



El libro, editado por Pamiela, fue presentado ayer por sus coordinadores y el vicerrector de Investigación de la UPNA, Alfonso Carlosena. Aparte de las ponencias de Madariaga y Adot, la obra incluye las ponencias de Andrés Urrutia, presidente de Euskaltzaindia; Iñigo Urrutia, profesor de la UPV-EUH; Imanol Trebiño, bibliotecario de dicha universidad; Joseba Intxausti, de Euskaltzaindia; Roldán Jimeno, profesor de la UPNA; Eneritz Zabaleta, profesor de la Université de Pau et des Pays de l’Adour; y Xabier Irujo, del Center for Basques Studies, de la Universidad de Nevada (Reno). “La obra surge de la inquietud de un sector de los historiadores, juristas y sociolingüistas por conocer el papel del euskera en el mundo de las instituciones a lo largo de la historia. Tres de los trabajos descansan más en el ámbito jurídico y el resto son más históricos”, señaló.
Este profesor recordó cómo a lo largo de la historia “la dominación social se ha ejercido, entre otros mecanismos, a través del control y uso de determinadas lenguas” y añadió que, aunque las instituciones optaron por oficializar el castellano, el francés, el latín o incluso el occitano para su funcionamiento, “el euskera logró tener alguna presencia ellas”. En este sentido, Madariaga enumeró algunos ejemplos como el Consejo Real de Navarra, la Chancillería Real de la Baja Navarra, las Juntas generales de Bizkaia o algunos concejos y ayuntamientos. En concreto, en la Baja Navarra, según destacó Álvaro Adot, profesor de la Université de Pau et des Pays de l’Adour y cuya ponencia se centra en ese territorio, “en el siglo XVI para ser consejero o procurador del Consejo Real era obligatorio el conocimiento del euskera. Los reyes Enrique II y Juana III de Albret decían que el euskera era la lengua del país, de la nación sin ser lengua oficial. En ese siglo XVI la importancia del euskera en Baja Navarra fue total”.
En la Alta Navarra, por contra, la Administración se desarrolla principalmente en castellano (ni siquiera en romance navarro), cuando no era la lengua del pueblo. De ahí que como en los siglos XVI, XVII y XVIII “la población, de Tafalla para arriba, era mayoritariamente euskalduna y monolingüe”, el papel de los mediadores, generalmente sacerdotes, fue fundamental. “Cuando se publicaba un bando de obligado cumplimiento se hacía solo en castellano y era el cura quien se encargaba de traducirlo y comunicarlo al pueblo en la misa del domingo”, recordó Madariaga, quien señaló que “entre el siglo XVI y XVIII la pérdida del euskera no es muy importante ni a nivel de la población (5-10%) ni de las instituciones. La bajada comenzó a partir de 1830, con la primera guerra carlista”.
Para finalizar, este historiador remarcó que “se da la paradoja de que en el siglo XVII, en Navarra el 60-70% de la población era euskalduna y la presencia del euskera en las instituciones era nula. Ahora, los euskaldunes están en torno al 20%, y la institucionalización del euskera es mínima. Algunas, como el Parlamento hay algunos logros (el boletín es bilingüe, se pueden expresar en euskera) y en otras instituciones se han dado pasos importantes”.
Diario de Noticias , 6 de Febrero de 2015
Tomás Urzainqui Mina. El cambio de significado del nombre de Navarra ha sido siempre la obsesión de los conquistadores, del pasado y de hoy. Por futuro, se entiende, el momento en el que por la voluntad ciudadana se producirá la recuperación de los derechos y libertades de esta sociedad que ahora padece la conquista continua. Las nuevas tecnologías van a ayudarnos a ver -al igual que en otros muchos campos- lo que hasta ahora resultaba confuso en el tema de los nombres de Navarra y Euskal Herria. Así, tras hacer unas sencillas consultas en Google, descubrimos que la voz Navarra con 99.600.000 veces citada, tiene una presencia en Internet homologable a otras realidades políticas, ciertamente estatales -aunque todavía sigan negadas- como Catalunya y Scotland, que respectivamente se cuantifican en 97.200.000 y 386.000.000 de veces citadas cada una de ellas. Número de citas que normalmente, como veremos, quedan por encima de las que alcanzan otras denominaciones de carácter geográfico, comercial, comunitario, regional o autonómico.
