Archivo del año: 2015

1522. Navarros contra Amaiur

peio_monteano

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Peio J. Monteano.
En los últimos años historiadores y arqueólogos vamos completando nuestro conocimiento de los hechos que llevaron a la toma del castillo de Amaiur el 19 de julio de 1522 tras la heroica resistencia de un puñado de navarros legitimistas. Unos hechos que, desde muy antiguo, han sido uno de los hitos de la historiografía nacional navarra, pero que aún hoy están rodeados de inexactitudes históricas que sustentan apasionadas interpretaciones, más ancladas en la política actual que en la Navarra del siglo XVI. Desde un lado, se resisten a admitir que la unión a España fue impuesta por las armas. Desde el otro, que en ese proceso se imbrica, junto a una guerra internacional entre España y Francia, una fractura entre los propios navarros.

El error de Esarte

Uno de los aspectos que más postillas levanta es, sin duda, el que en la toma de Amaiur hubiera muchos más navarros entre los atacantes que entre los defensores. Esarte pone en duda, no sólo que los navarros estuvieran divididos en dos parcialidades -agramonteses y beamonteses- sino la colaboración de tropas navarras en la toma del castillo. Para ello se basa en un documento que relaciona unidades castellanas que suman más de seis mil soldados. La lista consta por partida doble en el Archivo Real y General de Navarra (AGN) y en el de Simancas, pero en ambos casos no tiene fecha. Idoate, muy prudente, se curó de datarlo “circa 1522”, pero Esarte, aunque no justifica por qué, lo convierte en el recuento del ejército que atacó Amaiur en julio de ese año y en la prueba palpable de que en él no hubo tropas navarras.

Tengo que decir que, una vez más, Esarte se equivoca. La documentación del AGN y de Simancas, en especial los registros de cuentas, las nóminas de soldados y las libranzas de pago (que pueden consultarse en Internet y que sí cuentan con fecha) prueban que, sin lugar a dudas, esa relación es casi un año anterior a la toma del castillo. En realidad corresponde al pago de las tropas que estuvieron en Navarra entre septiembre y noviembre de 1521 para oponerse a la contraofensiva franco-navarra que pretendía recuperar Pamplona. El hecho de que esa relación incluya los casi dos mil hombres de las milicias municipales castellanas (licenciadas en noviembre de 1521 y que no participaron en la toma de Amaiur) es ya un indicio que debió haber alertado a Esarte de su error.

Navarros beamonteses, navarros agramonteses

Tampoco hay dudas sobre la considerable participación de tropas navarras en la ofensiva que culminó con la toma de Amaiur. La misma correspondencia capturada a sus defensores tras la rendición, las llamadas cartas de Maya, así lo atestigua. En concreto, la carta con la que el 11 de julio de 1522 el notario Agerre, de Etxalar, informaba a los legitimistas de la llegada del ejército sitiador evita que tengamos que elucubrar sobre este tema. Esta carta puede consultarse también en Internet. Así, describiendo el ejército que se le echaban encima a Velaz de Medrano asegura: “Y tienen gran fama de gente, pero es lo cierto que no hay sino bien pocos castellanos, sino lo que en Navarra los beamonteses han podido coger. Es verdad que en todo el reino hay mandamientos del Gobernador para levantar gente, pero no puede sacar de los agramonteses sino algunos por fuerza en la Cuenca de Pamplona”. Es decir, a pesar de que se dice que el virrey español viene con un gran ejército, lo cierto es que vienen muy pocos castellanos. La mayoría son tropas reclutadas por los nobles de la parcialidad del conde de Lerín y algunos agramonteses obligados a participar en la ofensiva. Y por documentación recientemente aparecida en el AGN, conocemos con todo detalle este reclutamiento.

