Archivo del mes: junio 2015
Manuscrito en Euskera del Alcaide de Olite / Erriberri
El estudio de unas frases en euskera manuscritas en los márgenes de un libro que a principios del s. XVI perteneció, con casi toda probabilidad, al conde Ezpeleta de Beire, alcaide del castillo de Olite/Erriberri, ha llamado la atención del catedrático de lingüística y profesor de la universidad de Texas San Antonio (EE.UU.) Francisco A. Marcos-Marín, al que el manual navarro le llegó desde Argentina. El anuario de un seminario de filología vasca de la UPV se ha hecho eco recientemente del hallazgo porque, de ser fehaciente, rompe tantos mitos que merece la pena pararse a pensar que testimonia la presencia escrita del euskera en la navarra media en una época muy temprana y, además, de puño y letra de la nobleza de mayor abolengo, un prueba de que la lengua no solo era empleada verbalmente por el vulgo.
Del portal de revistas digitales de la Universidad del País Vasco (UPV) cuelga el anuario del seminario internacional de Lingüística y Filología Vasca “Julio de Urquijo” en que el investigador Marcos-Martín, miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua y de la Academia Argentina de las Letras, firma su estudio sobre “Un texto informal vasco manuscrito en un impreso de 1505” que hace referencia a la familia cuyo titular era señor de Beire y San Martín de Unx, merino mayor y alcaide de Olite y conde de Ezpeleta. Una aristocracia que entroncaba con la mismísima monarquía navarra, con el rey Carlos II (1332 – 1387) y su bastardo Leonel, lo que le permitió durante 200 años ocupar asiento en el brazo de la nobleza de las Cortes del Viejo Reyno.
El estudio recuerda que el patrimonio de los Ezpeletas, y su biblioteca con él, se deshizo en 1895. La congregación religiosa de los Padres Blancos compró la casa palacio, que actualmente es el albergue de Beire. Por entonces debió producirse la adquisición del libro titulado “Las Trescientas”, en el que, en un margen, hay escritas a pluma varias palabras claramente en euskera, que podrían ser el borrador de una invitación a una ceremonia familiar, según los expertos. Resulta, también, que el conjunto de libros fue adquirido por el estudioso francés Raymond Foulché-Delbosc que los revendió a la Biblioteca Nacional de la República Argentina.
“Es el único ejemplar con el sello del Conde de Ezpeleta que figura en la colección de Buenos Aires… donde ha sido posible recuperar y descifrar este texto en vasco, junto con toda una posible historia de un libro de una familia” agramontesa, defensora de los últimos reyes Juan y Catalina en la invasión castellana de 1512 y, además, enlazada con la también saga legitimistas Jaso Azpilicueta a través del matrimonio de Ana, hermana de san Francisco de Javier, con el conde de Beire.
Marcos-Marín, que también ha sido catedrático en la Universidad Autónoma de Madrid y profesor en La Sapienza de Roma, precisa que el libro que contiene las frases está impreso en Granada en 1505 y que de él interesan especialmente “tres líneas del vuelto de la portada, escritas en vasco” con letra del siglo XVI, “por lo que podrías ser del primer o uno de los primeros propietarios del impreso”.
El texto es el siguiente:
Mutila nescatoa andrea gisona mutil chaperuge // antonjo gandaygu suquetanjque gandaygu // armosadu meryendadu // [zue] //
(mutila, neskatoa, andrea, gizona, mutil txaperuge Antonio, jan daigu [n] suk eta nik jan [¿edan?] daigu [n] armosadu merindadu // [zue]
El mozo, la moza, la mujer, el hombre, mozo sin boina // Antonio, comamos vos y yo, comamos [¿bebamos?], // almorcemos, merendemos // [vosotros ?]
Según el investigador, el manuscrito puede ser una prueba, “quizás del borrador de una invitación a una boda, en la que mutila, nescatoa, es decir, los jóvenes, se habrían convertido socialmente en andrea, gizona, algo así como los novios, ya mujer y marido”. El texto, “sin duda escrito en euskera occidental”, fue también analizado por expertos como el ujuetarra Patxi Salaberri, de la academia vasca Euskaltzaindia.
El testimonio, continúa Marcos-Marín, es de importante valor porque fragmentos con más de cinco palabras escritas en euskera “son escasísimos hasta el siglo XVI” y más por su localización en el centro-sur de Navarra. El autor recuerda que un documento de 1587 conservado en el seminario de Vitoria/Gasteiz incluye que, por ejemplo, San Martín de Unx todavía era euskaldun pero Beire, del que se segregó administrativamente, no. “El texto objeto de comentario parece corroborar que a principios del siglo XVI, cuando se escribió, la zona seguía teniendo presencia y uso de la lengua vasca, si bien, a juzgar por el mismo texto, ya marginal”, opina el autor.
La saga de los Ezpeletas fue larga y se espació por toda la merindad. En Olite, donde eran por título guardianes del Castillo, llegaron a tener en esta época palacios y fueron hasta en tres ocasiones alcaldes de la localidad. Hace once años el estudioso Ángel Jiménez Biurrun descubrió un importante documento sobre la pervivencia del euskera en Olite que, además, estaba relacionado con la familia Ezpeleta.
Un legajo de 1574 hallado en el Archivo de Protocolos daba cuenta de una multa puesta por las autoridades locales precisamente contra el criado del noble Pedro Ezpeleta Nabarra, un tal Beltrán Gárriz que, sin permiso municipal, pregonó “en bascuence” en plena Plaza los tratos con unas yeguas de su señor, anuncio que tenía que hacer a través de un empleado del concejo y por ello fue sancionado.