Además de la cifra ya mencionada de la versión ortográfica Navarra, la misma también figura como Navarre en 18.700.000 ocasiones, Nabarra en 11.600.000 veces y como Nafarroa 646.000, lo que hace un total de 130.546.000 veces reflejada, incluyéndose en esa cifra tanto las citas de Navarra que pueden estar referidas a la totalidad de la Navarra entera como a las fracciones que en mayor o menor medida tuvieron o conservan el nombre en: la Alta Navarra, la Navarra occidental o marítima, la Baja Navarra, la Navarra gascona y otras. El nombre de Navarra, por ser el de un Estado independiente, está en la mayoría de los archivos y bibliotecas del mundo, en especial en los de la diplomacia y los tratados internacionales de las cancillerías europeas. Si a los casos de Catalunya y Scotland les sumamos sus otras versiones lingüísticas, nos dan respectivamente 193.420.000 y 412.500.000 veces. Centrándonos en el ámbito de nuestra sociedad navarra, continuamente conquistada y dividida, podemos comprobar que las denominaciones de origen étnico, turístico, folclórico, lingüístico o autonómico tienen las siguientes citas: 396.000 Vasconia, 155.000 Gasconha, 187.000 Gascuña, 6.450.000 Gascogne, 5.850.000 Pays Basque, 9.520.000 País Vasco, 14.100.000 Basque Country, 7.910.000 Euskal Herria y 32.500.000 Euskadi.
¿Y qué importancia tiene el nombre de una sociedad? Es la de tener la acreditación universal de que se es una realidad jurídico-política y estatal diferenciada -no solo cultural o etno-linguística- que es conquistada continuadamente por la fuerza de las armas, dividida y privada de su estatalidad, derechos y libertades. El problema está en que ha surgido últimamente en algunos sectores cierta reticencia a reconocer que Euskal Herria Nabarra da, desde el punto de vista estatal independiente y contemporáneo, a pesar de estar conquistada, es decir, jurídico-político, plural, jurisdiccional, territorial, internacional e histórico. La realidad es que la comunidad lingüística, o Euskal Herria, forma parte de Navarra, que es el nombre de la sociedad política estatal propia. No son conceptos contradictorios ni opuestos, sino complementarios. Confundir el diferente significado de ambos nombres, pertenecientes a la misma sociedad, o país, solo favorece a sus enemigos, a los conquistadores continuados que quieren que esta ciudadanía no recupere su libertad, sus derechos y cultura. Tan inexacto sería reemplazar el significado lingüístico de Euskal Herria por Navarra, como el contenido estatal, jurídico-político, de Navarra por Euskal Herria, aunque los dos nombres son absolutamente complementarios y se refieren a la misma gente, país y sociedad.
Un ejemplo de este problema se halla en el affaire surgido con los nuevos carteles que se han puesto en las carreteras, que llevan pintado: Euskal Herria, Basque Country, seis escudos del Zazpiak bat y algunos lugares de interés turístico, con los kilómetros de distancia a los mismos. Esta imagen, con aspecto de promoción turística, ignora lo más importante de la situación actual que padece la sociedad de este país, la de la realidad política de la Navarra entera, conquistada y dividida en provincias por fronteras impuestas. Se va así a sustituir la sociedad navarra conquistada y partida por una representación culturista de la comunidad lingüística. Es una actuación negacionista del sujeto político propio, soberano e independiente, que es la ciudadanía navarra en su totalidad, con su Estado, hoy conquistado y dividido, que abarca a la comunidad lingüística Euskal Herria. Así, los extremos ideológicos sorprendentemente llegan a coincidir en su práctica negacionista, tanto los que cuestionan la euskaldunidad como la estatalidad de Navarra.
Y volviendo al principio, el origen del cambio buscado -por los conquistadores- del significado de Navarra se halla en la conspiración teocrática, urdida contra la misma a mitades del siglo XII, recogida en el siempre de actualidad Codex Calixtinus, donde se dice que non verus, no verdadero -que no tiene legitimidad- es el significado etimológico de navarro. Esta es la práctica, no excepcional, de cierta propaganda cristiana, que ha tenido también en otros casos efectos genocidas, como cuando sostiene que los judíos mataron a Jesucristo. Ésta buscada deslegitimación de Navarra no ha cesado de actuar y hoy surge en el colmo de la incongruencia desde un cierto nacionalismo -reducida su motivación solo a uno de los efectos- el lingüístico, ignorando la causa general que es la continua conquista, alejándose así del justificado y eficaz patriotismo libertador, cívico, plural, participativo y social de la ciudadanía conquistada.