La evaluación concreta de las tropas castellanas nos las da el propio virrey en una carta conservada en Simancas. Al pedir a Carlos V que le envíe dinero para pagar a su ejército, lo cifra con precisión: 1.500 soldados de infantería, 400 hombres de armas (caballería pesada) y 200 jinetes (caballería ligera). Y respecto a las tropas navarras añade que tampoco puede pagarlas: “Y de la otra gente de la tierra no hay de qué hacer dinero”. Habían sido reclutadas siguiendo el tradicional sistema foral y debían ser pagadas a partir del tercer día. Por todo ello, conocemos con precisión los contingentes navarros incorporados progresivamente desde el 5 de julio. De millar de soldados aportados por la merindad de Pamplona destacan los de algunas cendeas de la Cuenca (148 soldados), Larraun-Araitz-Leitzaran (138) y Sakana (108). De la de Sangüesa acudieron otro millar, destacando las milicias de Roncal (250), Longida-Aoiz (185) y Sangüesa (177) Estella y Olite aportaron contingentes mucho más pequeños y Tudela apenas 23 escuderos. Según la contabilidad castellana, se libraron a los capitanes navarros casi 700.000 maravedíes, lo que permite cifrar el contingente en 2.300-2.500 soldados. Es más, gracias a los poderes notariales que los milicianos otorgaron para gestionar su cobro, sabemos los nombres y apellidos concretos de los casi 700 que integraron las milicias de Roncal, Leitzarán, Valdizarbe y Sakana.

Los historiadores no podemos tomarnos las licencias que utilizan los escritores de novela histórica a la hora de moldear su obra. Debemos ser muy rigurosos en la crítica y tratamiento de toda la documentación disponible. Y en cuanto a las interpretaciones, siempre respetables, debemos cuidarnos de caer en relatos de buenos y malos, y de cometer la injusticia de juzgar a la gente sacándola del tiempo que le tocó vivir.

 

Las tropas de Castilla que tomaron Amaiur

pedro esarte
pedro esarte



Pedro Esarte Muniain. A sabiendas o por desconocimiento se ha venido dando pábulo a la existencia en Navarra de dos sociedades enfrentadas, e incursas en una denominada guerra civil durante 100 años, que sería una razón que justificaría la intervención de Castilla a favor de uno de los bandos, que culminaría con la ocupación de 1512. El asunto es tanto más destacable, por cuanto se basa en una falsedad interesada, dando valor de hechos veraces a simples conjeturas que mantienen quienes yerran, mienten, falsean o simplemente desconocen los hechos. Lo que no es baladí por cuando se implican gentes con titulaciones académicas que desarrollan su actividad en la enseñanza o en cargos de responsabilidad pública.

Esta situación se acrecentó en tiempo de la dictadura y se desarrolló por los gobiernos posteriores, como aplicación de una política de adoctrinamiento que ha llegado al presente institucionalizada, con rango de normalidad en todos los ámbitos educativos.

Así, es posible leer un reportaje en DIARIO DE NOTICIAS de 18 de agosto (Mirarte p. 59), reportaje de Iñaki Mendizabal, que pone en boca de Aitor Pescador que “resta hombres a la soldadesca castellana, que en ocasiones ha sido inflada hasta los 10.000 efectivos”, y basa su opinión en cifras de Peio Monteano: “Monteano habla de 600 jinetes acorazados y unos 4.000 infantes, de ellos 1.500 castellanos y 2.500 navarros beamonteses…”. Es decir, que de un total de 4.600 efectivos, 2.500 serían “navarros beamonteses”. Mi sorpresa al leerlo fue grande, si tenemos en cuenta que las cifras que detallé en mi libro sobre la conquista fueron obtenidas documentalmente, capitanía por capitanía, sumando unos 6.200 soldados regulares castellanos, de cuota y armas, además de los 360 gentiles hombres de la guardia propia del virrey conde de Miranda, cuya suma supera los 1.500 que el periodista atribuye a Monteano y Pescador. Documentación que cita las compañías castellanas estacionadas en Navarra (Idoate contabiliza unos 6.200 soldados), como las de Juan de Tovar, el conde de Alba de Liste, de Meneses de Bobadilla, del conde de Cifuentes, de Hernando Enríquez, Pero Vélez, Diego Hurtado, Luis Herrera y Gómez de Agraz. Además de la caballería (unos 1.088 hombres), la infantería vieja (entre otros Pizarro), las tropas de las fortalezas de Estella e Irun. O la infantería nueva (otros 1.141 hombres). Más las gentes de la fortaleza de Pamplona, aportadas por Castilla (unos 1.803 soldados) distribuidos entre veinte capitanías.

