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Osasuna, la defensa Mau Ma y el anarquismo

Salvatierra de Osasuna

Salvatierra de Osasuna


La conexión de Lucio Urtubia con varios jugadores de Osasuna le sirvió para sobrevivir a las persecuciones que sufrió.

El anarquista Lucio Urtubia consiguió «sobrevivir» a su primer paso por la cárcel gracias al apoyo de varios jugadores de Osasuna. Todavía era joven. Había desertado del servicio militar y cuando trataba de cruzar la muga sin papeles le arrestaron. Vendrían luego los años dedicados a falsificar moneda para financiar a movimientos revolucionarios de todo el mundo, empezando por la CNT que combatía al franquismo.

La cárcel, el recuerdo de la guerra y la amistad con los futbolistas Varios fueron los futbolistas que apoyaron al preso. En sus memorias cita a Fandos, Goyo y a Armendáriz, pero sobre todo a Jesús Salvatierra y a Juan Cruz Abizkuri. Lucio Urtubia conocía a este último del pueblo, de Cascante, y se había convertido en su cuñado al casarse Juan Cruz con su hermana Saturnina.

Con anterioridad, Ángel Avizcuri, que había fallecido en el frente de guerra en un batallón requeté y había jugado en Osasuna, es uno de los que aparece en el libro de Ángel Goicoechea, el que fuera presidente del club y alcalde de Iruña, señalándole como «muerto por Dios y por La Patria en la guerra de liberación». La familia recibiría honores y una pensión vitalicia. Este hecho luctuoso hace que Santos, el padre, enferme de depresión y acabe suicidándose. Años después, su hermano pequeño, Juan Cruz Abizkuri, empezó a jugar al fútbol en el Aluvión de Cascante. Mientras hace la mili juega durante tres temporadas en el Melillense Fútbol Club. De vuelta a Navarra ficha por Osasuna, ejerciendo de defensa y, en ciertas ocasiones, de medio-centro. Allí coincide con el defensa tudelano Jesús Salvatierra, con quién entabla una fuerte relación. Abizkuri jugará en el equipo de Iruñea tres temporadas, desde 1949 a 1952. Salvatierra seguirá hasta el 57.

El anarquismo como ideal de vida Cuenta Lucio que su padre, de familia carlista, evolucionaría hacia el socialismo y por ello fue encarcelado durante la guerra en el Fuerte de Ezkaba. Enfermó en la prisión y, a consecuencia de ello, años después fallecería. «Yo si volviera a nacer, me haría anarquista», es lo que le dijo a Lucio en su despedida.

En esos años Lucio Urtubia emigra a Francia por primera vez. No posee documentación y tiene tan poca fortuna que es detenido por la Gendarmería en Biarritz y deportado inmediatamente. El estado franquista lo encarcela en Bera y después en Pamplona, a donde llega en un estado lamentable. Abizkuri, Salvatierra y el resto de futbolistas le ayudan a pasar el trance. Le llevan ropa y todos los días le envían comida de Casa Catachú, donde están alojados.

Lucio Urtubia estará agradecido durante toda su vida. Volverá a emigrar a Francia y se involucrará en una red libertaria. Primero conseguirá dinero para la lucha antifranquista y luego colaborará con otros movimientos revolucionarios, como el tupamaro de Uruguay o los montoneros de Argentina.

No sabemos, al menos él no lo cuenta, si llegó a mantener contactos con el Mau Mau. Esta organización guerrillera, que el prejuicio colonialista caracterizó como «salvaje», luchó contra el imperio británico por la independencia de Kenia.

Angelines y Romi Avizcuri son hermanas, sobrinas de Lucio e hijas de Juan Cruz. Cuentan que su padre, Juan Cruz Abizkuri, como defensa era implacable, igual que cuando hizo huelga en su fábrica él solo, sin ayuda de ninguna sindicato, ralentizando el ritmo día a día hasta que cedieran los patronos. La relación entre el futbolista y el revolucionario, subrayan, era muy estrecha y de una amistad inquebrantable.

La mala reputación Quien sí acabó relacionado con los Mau Mau fue su amigo, el futbolista Jesús Salvatierra, aunque de una manera mucho más frívola. Ocurrió a raíz del partido que jugó Osasuna en Santander en 1953. A pesar de que el encuentro fue reñido, el Racing se impuso por 3-0. En una de las jugadas del partido le pitaron falta al defensa osasunista. Enfadado por lo que consideró una injusticia, le dio un puñetazo balón. Tuvo la mala suerte de que el balón le diese en la cara a una niña de la grada y de dejarla sin conocimiento. El padre de ésta saltó al terreno de juego, a por Salvatierra, y se armó una buena.

Tras este suceso, la prensa santanderina calificó a la defensa de Osasuna como la defensa del Mau-Mau. Llevaron el sambenito durante muchos años. La historia de Lucio, por su parte, es recatada con los años y se conoce como «El Robin Hood» vasco.

