes, sino en que ahora los ciudadanos navarros son continuamente dependientes, conquistados y subordinados. Ese es el motivo de trabajar para ponerle fin. No solo en que “nuestra legitimidad para reclamar la plena soberanía radica en la libre voluntad democrática” ni en que “desde la memoria de lo que fuimos, luchemos por lo que debemos y queremos ser”. No es suficiente, pues luchamos no por lo que fuimos, sino por lo que ahora somos, una sociedad negada, por conquistada, subordinada y expoliada, queremos democráticamente poder escoger volver a ser libres. Es necesaria una dinámica cívica que parte del conocimiento de que somos una sociedad continuamente conquistada y por tanto negada.

El pueblo navarro ya se organizó muchas veces frente al poder que niega sus derechos y libertades, una de ellas fue en las llamadas Juntas de Infanzones bajo el lema “pro libertate patria gens libera state”. En la Gamazada de 1893-1894 los miembros de esta sociedad volvieron a unirse para defender sus derechos y libertades. Como concluye la historiadora María Soledad Martínez Crespo, en el periodo 1875-1895 “la foralidad imprimió en las manifestaciones conflictivas matices específicos” eran “formas cotidianas de resistencia”. La conflictividad social propiamente dicha estaba muy condicionada por el conflicto conquistadores/conquistados, que influye en las actividades y comportamientos, siendo los económicamente más desfavorecidos los más azotados por los efectos de la conquista continuada.

Es decisiva la fijación de la sociedad política, como sujeto activo libertador y no solo el pueblo por la connotación restrictiva del concepto. El concepto “sociedad política” es más omnicomprensivo, por los siguientes motivos: primero, el concepto de sociedad, desde el punto de vista político, es diferente y mucho más preciso que el de pueblo o comunidades; segundo, la palabra política, sociedad política, hace referencia a la estatalidad propia.

La sociedad civil atraviesa las divisiones forzadas de las fronteras administrativas, provinciales o estatales. La superviviencia de la sociedad a pesar de las particiones impuestas. Los faceros que han sido divididos en dos o más administraciones autonómicas o estatales, sin embargo, conservan la unidad de la sociedad navarra y sus derechos. La territorialidad de la sociedad es la realidad objetiva que se tiene que tener en cuenta para el ejercicio democrático por la misma de su derecho a decidir sin que pueda ser condicionado ni negado por las divisiones impuestas.

Desencuentros entre patriotismo y nacionalismo

Tomás Urzainqui Mina. El discurso político profesional está constituido habitualmente con subterfugios y eufemismos, pero esta práctica alcanza niveles de auténtica sustitución de la realidad cuando se trata de camuflar la situación de subordinación que sufre esta sociedad conquistada, lo que genera la aparición de verdaderas incongruencias.

Desde el nacionalismo ha habido autores que confunden el reemplazo de los Fueros propios por unos fueros de privilegio, o concesiones de la conquistadora Castilla, luego autonomía foral, con los Fueros de soberanía y políticos, que son los Fueros navarros. Así, el nacionalista Leizaola metió en el mismo saco a la obra jurídico política del patriota navarro Sagaseta de Ilurdoz y a la del fuerista liberal vizcaíno Navia de Salcedo, cuando ambos se referían a realidades objetivas diferentes, el primero a la constitución independiente navarra con su propio sistema jurídico y ordenamiento legal, mientras que el segundo se refería a la normativa foral vigente en las provincias de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, supuestamente pactada tras la conquista de la Navarra marítima y la consiguiente suplantación allí por los reyes de Castilla de los Fueros de soberanía navarros.

El ocultamiento de la causa patriótica, la de la libertad de Navarra, que se manifestó unida hasta principios del siglo XX, está relacionado no sólo con el acoso desde las posiciones de los conquistadores españoles y franceses, sino también desde el combate iniciado en 1895 de un cierto nacionalismo contra el fuerismo, en principio vascongado, llegando a confundir el significado de los fueros. El nacionalismo no ha querido tener en la consideración debida el máximo contenido patriótico que tiene la defensa del sistema jurídico propio de Navarra, o Fueros. Es decir, la defensa del Estado independiente de Navarra, concretado en su ordenamiento jurídico, también llamado Fueros.

