Archivo del mes: junio 2016

El Gobierno homenajeará a los Reyes y Reinas de Navarra el 3 de julio, con un acto civil en Leyre

escudodenavarra

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El Gobierno de Navarra celebrará el homenaje a los Reyes y Reinas de Navarra el próximo domingo, 3 de julio, mediante un acto de carácter civil ante el mausoleo real situado en el Monasterio de Leyre, acto éste que se completará con actividades de carácter artístico y social dirigidas a toda la ciudadanía.

Así lo ha aprobado el Ejecutivo foral en su sesión de hoy, miércoles. En ella ha acordado, igualmente, solicitar al Ayuntamiento de Pamplona autorización para erigir un monolito en honor al Reino de Navarra ante la fachada del Archivo Real y General de Navarra y proponer que el espacio ajardinado situado al oeste del edificio se denomine oficialmente “Jardines del Reino de Navarra/Nafarroako Erresumaren Lorategiak”.Homenaje a los Reyes y ReinasEn lo que se refiere al Homenaje a los Reyes y Reinas, el Gobierno foral recuerda que se trata de un acto tradicional que vienen celebrando lasinstituciones navarras desde hace más de cuarenta años ante el mausoleo con los restos de las y los primeros monarcas, que se conserva en la iglesia de San Salvador de Leyre. En 1990, tras la creación del Premio Príncipe de Viana de la Cultura, este acto anual se hizo coincidir con la entrega del galardón. Desde 1993 los actos fueron presididos por el Príncipe de Asturias y de Viana.

El Ejecutivo foral quiere mantener el homenaje con carácter anual, pero concebido como un acto civil y abierto al público y, al mismo tiempo, recuperar los elementos festivos que tuvo en sus inicios.El acto tendrá lugar un día festivo de comienzo del verano -este año el próximo día 3 de julio-, a continuación de la ceremonia religiosa que la comunidad benedictina del monasterio organiza habitualmente con motivo de la festividad. Consistirá en una ofrenda floral ante el mausoleo de las y los primeros monarcas y el ofrecimiento de un donativo en señal de gratitud a la comunidad benedictina por la custodia del mausoleo. El homenaje estará acompañado de actuaciones corales y de órgano y, a su término, se ha previsto la actuación de un grupo de danzas y un aperitivo popular en el exterior del templo.

Desde 1973

En 1973, se estableció la costumbre de que los representantes institucionales de Navarra acudieran anualmente al monasterio de San Salvador de Leyre para tributar, con su asistencia a una misa de funeral, un homenaje a los reyes y reinas del antiguo Reino de Navarra, depositando, ante el mausoleo del los primeros monarcas del Reino de Pamplona, una corona de flores y entregando al monasterio un donativo en agradecimiento a la custodia que de los restos reales realiza la comunidad benedictina. Esta fiesta nació con un marcado acento ciudadano, ya que junto a la representación institucional acudían varios cientos de personas.

En 1982, la Diputación Foral decidió establecer la celebración del Día de Navarra, asociándolo a esta celebración. Así se celebró en los dos años siguientes, hasta que en 1985 el Día de Navarra quedó establecido por Ley foral en el 3 de diciembre, aniversario de la muerte y festividad de san Francisco Javier.

En 1990, con motivo del 50 aniversario de la Institución Príncipe de Viana, órgano cultural del autogobierno de Navarra, se creó el Premio Príncipe de Viana de la Cultura, que se concede anualmente por el Gobierno a propuesta del Consejo Navarro de Cultura, y se decidió que su entrega se realizara en el monasterio de San Salvador de Leyre, coincidiendo con el Homenaje a los Reyes de Navarra. Entre 1993 y 2015, el Príncipe de Asturias y de Viana ha entregado el premio y ha presidido el Homenaje a los Reyes.

Monolito ante el Archivo General

Asimismo, el Gobierno de Navarra ha aprobado en su sesión de hoy un acuerdo por el que solicita al Ayuntamiento de Pamplona autorización para erigir un monolito, en la calle Dos de Mayo, ante la fachada del Archivo Real y General de Navarra y propone que el espacio ajardinado situado al oeste del edificio sea denominado oficialmente “Jardines del Reino de Navarra/Nafarroako Erresumaren Lorategiak”. Con ello, el Ejecutivo foral quiere evocar la historia del Reino de Navarra y disponer de un lugar de memoria para homenajear a quienes forjaron y mantuvieron el Reino a lo largo de los siglos.

