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Roban la placa en memoria del alcalde republicano que repartió las tierras y del maestro que formó hombres cultos y libres

valentinllorenteyantoniocabrero

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Alguien ha robado la placa que recuerda el asesinato hace 79 años de Fuentebella (Soria) de dos ciudadanos: Antonio Cabrero Santamaría, de 32 años, alcalde de Pitillas; y Valentín Llorente Benito, de 28, maestro de Igea. Ambos fueron asesinados el 3 de septiembre de 1936, en plena sierra de la Alcarama, muy cerca del ahora despoblado de Fuentebella. Sus vecinos y la Asociación soriana Recuerdo y Dignidad les homenajearon erigiendo un monolito muy cerca del lugar. Ahora la Asociación afirma que tantas veces sustraigan el recuerdo, tantas veces volverán a instalar el distintivo que les recuerda.

La ASRD ha interpuesto una denuncia por la ruptura y desaparición de la placa en la Comandancia de la Guardia Civil de Soria, para que desde ahí se le dé traslado a la de San Pedro Manrique. También se han presentado en la Subdelegación de Gobierno de Soria tres solicitudes de investigación de los hechos para la propia Subdelegación, la Delegación Territorial y el Ayuntamiento de San Pedro Manrique.

Reclaman una condena pública
Los memorialistas reclaman “una condena pública e inequívoca de los hechos, ya que desde la ASRD se considera que además del robo en sí, el acto es un atentado contra un patrimonio que refleja el sentir de una familia que jamás ha dejado de buscarlos y una comarca que, en el acto de colocación del monolito, dejó ver su pesar por los asesinatos”.

Difícil de localizar
“Según testimonios que ha podido recoger la ASRD, la placa fue arrancada hace aproximadamente un año. La ubicación del monolito y sus dimensiones lo hacen difícilmente localizable para quien no transite mucho por esa zona o no sepa su localización exacta”, señalan. Ha sido ahora al cumplirse los 79 años desde las muertes que han reparado en la ausencia.

Con una herramienta inusual
Señalan que además, “hizo falta alguna herramienta poco usual para extraerla, ya que las cabezas de los tornillos estaban desgastados y la placa adherida con poliuretano a la piedra”. En el acto inicial de colocación de este distintivo, “habitantes del despoblado de Fuentebella participaron activamente junto a la familia interviniendo en señal de reconciliación”, explica la Asociación.

Las cenizas del hijo al barranco
“La importancia sentimental llega hasta el punto de que, al no haberse localizado los cuerpos en diferentes recogidas de testimonios, bajadas al cruce de barrancos, catas, búsquedas…, el último deseo del hijo de Antonio Cabrero ha sido que lancen sus cenizas al barranco donde asesinaron a su padre”, añaden.

El alcalde que recuperó las tierras
Ander Cabrero tenía como oficio el de jornalero y era alcalde republicano de Pitillas. Había nacido el 15 de diciembre de 1903 en Ponzano (Huesca). Tenía cuatro hijos. Antonio Cabrero Santamaría, alcalde republicano de Pitillas (Navarra). “Se había convertido en el motor de la economía local al liberar unas tierras comunales hasta entonces en poder de los caciques”, se recoge en parquedelamemoria.org.

El maestro quería hombres cultos y libres
La misma fuente revela que Valentín Llorente Benito, maestro de Fitero (Navarra) e Igea (La Rioja) con 16 unidades a su cargo, pretendía formar a hombres cultos para ser libres y recomendaba a sus alumnos: “no vengáis con colores políticos a clase; los chicos vienen con babi blanco”. Añade la web: “Su signo político y esas acciones fueron su sentencia de muerte, silenciada y casi olvidada si no hubiese sido por el tesón de sus descendiente”.

Si la vuelven a robar, colocarán más placas
La historia de estas dos personas, cuyos restos continúan desaparecidos, se recoge en el libro La Vara de la Libertad, de Isabel Goig Soler. Y añade la ASRD: “Dentro de unos días, miembros de la Asociación subirán junto a las familias a colocar una nueva placa, esto se hará cada una de las veces que sea violada la memoria de estas dos personas”.

elplural | 03/09/2015

Homenaje en Gaztelu: Legarrea, el abismo de la memoria

Legarrea

Legarrea


Un centenar de personas se asomaron ayer a la sima de Legarreta en Gaztelu. A ella fueron arrojadas una mujer y seis hijos en 1936 y no se ha conseguido todavía recuperar los restos. Caso 80 años después y coincidiendo con el Día Muncial de los Desaparecidos, se les rindió un sentido homenaje.

INCENDIO

Tras ser expulsados del pueblo, Juana Josefa y sus seis hijos vivieron en una choza en el monte. Poco después, la chabola fue incendiada y todos arrojados a la sima. En las investigaciones de 1940, a varios vecinos de Gaztelu se les investigó por incendio y coacciones.