A ellos se suman navarros como capitanes de compañías bajo el mando castellano (ya para el año 1513 juraron como capitanes de Castilla “al estilo de España” Góngora, Donamaría y Esparza) conformando sus mandos con soldados de cuota, todos bajo la obediencia al virrey castellano. Finalizan las tropas estacionadas en Navarra con las dieciocho compañías que participaron desde la retaguardia. Todas compañías estables y llegadas desde Logroño, Aragón o Gipuzkoa.

¿De dónde salen los beamonteses navarros?

En cuanto a los 2.500 beamonteses, he de decir que no existieron. Hay tres personajes, Ursua, Iturbide y Echaide (se les cita como “gente que está hecha por conducta del reino”), de quienes se esperaba que aportaran 100 hombres cada uno. Sin embargo, el capitán Ursua (de quien se dice era “aficionado a Castilla”) solo llegó a juntar una veintena de parientes y allegados que se dedicaron a hacer tareas de espías; Iturbide solo anduvo en correrías y saqueos con una quincena de parientes suyos y lacayos, y de Echaide no se conoce que siquiera llegara a juntar hombres para la campaña. Los supuestos 2.500 beamonteses hay que bajarlos a cero. Hay dos capitanías de los Beaumont, pero se constataron como compañías de obediencia al virrey y servicio armado al estilo de España, e incluso estaban nutridas con gentes foráneas.

¿Qué hicieron los navarros?

Quedaría, pues, relatar la forma en que fueron reclutados los navarros y a qué se dedicaron. El virrey hizo llamada al servicio obligatoria, conforme correspondía hacer al reino. Se llamó a todos los señores para que acudieran con sus lacayos, y a los pueblos para que alistaran a los vecinos al servicio obligado al reino de tres días a su costa, con la promesa de que los demás días se les pagaría. Tras ese procedimiento, ¿cómo separar entre los vecinos obligados, los agramonteses de los beamonteses? En cuanto a los lacayos de los señores llamados (de obligada asistencia también), quedó constancia de que fueron dedicados al acarreo y arrastre de la artillería, vituallas, abastecimientos y útiles necesarios, pues hay que tener en cuenta que los, cuando menos, 6.560 soldados necesitaban el apoyo logístico del acarreo, tarea que se encomendó a los navarros llamados a acudir como obligación de servir al reino. No hay un solo dato de que se armara a esos vecinos, ni que se de noticia de algún acto heroico de ningún navarro, cuando al ocupante le hubiera gustado resaltarlo. Tenemos también una lista de 5 docenas de heridos que se halla en Simancas, que fueron atendidos después de concluida la toma de la fortaleza de Amaiur en el hospital de campaña instalado, sin que haya navarro alguno entre los nombres de ellos.

Esta es pues una síntesis del paso de las tropas castellanas por Amaiur, y de la forma que asistieron los navarros que fueron obligados por los ocupantes, sin que haya cita ni referencia alguna de que participaran en combate. Y es que la existencia de beamonteses y agramonteses no está documentada por datos de la época, ni por autores coetáneos, ni consta en los archivos de Castilla, Aragón y Navarra correspondientes a los siglos XV y XVI. Ni era el sistema de diferentes obediencias, la que distinguía a la forma de regir a los Trastámara. Pero de eso hablaremos otro día.