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1936: El exilio del alcalde de Baztan en Francia

Alcalde de Baztan

El 23 de julio de 1936 cayó en jueves, apenas cinco días después del golpe de Estado y antevíspera de las fiestas patronales de Elizondo que ese año no se celebrarían. Ese día, sobre las once de la mañana, un conocido elizondarra era visto marchando a buen paso por los barrios de Berro y de Beartzun, desde donde tenía previsto pasar a Francia: se trataba de Blas Marín Fernández, alcalde del Valle de Baztan, camino del exilio advertido por una persona y de forma sorprendente.

Aquel y el anterior habían sido días dolorosos para la familia Marín. Un poco antes, a las 9,30 horas en el camposanto de Elizondo, en el paraje de Antzanborda entonces, Blas Marín había asistido a la inhumación de los restos de su madre, doña Blasa Fernández, de 75 años, viuda de Gregorio Marín, fallecida el día anterior, 22 de julio, y media hora después a sus honras fúnebres en la iglesia parroquial de Santiago Apóstol.

El funeral fue oficiado por el párroco don Andrés Belzunegui (Arizkun, 1885-1949), que tras la rebelión franquista y contra la inmediata brutal represión tendría una intervención decisiva que ha pasado a la historia local. Nada más finalizar el oficio religioso, Blas Marín se despedía de su esposa Julia Gutiérrez y de sus familiares y se veía obligado a adoptar una decisión trascendental, sabedor de que su vida corría peligro y no tenía más tiempo que perder. No podrá volver hasta 1944.

Sobremesa en el zikiro yate popular de Zugarramurdi, Blas Marín es el quinto por la izquierda abajo. Dos filas detrás (2º Iz.), su amigo y alcalde de Sara, Paul Dutornier. Sobremesa en el zikiro yate popular de Zugarramurdi, Blas Marín es el quinto por la izquierda abajo. Dos filas detrás (2º Iz.), su amigo y alcalde de Sara, Paul Dutornier.

En extremo violenta Como se sabe, en su declaración del 19 de julio de 1936, «El Director» Emilio Mola ordenaba que la acción ha de ser «en extremo violenta» para reducir lo antes posible al enemigo. Y abundaba en que «era necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros. Tenemos que causar una gran impresión, todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado».

Y entre ese «todo el que no piense como nosotros» figuraba Blas Marín, alcalde presidente del Ayuntamiento del Valle de Baztan por la Unión Republicana, uno de los partidos que apoyaron al Gobierno constitucional, lo que de hecho le convertía en objetivo prioritario y persona a eliminar sin contemplaciones. Estaba señalado pero su carisma y ascendencia en el Valle de Baztan donde contaba con numerosas amistades y gozaba de generales simpatías, le trajeron suerte.

Tengo orden de detenerle En efecto, a lo largo del día 22 de julio y con su madre Blasa de cuerpo presente, Blas Marín recibía una visita inesperada. Era un policía que le hizo entrega de una carta enviada por el comisario jefe con quien mantenía relación por su condición de alcalde y como titular de la Gestoría Baztan de su propiedad y al parecer, una cierta amistad.

Es probable que Blas Marín esperara alguna nota de condolencia, pero al abrir el sobre y leer el mensaje debió observar que se trataba de algo totalmente distinto y para él de suma importancia. El texto, que ha pasado a la pequeña historia local, es de dominio público que, más o menos, decía lo siguiente: «Amigo Blas, debo comunicarle que, según la orden que nos han transmitido, mañana tenemos que detenerle y€». En las luctuosas circunstancias en las que la familia se encontraba es de suponer que Blas Marín habría recibido la noticia con la añadida natural preocupación, y pidió al policía que esperaba respuesta que dijera a su jefe: «Dígale al señor comisario que me doy por enterado y que le estoy muy agradecido».