El Gobierno ha elegido esta ubicación por el gran significado histórico de la actual sede del Archivo, asentado en lo que fue el Palacio Real de Pamplona.

El monolito se inaugurará el 3 de diciembre, con motivo del Día de Navarra. Estará realizada en piedra y contendrá un escudo histórico de Navarra procedente del Libro de Armas del Reino de Navarra de 1575 y la siguiente leyenda, expresada en castellano, euskera, francés e inglés:

“RECONOCIMIENTO AL REINO DE NAVARRA

En este simbólico lugar, junto a los muros del que fuera palacio de los reyes de Navarra en Pamplona, hoy Archivo Real y General que conserva la rica documentación del pasado, evocamos la historia viva de un pueblo abierto, dinámico y plural y rendimos homenaje a quienes forjaron y mantuvieron, a lo largo de los siglos, el Reino de Navarra.

Paralelamente, tal como se ha indicado, ha propuesto al Ayuntamiento de Pamplona que la zona ajardinada situada al oeste del edificio, que actualmente no cuenta con un nombre específico, tome la denominación de “Jardines del Reino de Navarra/Nafarroako Erresumaren Lorategiak”.

Diario de Noticias, 3 de diciembre de 2016


 

El encanto de Madrid

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Jose Mari Esparza Zabalegi. Siempre fuimos un país chiquito. O los vecinos fueron más grandes. Tuvimos un Estado chico, progre en aquella sazón, pero vinieron unos abusones con más bulas, picas y arcabuces y, como decía Alesón, “nos borraron del catálogo de las naciones”. Tras los tercios del duque de Alba trajeron la Inquisición y las mazmorras de Logroño fueron la primera dispersión para los vascos heréticos.

Unos quedaron yertos en Noain o Amaiur, otros fueron al exilio a conspirar y otros, medio esclavos, levantaron para los conquistadores la Ciudadela de Pamplona. Los más prácticos transaron. Donde no se puede segar, se espiga. La bella Universidad de Salamanca, en encanto de la Corte… comenzaron a hacernos españoles. El miedo español a la secesión vasconavarra aflojó los dogales, y pudimos mantener los Fueros durante 300 años gracias a tres sustentos: unos se llevaban bien con Madrid, otros seguían amagando con Francia y todos defendían la casa política común, los fueros, usos y costumbres.

Los vasconavarros demostraron que, incluso con retales de la independencia, sabían levantar una sociedad más próspera y menos tétrica que sus dominadores meridionales. El genio creativo y trabajador del país siempre reflotaba. No hay un solo viajero que cruzara Euskal Herria entre el siglo XVI y el XIX que no se admirara de su progreso y de su progresía; de su igualitarismo; de su sentido de la independencia. Los Fueros eran ejemplo para la Europa que quería salir del absolutismo. Los vascos, ejemplo de democracia para Rousseau, John Adams, Víctor Hugo, Mérimée, ¡tantos!

Éramos las provincias forales. Exentas. Gemelas. Libres. Estábamos más cerca de Francia que de Madrid y el miedo al secesionismo guardaba la viña. Hasta nos trocaron por la isla Santo Domingo cuando casi nos marchábamos en 1795.

Tras la Revolución Francesa, París se metió Iparralde en el bolsillo con la zanahoria de la fraternité y el palo de las deportaciones. Al sur de los Pirineos también se partió el alma del país. Unos querían mantener los Fueros dentro una España constitucional. Otros dejarlos igual. Todos perdieron: las fronteras del Ebro, las Cortes, las quintas, los comunales, todo fue parejo. Unidad constitucional y punto: unas solas Cortes, una sola Ley, un solo Gobierno. Hoy liberal, mañana conservador, quizás pasado mañana federal. Pero siempre español. Un mismo imperio, un Ejército, una escuela, una Iglesia, una Guardia Civil. ¿Fueros? Aldeanadas.