El auto del notario Sebastián Marzán “contra don Pedro de Ezpeleta, mayor, y los de su casa y criados” revelaba que, a penas 50 años después de la conquista de Navarra, la antigua lengua vascona estaba viva en la Plaza de Olite, foro donde se reunía en vecindario para cerrar sus negocios.
La denuncia decía así: “En la villa de Olit, a los doce días del mes de junio de mil quinientos setenta y cuatro. Estando juntados en el ayuntamiento los señores Alcalde y regidores donde se hallaron presentes Juan de Basurto, Alcalde, Juan de Mauleón, Pedro Ripalda y Francisco de Miguel, regidores. Por el dicho alcalde fue propuesto que, ayer viernes, que se encontraba once días del mes de junio, un criado de don Pedro de Ezpeleta que guarda la yeguas que andan en el guazán, llamado Beltran de Garriz, llegó a la plaza y se subió encima del tablero de la casa de Juan de Irigoyen que tenía en la plaza, y en bascuence pregonando dijo que todos los que tenía yeguas en el guazán de la casa de don Pedro de Ezpeleta fuesen por ellas, que estaban en el corral, y viesen si aquello era contra la autoridad de la villa y proveyesen lo que más conveniese, lo cual, enterados por el dicho Regimiento y platicando sobre ellos, atendiendo y considerando que la dicha villa tiene personas que hacen aquel oficio, y de que ningún vecino particular ni otro haga cosa semejante como aquella porque es perjuicio de la dicha villa y su autoridad, se proveyó y mandó que se notificara a don Pedro de Ezpeleta, mayor, que otra vez ningún criado de su casa por su mandato ni de otra manera mande hacer ni haga semejantes pregones ….”
Pamplona, 24 de junio, un paseo por la ciudad
Juan Javier Iturralde. Día de San Juan, mañana agradable y todavía no muy calurosa, decido dar un pequeño paseo por Casco Viejo de Iruñea y me acerco por la calle del Redín hasta el rincón del Caballo Blanco y los miradores situados en el Baluarte del Redín.
Al subir la cuesta observo a la derecha ya la típica caseta roja grande de los WC que se instalan para Sanfermines, no le doy mucha importancia. Observo el paisaje a la izquierda buscando la imagen del monte Ezkaba y resto de montes que circundan la ciudad. Veo que ya están puestas las vallas metálicas que se ponen para evitar caídas desde las murallas… llego a la zona de los miradores y observo que la zona de acceso a los mismos ya está también vallada hasta prácticamente el pequeño edificio que existe en el lugar, dejando libre sólo un pequeño acceso a los mismos.
Por otra parte en la plaza del Castillo ya están retirados los bancos de la plaza en la parte que sale a Carlos III, seguramente para dejar sitio para los macro escenarios de conciertos presanfermineros y sanfermineros…
Entonces surge un pensamiento, ¡si faltan 12 días para el inicio de las fiestas!
Y un recuerdo, a primeros de junio ya estaban iniciando el vallado de los parterres, jardines y setos del parque de la Taconera. Y lo mismo ocurre en otras zonas y parques de Iruñea como la Vuelta del Castillo.
Sigo el recorrido por el Casco Viejo y por la calle Mayor llego a la Taconera, ya está completamente vallada toda la zona de jardines desde la calle del Bosquecillo hasta el monumento a Gayarre, supongo que la parte posterior también. Asimismo están instaladas las casetas de WC.
Me viene a la memoria un encuentro hace unos años con un matrimonio catalán y su hijo, con un mapa de la ciudad en la mano, aproximadamente por estas fechas, y su sorpresa por encontrarse unos jardines tan hermosos vallados, les recordé que pronto llegaban los Sanfermines… me acuerdo de su incredulidad ante el hecho, faltaban unos quince días, y también que la celebración festiva pudiera suponer una necesidad de cierre o vallado de jardines.
Y esto me lleva a una reflexión que pienso es compartida por muchos habitantes de Pamplona. Esta preparación es presentada como una medida de previsión y un ejemplo de eficacia, y es verdad que no se pueden dejar todas las cosas para los últimos días, pero surge la duda de si el tener que tomar estas medidas y con un plazo de tiempo tan anticipado no nos debiera llevar a cuestionar lo que está suponiendo la evolución de los Sanfermines, para los pamploneses y la ciudad en sí misma.
Está muy extendido que al llegar estas fechas surjan unos sentimientos cada vez más contradictorios entre muchos habitantes de la ciudad, que al mismo tiempo que las esperan con ansia, cada vez hay una preocupación más intensa de que las mismas se nos están escapando de las manos, como siendo sometidas a otros intereses más allá de los meramente relativos al conjunto de la ciudad, siendo objeto de una promoción y comercialización excesiva para el bien general, aunque pueda generar unos beneficios a determinados sectores.
El modelo festivo que se visualiza en el exterior ya desde el acto del chupinazo provoca masificación, suciedad, exceso de ruido, y el malestar de gran parte de los habitantes de Pamplona y especialmente de sus sufridores residentes en el Casco Viejo y zonas colindantes y un éxodo muy numeroso de ciudadanos, no sólo debido a motivos de edad o económicos, sino de incomodidad con esta situación.
Está claro que en la vida todo tiene su medida, y Pamplona y sus fiestas también. Ha llegado el momento de recuperar las fiestas en su sentido más popular y atractivo, labor esta en la que deben participar el Ayuntamiento y las asociaciones y organismos de Pamplona de forma abierta y participativa.