



Peralta recibe la semana próxima una nueva edición del ‘Seminario de las dos Navarras’, encuentro de carácter cultural que cumple su XV edición y sirve para «estrechar lazos entre la histórica merindad de Ultrapuertos y la denominada Navarra continental». Conferencias y un encuentro institucional configuran el programa de actos previsto para el martes 19 de noviembre.
Está promovido por el Gobierno de Navarra, conjuntamente con los principales municipios de la Baja Navarra y entidades culturales como la Asociación de Amigos de la Vieja Navarra, ahora llamada Tierras de Navarra, con sede en San Juan de Pie de Puerto. El año pasado se celebró en las localidades bajonavarras de Arrossa y Osses.
El encuentro entre las dos navarras separadas por los Pirineos celebrado este año ha programado su acto institucional en el salón de actos de la Casa de Cultura de Peralta a las 12 horas del próximo martes. En el mismo participa la consejera de Relaciones Ciudadanas, Ana Ollo, el alcalde de la localidad, Juan Carlos Castillo, un representante del Consejo General de Pirineos Atlánticos y el presidente de la Asociación Terres de Navarra, Louis Gentien.
El ‘Seminario las dos Navarras’ es un encuentro cultural anual que se celebra desde el año 2005, alternando una edición en cada lado de la muga, con el fin de compartir conocimientos, experiencias y proyectos entre instituciones y entidades culturales de ambos territorios, ha explicado en un comunicado el Gobierno de Navarra.
En la presente edición, tras recibir las personas participantes la bienvenida del alcalde de Peralta, Juan Carlos Castillo, se da paso a tres conferencias de media hora de duración. En la primera de ellas, la doctora en Historia por la Universidad de Navarra, Ana Zabalza, se referirá a ‘Huellas de Ultrapuertos. Apellidos bajonavarros en la Ribera’.
A continuación, el escritor e historiador Éric Leblay, miembro de la asociación Terres de Navarra, ofrece la conferencia titulada ‘La Baja Navarra durante la Primera Guerra Mundial’.
El escritor, historiador e investigador, Fernando Hualde, cierra las exposiciones con una intervención titulada ‘Relaciones históricas entre las dos Navarras. Técnicas de contrabando y cultura pastoril’. Tras el acto institucional se ofrece una visita por los puntos de mayor interés de la villa de Peralta.
La asociaciones interesadas en la asistencia al encuentro ya han recibido la correspondiente invitación previa, si bien cualquier persona o entidad puede solicitar su asistencia mediante el envío de una solicitud a la dirección de correo electrónico seminariodosnavarras@navarra.es.
PONENCIAS CULTURALES EL 18 DE NOVIEMBRE
Aprovechando la celebración del ‘Seminario de las dos Navarras’, el ayuntamiento de Peralta ha programado una serie de ponencias culturales para este lunes, 18 de noviembre, también en la Casa de Cultura.
A las 18.00 horas, el profesor de historia de la UPV, Juan José Larrea, intervendrá con la ponencia titulada ‘Campesinos, señores y reyes en la colonización de la Ribera’.
A continuación, Peio Monteano, técnico superior del Archivo de Navarra presentará la asociación genealógica Aintzinako y hablará sobre ‘La huella bajonavarra en la Ribera’.
Concluirá la jornada el profesor y secretario general de la UPNA Roldán Jimeno, con la ponencia titulada ‘Remiro Goñi de Peralta (1481-1554): agramontés, obispo electo de Pamplona y canonista’.
Asimismo, la misma tarde del día 19, una vez finalizado el Seminario, Iñaki Sagredo, conocido por sus investigaciones sobre castillos medievales en Navarra, tratará el tema ‘Castillos de defensa del Reino, especialmente los de frontera, en la alta y en la baja Navarra’.
Para más información sobre las actividades programadas por el Ayuntamiento de Peralta se puede contactar con la Casa de Cultura de la localidad.