Desde aquel preciso momento, Blas Marín previsiblemente se dedicaría a organizar su huida para el día siguiente. Con todo y el peligro que corría, antes tuvo la presencia de ánimo de acompañar los restos de su madre al camposanto y asistir al funeral en la parroquia, desde donde a continuación se despedía de sus familiares y amigos y emprendía el camino hacia el exilio, desde el que no volvería hasta el año 1948.

Regreso a Elizondo Antes de regresar a Baztan, el 2 de mayo de 1939 su esposa Julia Gutiérrez con su hijo Gregorio y sus hijas Ana Mari, Elisa y Maite, vuelven a San Sebastián donde años después nacerá María José, procedentes de Francia y después de residir en varios municipios. Primero la familia se asentó durante dos meses en Ainhoa, ocho meses en Louhossoa, un año y medio más en Donibane Garazi (Saint-Jean-Pied-de-Port) y finalmente en Bayona, aquí ya bajo la ocupación de Francia por el ejército de Hitler.

En su estancia en Francia, Blas Marín no se mantuvo inactivo y entre los valles de Baztan y de Aldudes (Baja Navarra) colaboró en una red de evasión de republicanos y nacionalistas vascos y catalanes y de resistencia con su amigo Paul Dutornier, alcalde de Sara (Laburdi) distinguido con cruces y medallas del gobierno francés y de los aliados. Contó con la ayuda de sus amigos Alfonso Echenique, simpatizante republicano y también exiliado, y de Ángel Garayoa, los dos de sus hombres de su confianza en el Ayuntamiento de Baztan donde otros empleados municipales colaboraron en la organización de la rebelión franquista.

Regresó inicialmente en 1944, pero todavía sería castigado con otro exilio, el alejamiento que tuvo que sufrir en Madrid hasta 1948 cuando ya definitivamente volvería a Elizondo, para encontrarse con que varias de sus propiedades le habían sido arrebatadas. Continuó trabajando en su Gestora Baztan y de su popularidad se recuerda que viajó a México donde su acogida fue todo un acontecimiento para la colonia baztandarra que durante el mes de su estancia le agasajó con ¡treinta comidas y treinta cenas! Falleció con 60 años el 27 de mayo de 1960 y su personalidad y «las dotes de caballerosidad y de nobleza que le caracterizaban», según se escribió en su necrológica, probablemente por su amigo Ramón Cenoz, han dejado una profunda huella en la historia de Baztan.

Diario de Noticias, 10.08.2020


Campaña para recuperar el cuerpo de Andrés Jaso, futbolista rojillo muerto en la guerra del 36

Homenaje a Andrés Jaso

Homenaje a Andrés Jaso


Asociaciones y personas volcadas en la recuperación de la memoria histórica han iniciado una campaña para encontrar el cuerpo de Andrés Jaso, futbolista melidés que militó en Osasuna, además de otros muchos equipos, y que murió en Asturias en 1937 peleando con el bando republicano.

A sus casi 93 años –los cumplirá el próximo día 24–, Áurea Jaso tiene un objetivo que quiere cumplir antes de abandonar este mundo: recuperar los cuerpos de su padre Aurelio y de sus tíos José y Andrés, este último futbolista profesional en los años 30 del pasado siglo, que defendió las camisetas de Osasuna, Sabadell, Valencia, Levante y Sporting, entre otros.

Coincidiendo con el trabajo que se está realizando en los últimos tiempos en defensa de la recuperación de la memoria histórica del club rojillo, personas volcadas con esta tarea han comenzado una campaña para recuperar los restos de Andrés Jaso, cuya muerte sigue sin esclarecerse.

La versión más plausible asegura que fue víctima de un bombardeo de la Legión Cóndor en Cangas de Onís, cuando viajaba en un autobús fletado por el Sporting, a cuya disciplina pertenecía en octubre de 1937. Sin embargo, nada más se supo sobre dónde se encuentran sus restos enterrados.