Diario de Noticias, 31.05.2020


Zumeta: La generosidad del gesto y el trazo

Mural Zumeta

Mural Zumeta


Nos vamos yendo, camaradas de la vieja guardia. La biología no perdona. Pero lo inesperado ha sido esta encerrona vírica que ha aumentado escalofriantemente el dolor de las pérdidas. También Jose Luis Zumeta Etxeberria (Usurbil, 19 de abril de 1939) decidió romper el confinamiento e irse en plena pandemia. Fiel a sí mismo, “Zume” se marchó, recién cumplidos los 81, discreto, sin molestar. Los grandes no necesitan aspavientos, demuestran su originalidad con hechos.

Humilde deambuló Zume por la vida, sin meter ruido. Pero la discreción de su gesto escondía lo que vimos desde que cogió los pinceles, aún joven: un colorista mundo de abstracción y fantasía, un hipnótico cromatismo de formas, trazos y matices. Un mundo que abrevó de la geografía natural de su entorno y del descubrimiento de lo culto y hasta vanguardista cuando viajó en Vespa por Europa con su colega y convecino Joxean Artze (dos almas gemelas en constante búsqueda de la belleza) y pasó alguna temporada en Londres o Estocolmo.

“Everybody loves you when you are dead” reza la canción rockera y el coro de reconocimientos se escuchó tras su muerte hasta en las altas cumbres de la burocracia fría y calculadora. Pero Zumeta no era artista de salón y moqueta sino de calle y sociedad vivas, con un permanente compromiso con el arte popular por la lucha y la reivindicación. Los tempranos murales cerámicos en su pueblo o Pasaia airearon pronto su arte en público.

Montó sus “Papiroak” en la solemne Abadía donostiarra de San Telmo igual que colgó su obra en el antiguo mercado de San Martín o en el de Zarautz, entre puestos de verduras y frutas. Descifró el “Gernika” en 1999. Laboró la larga e impactante obra para los discos de su colega Mikel Laboa. Hizo pájaros también para los imaginativos libros de Artze. Realizó algún hermoso cartel para el Jazzaldia donostiarra (1983, 1984). Sus biografías oficiales acumulan fechas de exposiciones en galerías, pero olvidan el torrente de compromiso y generosidad que brotó de su mirada. Como cuando protagonizó con Bixente Ameztoy y Karlos Zabala ‘Arrastalu’ el magno mural anti Lemoiz en la jornada de los Comités Antinucleares de 1980 en la antigua Feria de Muestras de Bilbo. O cuando elaboró un cartel contra el AHT-TAV, con Bixente y el fotógrafo José Luis Zabala.

En amical colaboración con Txelo Larretxea, regaló su inventiva a LKI-LCR (cartel para el 20 aniversario de la muerte del Che, serigrafía para el número 500 de “Combate”, portada para el número 50 de “Viento Sur”, serigrafía con motivo del centenario de la Revolución rusa…). Fue solidario con Cuba (“Habanara joan nintzen” “Aitzakirik gabe”, “Orain Che bertan”) y con Komite Internazionalistak. Ayudó en la iniciativa que presentó el nuevo periódico “Gara” tras la eliminación represiva de “Egin”. Estuvo el pasado invierno en la oferta “Artea Gara”, arte para hacer frente al actual expolio del propio “Gara”.

Elaboró una ingente obra que se pudo ver en altos foros de Manhattan o Alemania, pero se mojó con lo popular. Siempre en comandita con Txelo, colaboró con la inquieta promotora Txalupa Kultur Eraginza y con su sucesora Ateri. Pintó la portada del LP “Gipuzkoa Sar 82”, un festival de nuevos valores rockeros. Dibujó el poster para la presentación vasca del revolucionario rasta jamaicano Peter Tosh. También realizó el trabajo gráfico para el comprometido disco de Hertzainak “Mundu berria egingo dugu”. Una inabarcable colección de gestos creativos, marcados por la amistad y el compañerismo.

El documental Izenik gabe 200 x 133, de su hija Monika y Enara Goikoetxea, retrata fielmente su mundo creativo en solitario y el carácter social de su obra cuando pinta en público un mural con sus nietos en el antiguo edificio de los bomberos de Donostia. Como ha recordado su amiga Txitxi desde Arribe, prefería que el epitafio de su tumba rezara “Estoy en el bar”.

Presentó Zume macro muestras que dieron fe de su volcánica capacidad creativa. Pero también objetos tan entrañables como “África oeste. Cuaderno de viaje”, de 1998. Un hermoso “road liburua” de amor por los colores y valores de otras gentes que epilogó con “África, continente madre, ombligo del mundo”. Mentor artístico y humano para las nuevas generaciones, Zume late en el corazón de la vida de Euskal Herria.

begira ari haiz oraindik
begiak irudiz beteta
begira ari haiz oraindik
nahiz begiak itxita
Miraz ea esker onez

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