Europa Press
Los Estados que conocemos en la actualidad, fueron creados durante el siglo XIX, con excepción de Inglaterra, luego Reino Unido, que contenía una forma de Estado desde finales del siglo XVII. Alemania 1871, España 1841, Italia 1871, Bélgica 1830 son algunos ejemplos. Su creación producto de la aparición del nacionalismo como movimiento social organizó un nuevo mapa político europeo. En ese proceso, muchas de las naciones europeas históricas, dotadas de todos los elementos característicos de la definición tradicional de nación, fueron absorbidas como partes indivisibles de un todo, que se consideraba único y prevalente. Los vascos no fuimos una excepció
El nacionalismo basó su éxito, en la sustitución de las identidades colectivas religiosas y lealistas, propias de toda la edad media y los siglos XVI a XVIII, por otras nuevas. Siendo creadas estas, en la necesidad de formular conceptos de legitimación política más complejos, pero más asimilables y transversales a la sociedad. Y en ese afán legitimista inventaron, reescribieron y tergiversaron la historia, adueñándose de ella para dibujar una continuidad en el tiempo. Esto perdura hasta hoy en día cuando vemos una réplica de la nave de Elcano del siglo XVI, con una gran bandera de España, símbolo del Estado español de mediados del siglo XIX. Quizá hayas leído eso de que “España tiene 500 años”. En 1519 no existía el título de rey de España, ni una entidad jurídico política llamada España. Los reinos peninsulares no compartían ni la moneda, y un aragonés era tan extranjero en la legislación castellana como un sardo o un romano.
En la Europa del siglo XXI vivimos este particular mapa político creado durante el siglo XIX y parte del XX. Vivimos además realidades políticas como la Unión Europea. Una forma de cesión de soberanía entre Estados con el fin de crear un espacio de legalidades y derechos comunes. El espacio europeo se construye en la definición de ser, en el tiempo, un sustituto natural de la soberanía de los Estados. Si bien no avanza. Tras su establecimiento como un marco comercial ideal, que incorpora la libertad de movimientos de los trabajadores y una moneda única, los ciudadanos europeos no tienen nada más en común, ni una simple y básica fiscalidad, ni apenas un cuerpo de derechos, ni una forma de gobierno, ni de relación de estos con los ciudadanos. Ha habido dos hechos que han supuesto un gran desánimo en los valedores de la construcción europea. La respuesta al problema catalán y el Brexit. El problema catalán, internacionalizado a raíz de las desagradables cargas policiales del 1-O, la UE ha ponderado el derecho político del Estado miembro sobre el derecho colectivo de los ciudadanos. Lo ha hecho de forma demasiado parcial y clara. Era sin duda el momento de que la UE ponderará a sus ciudadanos sobre sus Estados. Un momento crucial para tomar un papel conciliador, mediador y de árbitro. El Brexit ha supuesto otro terrible desencanto. Ha dejado claro que la UE no consigue pasar de ser un club de Estados, de comensales que se cabrean y se van, y carece, por el momento, de la más mínima capacidad de autocrítica y restructuración.
La UE tiene grandes dificultades para avanzar, pero la más grande de todas la representa los propios Estados que la forman. No puede haber una Europa de ciudadanos mientras los Estados sometan a los mismos a políticas personalistas o vetos caprichosos por intereses propios. Europa es además un lugar de una gran ambigüedad. Los Estados los son todo y las personas nada. Un Estado miembro puede hacer casi todo con respecto a sus ciudadanos y sus minorías, sin que la UE pueda ejercer ningún control. El famoso «Respeto al Estado miembro» es un cheque en blanco, que puede ser negro para el ciudadano europeo. Un ciudadano puede ser libre en toda Europa menos en un Estado que tenga a capricho coartar su libertad. Los derechos crecen y decrecen en viajes en vehículo de 20 minutos e incluso algo tan básico como los derechos lingüísticos, sólo existen según donde pises. El idioma estonio e irlandés con menos de un millón de hablantes son oficiales ¿Y.… el euskera o el catalán? No, no lo son. Sí en la Unión Europea solo existes si eres un Estado ¿Como vas a renunciar a serlo?
Hay una Europa posible y es la de las eurorregiones. Definámoslas como entidades políticas que dispongan de capacidades legislativas sobre un buen número de decisiones que afecten a sus ciudadanos. Estando estas capacidades íntimamente ligadas a la cultura propia y la tradición social y económica incluyendo una cota amplia de poder legislativo y judicial. Entidades con una forma de soberanía propia, pero no ejercida en exclusiva y que desde luego no ostentan las capacidades de veto de un Estado. En términos contables una eurorregión debería tener mucho más poder que una Comunidad Autónoma y menos que un Estado. Y claramente debería tener una dimensión demográfica y geográfica mucho menor a la de un Estado como Alemania, Francia o España. Podríamos entender que en el actual Estado español caben 5 o 6 eurorregiones, al igual que en Francia, Italia o Alemania. Las eurorregiones representarían el mapa político que el nacionalismo del siglo XIX no dejó dibujar. Serían una construcción natural, cultural y antropológica, dentro de un orden artificial, la UE, necesario para el progreso social en un mundo globalizado.