Un vacío histórico al que ahora se quiere poner remedio y que se ha iniciado con un sencillo homenaje a Áurea en la plaza José Luis Campo, de Berriozar –su lugar de residencia–, a cargo del Ayuntamiento y club de fútbol de dicha localidad, del Melidés y de los promotores de la iniciativa.

Tras recibir un camiseta con la figura de su tío Andrés, otra del Melidés y un ramo de flores, Áurea ha asegurado que va a «seguir luchando por querer saber y encontrar a mis familiares, es mi objetivo para seguir viviendo».

Andrés Jaso nació en Mélida en 1912, despuntó muy joven como futbolista y, con 18 años, hizo las maletas para recalar en Osasuna, justo cuando comenzaban a gestarse los primeros torneos ligueros. Regresó al cuadro rojillo en una segunda etapa, tras pasar por Zaragoza, y, más tarde, militó en el Sabadell, Valencia, Levante y Sporting, equipo cuyos colores defendía cuando fue muerto y, al parecer, formando parte del Batallón Galicia republicano.

Aurelio Jaso, padre de Áurea, trabajador del campo y secretario local de UGT, cayó el 17 de noviembre de 1936 defendiendo la ciudad universitaria de Madrid y se cree que su cuerpo está enterrado bajo uno de los parques de la capital madrileña, «donde crecen unos árboles muy bonitos. Quiero creer que por la sangre de los nuestros», apunta emocionada Áurea.

Un mes antes, su tío José, obligado a los 19 años a incorporarse a filas en el tercio de Sanjurjo franquista, es fusilado por los propios golpistas, junto a otros 225 navarros, por considerarles poco convencidos con la causa fascista.

Mikel Uharte, uno de los impulsores en la recuperación del cuerpo de Andrés Jaso, ha solicitado la implicación de Osasuna, coincidiendo con su centenario, y de los clubes en los que militó el futbolista melidés en tan ingente tarea.

Naiz, 06/08/2020


Andrés Jaso, el delantero de fuerte disparo

Capítulo de ‘Rojos’, de Mikel Huarte, dedicado al futbolista de Osasuna desaparecido

Andrés Jaso Garde murió en un bombardeo y permanece desaparecido. Es todo lo que se puede afirmar sobre su muerte con cierta seguridad. En cuanto empezamos a escarbar en su historia, comienzan las contradicciones, pues solo sobre el bombardeo existen dos versiones. La primera, poco verosímil, está recogida en la web Ciberche y hace referencia a un bombardeo en la playa de Gijón mientras entrenaba (sic) con la plantilla del Sporting de Gijón. La otra, más creíble, afirma que murió en octubre de 1937 en un bombardeo de la Legión Cóndor en Cangas de Onís (Asturias) cuando iba en un autobús fletado por el propio Sporting. Esto último es lo que le comunicó el club en 1990 a su sobrina Áurea.

Andrés nació en 1912 en Mélida, en la Ribera navarra. Era el tercero de cinco hermanos de una humilde familia de campesinos. Mélida era un pueblo agrícola que, con los años, pasó de ser un dominio real a otro señorial; para acabar, en el último siglo, siendo un dominio eclesiástico. Tal vez se entienda así lo que ocurrió durante la guerra. Andrés fue a la escuela hasta los 14 años. Tener un balón era complicado, pero él pateaba todo lo que se encontraba. «Contigo no ganamos para alpargatas», decía su madre Demetria. Jugó en el Sporting Melidés y su debut contra el Luchana de Pamplona, con 16 años, coincide con la fundación del equipo.

Ya en 1930, alguien en Mélida se fijó en él, y con 18 años recaló en Osasuna. Acababa de nacer la Liga y el equipo navarro la comenzó en Tercera. Aparece en la fotografía como «equipo reserva» y comparte alineación, entre otros, con el editor Estanislao Aranzadi. Aranzadi, que pronto colgaría las botas, pasó a dirigir la imprenta familiar del mismo nombre, que publicaba toda la legislación del Estado. Esa temporada Osasuna logró una victoria de prestigio: 4-0 ante el Real Unión en el partido tradicional de Sanfermines. Fue una hazaña ya que el conjunto vasco era un histórico de Primera, con cuatro Copas del Rey en su palmarés. Andrés Jaso abandonó su tierra en 1931 con destino a Zaragoza. El Real Zaragoza nace un año más tarde de la unión del Zaragoza Club Deportivo y el Iberia. No se sabe dónde jugó Andrés.

