El encierro y el juego de pelota de la Misericordia de Pamplona. El encierro conforma el símbolo más conocido de Pamplona, pero pocas personas conocen su curioso paralelismo con la pelota. Sobre su origen debemos recordar que hasta el siglo XX, los pastores conducían a los toros a través de las cañadas, pues hasta la aparición del transporte por carretera o el ferrocarril no existía otro modo de llevarlos. Al llegar a las proximidades de cada población acampaban en las afueras y, ya por la noche, con las calles desiertas y sin peligro, se trasladaba por el centro de la ciudad hasta la plaza.
Pero en Pamplona y en San Fermín había mucha gente con ganas de cachondeo, así que los mozos comenzaron a meterse en el recorrido, ya no solo conduciendo el ganado por detrás, sino citándolo y corriendo delante. Las autoridades trataron de acabar con esa práctica y dictaron bandos prohibiéndolo en 1717 y 1731. Pero la gente ni puñetero caso, así que el encierro se hizo cada vez más popular y el ayuntamiento no tuvo otra que aceptarlo, dictando en 1867 las primeras ordenanzas reguladoras. Lo que comenzó como una gamberrada terminó dando a conocer Pamplona en el mundo entero.
Y ahora veamos qué pasó con la pelota, en el siglo XVIII se jugaba de manera generalizada a pelota en las calles y plazas, provocando altercados, pelotazos a viandantes y problemas de orden público. La gota que colmó el vaso sucedió en 1743, cuando el mayordomo del Virrey de Navarra recibió un pelotazo de un partido que se estaba jugando en la calle. Así que el Virrey se quejó al alcalde y este publicó el primer bando prohibiendo jugar a pelota fuera de los lugares autorizados:
«Por cuanto habiéndose notado que, con motivo de haberse introducido la costumbre de jugar a la pelota en las calles públicas, no solamente se estorba e impide el tránsito y libre comercio de las gentes, sino que van expuestas al riesgo de que se les dé algún golpe y se sigan disensiones, así bien manda que desde la publicación de este bando en adelante, bajo pena de cincuenta libras y dos días de cepo, nadie juegue a la pelota en las calles en ningún día festivo ni de labor. Pamplona, 20 de septiembre de 1743”.
No era para tomárselo a broma: dos días en el cepo por jugar a pelota en la calle… pero ni aún así, ni dios hacía caso y el bando tuvo que ser reiterado en 1745, 1761, 1772 y 1774. Todo en vano, así que el ayuntamiento para evitar que se jugara en las calles optó por construir un trinquete: el Juego de Pelota de la Misericordia, que se ubicó en el Paseo Valencia, siendo inaugurado el 12 de julio 1777.
En el encierro y en la pelota las prohibiciones fueron inútiles, pero su segundo paralelismo es que el ayuntamiento en ambos casos puso en marcha la estrategia de “si no puedes con tu enemigo, sácale provecho”. Pues en el caso del encierro, el ayuntamiento cedió hace un siglo a la Casa de Misericordia los terrenos para construir y gestionar la plaza de toros, cuyos beneficios (al igual que los de la retransmisión del encierro) se destinan a la residencia en la que viven más de quinientos ancianos y ancianas.
Pero esta táctica ya se había puesto en marcha en 1777 con el juego de pelota, siglo y pico antes, pues todos los beneficios del juego de pelota se destinaban a la Casa de Misericordia, fundada en 1692 y que desde 1706 contaba con un edificio en el Paseo Valencia (o Sarasate), con la finalidad de «atender a los mendigos y pordioseros que, vagabundeando de puerta en puerta, no viven cristianamente, la mayor parte de ellos por desconocer la doctrina cristiana y los artículos de nuestra santa fe».
En definitiva, el encierro y la pelota forman parte de la idiosincrasia pamplonesa, las prohibiciones no sirvieron de nada, y el ayuntamiento finalmente optó, en ambos casos, por sacar provecho con un finalidad loable.
Por cierto, que “La Meca”, nombre por el que todo el mundo llama y conoce a la Casa de Misericordia, proviene de la forma en que ya en 1716 se escribía la abreviatura de Misericordia: Mca.
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