Los vascos necesitamos redefinir en nuestro saber social nuestra definición. Lo vasco, ¿Qué es? Si abordamos la definición creada por terceros étnica y exclusivista, no haremos sino dividirnos y debilitarnos. Lo vasco, es un concepto social y antropológico que pervive en diversas formas en los territorios habitados por los vascos desde tiempos remotos. En todos ellos se respira un continuum cultural que nunca en la historia, al menos desde el siglo II a. C., ha sido únicamente vasco. Sino que ha sido una realidad antropológica que ha desarrollado versiones mejores de sí mismo en la mezcla con otras culturas y pueblos. No es un concepto cuantificable ni calificable. No hay mejores vascos, ni gente más vasca que otra. Hay gente que disfruta elementos que podríamos considerar Euskaros y más antiguos como un Aurresku, un Irrintzi o el propio idioma vasco, pero no son más o mejores vascos que la Jota, la Pelota o el idioma Gascón. Son nuestras creaciones. El idioma Gascón no es un invento de los romanos, sino la forma en la que los vascos hablaban el latín. Nuestro futuro pasa inexorablemente por construir ideas que configuren una identidad vasca heterogénea, pero fuerte. La identidad social vasca no puede estar construida alrededor del origen, la lengua o la cantidad de cultura vasca que conocemos. Nuestra identidad debe crecer alrededor de una fuerte determinación, de una cercanía a un modo de pensamiento y comportamiento determinado. De personas que más que coincidir en lo que son, coinciden en lo que no son. Una identidad social que es el cimiento de un futuro espacio político común para los vascos.
Existen en nuestra tradición hechos políticos y sociales en los que los vascos también desplegamos una gran diversidad, los mismas Bizkaia, Navarra, Álava, Gipuzkoa, La Rioja o “Pays Basque”, son tan diversos como lo son entre ellos, y poseen un fuerte componente identitario en base a su pasado. Fueron las creaciones que dieron cobijo a las tradiciones sociales convertidas en leyes (fueros). Pero si observamos nuestro pasado con la inteligencia y sabiduría del joven anciano, que es el pueblo vasco, ¿Cuántas oportunidades perdidas hay, en la negación de la realidad de cuanto perdemos separados y cuánto podemos crear juntos? Los vascos no debemos obviar nuestras territorialidades. Ser ellas ámbitos de decisión y elementos soberanos que por libre adhesión decidan la forma de un proyecto común. Pero no pueden ser utilizadas como forma de negación y oposición, “No soy vasco porque soy Navarro”. Hay una forma de ser vasco en la navarridad de un tudelano tan legítima como en la vizcaindad de un bermeotarra.
Por tanto, nuestro futuro pasa por mirar la inmensidad que nos rodea. Somos 3 millones en un mundo de 7.000 millones, el 0,042%. Debemos encontrarnos en una definición de lo vasco que todos podemos asumir. Los últimos 200 años han convertido el natural sentimiento vasco, presente desde Navarra a Álava y a las faldas de la sierra de la Demanda, en algo viciado y concreto. Ausente de la universalidad de nuestro propio desempeño en la historia. Es el momento de afrontar que nuestro mejor futuro, pasará por constituirnos en una entidad política que nos de espacio y visibilidad en el mapa europeo. Sea en la forma de un Estado tradicional o como una soberana eurorregión dentro de la evolución natural de la UE. Quizá no podamos jamás ser un Estado al uso, quizá sean estos ya ideas caducas. Pero podemos reunir todos los elementos de Estado en una eurorregión creada desde la determinación de ser una sociedad unida en la riqueza de su diversidad que comparte bienes sociales. No seremos un imperio, ni falta que nos hace. Pero podemos fundar un imperio de las personas y maravillar al mundo como predijo Shakespeare sobre Navarra o aprecio John Adams en Bizkaia.
Borja Irizar Acillona