El 14 de abril se proclama la República y en Mélida la alegría es contenida, ya que dominan los caciques y grandes propietarios. El nuevo Ayuntamiento intenta comprarles las tierras, pero el precio es inalcanzable, así que los jornaleros exigen la expropiación. Aurelio, hermano mayor de Andrés, era trabajador del campo y secretario local de UGT, principal organización popular junto a la agrupación socialista. El ejemplo a seguir era Beire, un pueblo cercano, en el que se ocuparon las tierras. El conflicto era agrario y laboral, pero también religioso, pues los sectores más católicos presionaban contra cualquier iniciativa que se apartara de la tradición.

Áurea Jaso Bergachorena, a sus 93 años, rememora cómo acababan para su tío Andrés las temporadas de fútbol cuando ella era niña. Recuerda cómo entraba Andrés por la avenida Zumalakarregi de Mélida en loor de multitudes, rodeado de la chavalería. Su hermano mayor, Aurelio, lo recibía orgulloso con un abrazo. Se juntaban en casa y cenaban, celebrando la vuelta de su hermano Andrés, «el futbolista». Áurea siempre tenía un regalo de su tío, un juguete, y una prima suya cuenta que una de las cosas que solía traer eran telas.

De Zaragoza se trasladó a Valencia. Jugó dos temporadas en el Levante UD, en Tercera, entre 1932 y 1934, según cuenta la web Ciberche. El FC Barcelona se fijó en él, pero terminó recalando en el Valencia de Primera División. Anton Fibver era su entrenador, y únicamente participó en un partido de Liga contra el Atlético de Madrid y varios encuentros del Superregional. «Probablemente habría merecido más oportunidades, principalmente debido a la enorme potencia de su disparo con la diestra», recogía los medios valencianistas de la época. Andrés, con 22 años, era joven y la prensa local le recomendaba centrarse más en el fútbol y menos en los amores. Es inevitable la comparación futbolística: hubo un Chimy Ávila en los años treinta que era de Mélida.

Áurea, con emoción en su rostro, cuenta que veía a su tío y a otros futbolistas en las cajetillas de cerillas de la época, con fotografías y dibujos impresos. Era el marketing y la publicidad de entonces, valiéndose del tirón que comenzaba a tener el fútbol. No existía la televisión y pocos contaban con una radio, por lo que el relato venía en papel. El verano de 1935 fichó por el Sporting de Gijón, que estaba en Segunda. Pese a sufrir una grave fractura al inicio de la temporada jugó doce partidos y marcó ocho goles. El Sporting estuvo con opciones de clasificarse para la liguilla de ascenso a Primera hasta la última jornada, en la que empató a uno con el Celta.

Áurea conocía a la novia de Andrés por una foto. «Era modista. Y muy guapa, como mi tío», señala mientras nos enseña una foto de Andrés bañándose en la playa (de Valencia o de Gijón) junto a un amigo.

En 1936, la tensión política y social continúa en aumento en Mélida, en Navarra y en todo el país. El 18 de julio Pamplona es una plaza clave. Según los testimonios de quienes trabajaban por el pueblo, no tuvieron miedo, pese a que muchos fueron detenidos durante los dos primeros días sin darles tiempo a escapar. Aurelio, hermano de Andrés y padre de Áurea, huye a las Bardenas, dejando la siega del campo sin empezar. Conseguirá llegar junto a un compañero a Catalunya, controlada por el Gobierno republicano. La guerra ha comenzado y las noticias llegan a Gijón, pero la familia no consigue comunicarse con Andrés. Puede que aquel verano llevara una vida más o menos normal junto a su novia y sus compañeros del equipo. Puede que la foto donde aparece de pachanga con sus amigos sea de entonces. No sabemos si la camiseta pertenece al Estrella Roja de Ceares, anterior al club de accionariado popular del Ceares actual, o al Estrella de Gijón, que patrocinaba una marca de cerveza. De entre sus compañeros nos parece distinguir a su izquierda a Vallejo y, a su derecha, a Santomé, ambos del Sporting.