Se sigue sin tener en cuenta la existencia del verdadero sujeto político de nuestra sociedad. Así, mientras se ha visto que, junto al catalanismo cultural estaba el catalanismo político, en cambio no se quiere ver que además del vasquismo cultural (Euskal Herria) está el sujeto político estatal de Navarra y su consiguiente patriotismo soberano e independiente. Falta visualizar a la sociedad política, conquistada y dividida, social y territorialmente, que es la de la Navarra entera. Los prejuicios ideológicos lo dificultan, como lo demuestra que se haya llegado en las encuestas de identidades nacionales a que no se pregunte sobre la consideración de identidad o pertenencia y existencia de la ciudadanía navarra en la Navarra occidental (Araba, Bizkaia y Gipuzkoa ) y en la continental; y todavía más si tenemos en cuenta que en todas las encuestas sobre este tema realizadas en los últimos tiempos, en lo que se refiere a la Alta Navarra, el porcentaje de los que se consideran solamente navarros supera con diferencia a las demás opciones: navarros y vascos, navarros y españoles, solo vascos o solo españoles.

La valoración que hizo el que después sería el fundador del nacionalismo vasco, Sabino Arana, sobre la Gamazada, a la que fue invitado por patriotas navarros, es muy esclarecedora. Escribió que Navarra había sabido movilizar a toda su sociedad, sin distingos de ninguna clase, en defensa de los derechos nacionales. Pero después de hacer aquella afirmación confesaba que le parecía impensable aplicar el modelo de aquel patriotismo cívico en Bizkaia y se inclinó por crear un partido nacionalista que se pudiera enfrentar a los partidos dinásticos españoles hegemónicos entonces en Bizkaia.

Sin embargo, el patriotismo navarro que tiene muchos siglos de independencia a la espalda, tras la Gamazada de 1893-1894, fue confundido con el del origen del nacionalismo vasco en 1895, desde el ámbito de los seguidores de Sabino Arana, cuando, aún siendo aquel anterior y haber influido en el surgimiento de este, existe un desencuentro fundamental, precisamente en la fijación del sujeto político nacional, mientras en el primero es la liberación de la ya existente sociedad estatal independiente navarra ahora conquistada, para el segundo se trata del proyecto de un nacionalismo partidista, de inspiración inicialmente étnica-religiosa-lingüística, que tiene como objetivo crear una nueva nación, olvidándose de liberar a la sociedad, y al estado propio, que aunque conquistados, ya existen.

Ha habido tantos fuerismos como ideologías de partido se han afincado en el país. Para los nacionalistas sin Estado propio, sería recomendable un poco de conocimiento de nuestra historia nacional y de que hoy estamos conquistados por España y Francia, así partirían de la realidad de que el sujeto político nacional es Navarra y no de ensoñaciones vestidas de ropajes puristas.

No se consigue llegar a un análisis suficiente del sujeto político, prefiriendo el espejismo fundamentalmente culturalista. Por otro lado, tampoco contempla la realidad contemporánea de la sociedad y su Estado propio de Navarra, pues no quieren ver que yacen subordinados por la conquista continuada a manos de España y Francia.

Los conquistados, ahora -conscientes o inconscientes- colaboradores de los conquistadores, se sienten muy incómodos ante lo que ellos ven como amenaza para sus intereses, la posibilidad de que la nación conquistada recupere el ejercicio de la independencia. Así, aquellos que usufructúan una parte del poder en los territorios navarros conquistados, orientales u occidentales, y del norte o del sur, están nerviosos ante la eventualidad de tener que devolver el poder a la sociedad conquistada. Los partidos nacionalistas se hallan ante la tesitura patriótica de abrirse a la desconquista y al Estado navarro que es el propio, o por el contrario seguir encastillados en unas supuestas instituciones forales falsamente pactadas con el conquistador.

Fuentes del nacionalismo han señalado las posibles fases para un nuevo estatus político. Estas fases aparecen con una clara influencia del politólogo español Herrero de Miñon. En mi libro Soberanía o subordinación (2005) ya analicé este tipo de planteamientos que resultan negacionistas de la realidad de esta sociedad conquistada y de su Estado.

Otra tendencia reduce la cuestión al ejercicio del derecho a la necesaria consulta, o derecho a decidir, ocultando lo fundamental, que antes de conseguir la independencia externa con respecto a los demás estados hay que desconquistarse internamente. Algunos, como Ibarretxe, no lo dicen porque piensan que ocultando la realidad de la Navarra entera pueden saltarse el primer paso -la fijación del objeto social independiente o sujeto cívico-político- e ir directamente al referéndum de autodeterminación. Un salto porque no se quiere hacer los deberes que sí han hecho los catalanes y escoceses, pues ellos han dejado asentado que son estados independientes que ahora están dominados por otros estados.