PARALIZADO

La exhumación de los restos está paralizada debido a que, en esa misma sima, se encontró el cadáver de Iñaki Indart, joven desaparecido hace siete años y se ha abierto una investigación, puesto que se le presume víctima de un crime…

FAMILIARES

En la sima se encontraron dos ramas de familiares. De una parte, las hijas de la hermana de la fallecida, que ahora viven en Donostia. De la otra, Gloria Pedroarena, la mujer del único hijo que sobrevivió, dado que se encontraba trabajando cuando se produjo la matanza.

Nadie diría, a simple vista, que la sima es tan profunda. El agujero, que no medirá mucho más de un metro de ancho, está casi tapado por las raíces de un enorme árbol. La boca de la cueva se encuentra ahora vallada con espino de tan oculta que está. En vertical, las dimensiones de Legarrea sí que impresionan. Es una chimenea de unos cincuenta metros, el equivalente a un edificio de veinte plantas.

Ayer, esos alambres de espino se cubrieron de banderas de Nafarroa, de ikurriñas, de banderas lilas feministas y de referencias a “La Sima”, el trabajo de Joxemari Esparza, en el que indaga lo sucedido. La ceremonia fue sentida y sencilla. Bastó con echar mano de un micrófono para amplificar la voz y colocar sillas para familiares y las personas de más edad. Pese a la sobriedad, hubo bertsos, se cantó una jota y dos mozas bailaron un aurresku ante el pozo. Además, la ceremonia terminó con los congregados cantando “Txoriak txori” y “Agur Jaunak”.

Unos a pie y la gran mayoría en coche, por lo empinado de las cuestas, cerca de un centenar de personas ascendió a la sima desde Legasa y desde Gaztelu. Quienes se acercaron desde este pueblo, del que era natural Juana Josefa, pudieron ver las ruinas de la choza del monte en la que malvivió con sus seis hijos hasta ser arrojados al agujero.

Un hueco en el cementerio

La historia de la familia Sagardia-Goñi es una de las más oscuras que se dieron bajo el amparo del terror de la guerra. Estando su marido y el hijo mayor fuera, Juana Josefa (embarazada) y sus hijos fueron expulsados del pueblo primero y lanzados al pozo después. Además de la atrocidad de los detalles, la particularidad del caso reside en su parentesco con el general franquista Sagardia (famoso por sus carnicerías en Catalunya), ya que el poderoso pariente presionó para que se investigara el horrendo crimen. Pero lejos de arrojar luz, las investigaciones policiales abundaron en lo irracional del crimen. No había política detrás, sino que las peores acusaciones que pesaban contra Juana Josefa era el robo de algún pollo o, simplemente, ser guapa.

La asociación memorialista Amapola del Camino se encargó de la organización del homenaje, que arrancó con ofrendas florales. En el aparatado institucional, hubo parlamentarios de EH Bildu (Dabid Anaut) y Geroa Bai (Virgina Alemán). La consejera María José Beaumont excusó su ausencia y envió a su secretaria con dos cartas. Una fue entregada a los familiares en recuerdo de la madre y los seis niños (Joaquín, Antonio, Pedro, Julián, Martina, José y Asunción). La otra misiva se entregó al Ayuntamiento de Gaztelu prometiéndole su colaboración.

Una emocionada alcaldesa de Gaztelu subió hasta Legarrea con un ramo de flores. Allí, Maite Urroz prometió que su pueblo hará todo cuanto esté en su mano para que se recupere la dignidad de la familia Sagardia. De hecho, Gaztelu tiene reservado un hueco en el cementerio para que, si los familiares quieren, se lleven allí los restos.

También intervino en el acto de memoria la periodista Zaloa Basabe, quien aseguró que Juana Josefa pagó con su vida el ser diferente y mujer, por lo que la reivindicó como un referente del feminismo.

Iñaki Egaña, de Euskal Memoria, entroncó el homenaje dentro del día de las Desapariciones Forzosas que promueve la ONU. Egaña recordó que en Euskal Herria hay más de 12.000 casos, más que en cualquier otro país. «Hay que trabajar para que las siguientes generaciones reciban un mundo mejor y una memoria recuperada es un elemento importante de ese mundo», aseguró el historiador.

Particularmente emotiva fue la intervención de Esparza, autor del libro que ahonda en lo sucedido. Según explicó, de todas las hipótesis sobre el motivo final del crimen, él se queda con que Juana Josefa pudo ser «la última sorgina». Y, emulando un ensalmo, denunció que fue «maldita entre todas las mujeres». Esparza insistió en que no se trata de buscar culpables, sino que «solo la verdad puede restañar las heridas».

Con el acto ya finalizado, decidió tomar la palabra una sobrina de Juana Josefa, que dijo a todos que les agradecerá «toda la vida» lo que hicieron ayer.

Gara, 31/o8/2015