Mientras, en Mélida se suceden las detenciones. La dimensión de la tragedia se iría conociendo con el tiempo. Alrededor de treinta vecinos republicanos fueron asesinados. Aurelio muere el 17 de noviembre de 1936 defendiendo Madrid, en la ciudad universitaria, pero la familia se entera más tarde. Lo cuenta Samanes, un amigo testigo que fue encarcelado en un campo de concentración. Antes, en octubre, es asesinado José, su hermano pequeño de 19 años, obligado a alistarse al tercio de Sanjurjo «para salvar la vida». Fue fusilado junto a otros 225 navarros republicanos frente a la Academia militar de Zaragoza.

En cuanto a Andrés, no hay certeza de lo que verdaderamente le ocurrió. Sabemos que fue llamado en Gijón a alistarse para defender la República. Un documento lo sitúa en el Batallón nº 219, conocido como el Batallón Galicia, formado en su mayoría por anarquistas gallegos. Bilbao, Santander y después Asturias fueron los lugares en los que lucharon. Gracias a la Cruz Roja su familia recibió una carta firmada por él: «Estamos bien». La madre de Andrés, preocupada, le dijo a su nieta Áurea: «¡Ves! Tu padre ha ido en su busca, están bien». El documento está fechado el 10 de octubre de 1937 y el 27 de ese mismo mes Asturias está ya en manos de los sublevados.

Áurea cuenta cómo, después de la guerra, su familia y otras de izquierda debían tener las puertas y ventanas de casa siempre abiertas y portar una bandera blanca en sus carros de cereal. Áurea se casó a los 23 años con un ferroviario y se fueron a vivir a Villafranca y, de ahí, a Pamplona. Al padre de su marido también lo fusilaron junto a su tío José. Desde hace 20 años es una activista de la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra (AFFNA). «Somos una familia», afirma. Acuden a todos los actos de homenaje y una prima le dice que esta actividad le ha devuelto la vida.

Nos enseña unos adoquines con el nombre de su padre y su tío. Estos adoquines se colocan en las casas donde vivieron. Ella no ha logrado ponerlo en la casa familiar de Mélida. Le da apuro porque la familia se dividió por la guerra. Pero está dispuesta a ir a donde sea o a hacerse pruebas de ADN con tal de encontrar los restos de Andrés, de su padre Aurelio y de su tío José. Se emociona cuando ve por televisión a Pako Etxeberria, antropólogo forense especializado en identificar cuerpos de la Guerra Civil. Tiene esperanza y ganas de luchar por ello. Después de llamarle por teléfono para hacerle algunas preguntas, al despedirse, dice antes de colgar: «Que gane Osasuna, ¿verdad?».

SU SOBRINA, ÁUREA, PRESENTE EN UN HOMENAJE EN BERRIOZAR

Áurea Jaso, de 93 años y sobrina de Andrés Jaso, estuvo este jueves presente en un emotivo homenaje a su tío que se celebró en Berriozar. En un sencillo acto, arropada por representantes municipales, por miembros del equipo de fútbol local y por familiares, Áurea recibió un bonito ramo de flores y una camiseta del Sporting Melidés –club en el que empezó a jugar su tío–, de manos del presidente de la entidad, Raúl Lecumberri. En la imagen, Áurea Jaso junto a su hijo, Javier Nicolay, y su nieta Marta Nicolay Trias.

Diario de Noticias,  07.08.2020