Cuando ya no hubo fusiles que defendieran la foralidad vasconavarra vino el momento de la reflexión. Muchos dejaron de mirar a Madrid: ya vale de blancos y negros nos dijo Campión. Había que hacer país, votar país. Ya bastaba de tribunos castellanos que nos vendían humo y se llevaban la leña. “Esta es nuestra patria”, dijo a su vez un controvertido vizcaíno que además miraba largo: “Y aquella es la patria de los tagalos, y aquella de los cubanos y aquella otra de los rifeños”. ¿Por qué seguir apostando por un imperio español, retrógado, opresor, militaruno, que imponía hasta los maestros en un país que siempre tuvo menos analfabetos que su opresor? Pero seguíamos siendo chiquitos. No teníamos la fuerza violenta y centrífuga que precisa el parto de las naciones. Ni armas estratégicas. Ni distancias ultramarinas. Y de nuevo caímos en los encantos de la metrópoli, en las carantoñas de nuestro antiguo violador. Además, la República nos traería la autonomía, el socialismo, la democracia. Entonces sí que podríamos ser españoles sin que nos diera asco. Y España, la verdadera, la eterna, nos llenó el campo de fosas.

Hace medio siglo, en pleno franquismo, los vascos se reinventaron. Mezclaron la tradición patriótica del país con la marea planetaria que desde 1917 paría revoluciones socialistas en todo el mundo. Matalas, Saseta y Guevara eran próceres del mismo sueño libertario. Y Argala su profeta. El lauburu se fundió con la estrella roja y la España oprimida tuvo en el independentismo vasco su principal aliado. Euskal Herria, martillo del fascismo: Burgos, Txiki y Otaegi, Carrero… Sin mirar a Madrid fuimos organizando un país, o la mayor parte del mismo. Había que lograr una mayoría sindical, una hegemonía soberanista, una estructura educativa, unos medios de comunicación propios, un movimiento popular autóctono… Cuanto más voto abertzale, menos fascismo, más libertad. Si en el siglo XIX la Vasconia foral había sido ejemplo para la España federal, el modelo vasco rupturista podía ser modelo para la España democrática. Y de hecho, hubo café autonómico hasta para quienes nunca lo soñaron.

Pero Euskal Herria seguía siendo chiquita y España una y grande. Y cuando parecía que este país dejaría de votar a Madrid, vino el felipismo sacando conejos de la chistera: OTAN no, autodeterminación, socialismo… Luego, les bastó convertir Andalucía en un pesebre para uncirnos de nuevo a su yugo electoral.

Treinta años después, habíamos conseguido que la izquierda y la derecha española fueran minoría en nuestro país. Un triunfo histórico, aunque desde Madrid continuaran tratándonos como una colonia: ¿tenéis autonomía fiscal? Pues os convertimos en el territorio con las menores inversiones del Estado. ¿Elaboráis leyes progresistas? Pues os vetamos hasta la del auzalán. ¿Los abertzales avanzan en Navarra? Pues os quitamos los cuatro canales de televisión vasca, para que sepáis quién manda aquí.

Y en este momento, cuando los catalanes nos iban enseñando la puerta de salida de un Estado en bancarrota, es cuando salen de nuevo los ilusionistas de la chistera a convencernos de que votando a Madrid podemos solucionar nuestros problemas. Y para doblegarnos ya no envían batallones (que ahí siguen, amenazantes), sino que entran en nuestros hogares, arrasando de manera obscena y tóxica, por poderosos canales de televisión en los que vascos y catalanes ni existimos. Calvo Sotelo hoy estaría feliz: antes una España morada o roja, que rota.

Por suerte, los nuevos felipistas parece que vienen con ciclos más cortos. Cada vez que abren la boca enseñan un poco más su patita española, su patria, su bandera. Y su izquierdismo de plató acabará en cuanto el dueño del local les apague las luces. Al tiempo.

Pero ahora Madrid es de nuevo la capital encantadora de Euskal Herria y no queda otro remedio que aguantar esta nueva bochornera carpetovetónica. Ya pasará, como pasaron, salva sea la comparanza, las huestes de Cisneros, el caballo de Espartero, el bigote de Franco, los cigarros de Carrillo y los tahúres del Señor X. Una etapa más antes de conseguir que nadie en Madrid, sea blanco, morado o rojo, decida sobre este país, tan chiquito cuan insumiso y libre.