1522. Navarros contra Amaiur

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Peio J. Monteano.
En los últimos años historiadores y arqueólogos vamos completando nuestro conocimiento de los hechos que llevaron a la toma del castillo de Amaiur el 19 de julio de 1522 tras la heroica resistencia de un puñado de navarros legitimistas. Unos hechos que, desde muy antiguo, han sido uno de los hitos de la historiografía nacional navarra, pero que aún hoy están rodeados de inexactitudes históricas que sustentan apasionadas interpretaciones, más ancladas en la política actual que en la Navarra del siglo XVI. Desde un lado, se resisten a admitir que la unión a España fue impuesta por las armas. Desde el otro, que en ese proceso se imbrica, junto a una guerra internacional entre España y Francia, una fractura entre los propios navarros.

El error de Esarte

Uno de los aspectos que más postillas levanta es, sin duda, el que en la toma de Amaiur hubiera muchos más navarros entre los atacantes que entre los defensores. Esarte pone en duda, no sólo que los navarros estuvieran divididos en dos parcialidades -agramonteses y beamonteses- sino la colaboración de tropas navarras en la toma del castillo. Para ello se basa en un documento que relaciona unidades castellanas que suman más de seis mil soldados. La lista consta por partida doble en el Archivo Real y General de Navarra (AGN) y en el de Simancas, pero en ambos casos no tiene fecha. Idoate, muy prudente, se curó de datarlo “circa 1522”, pero Esarte, aunque no justifica por qué, lo convierte en el recuento del ejército que atacó Amaiur en julio de ese año y en la prueba palpable de que en él no hubo tropas navarras.

Tengo que decir que, una vez más, Esarte se equivoca. La documentación del AGN y de Simancas, en especial los registros de cuentas, las nóminas de soldados y las libranzas de pago (que pueden consultarse en Internet y que sí cuentan con fecha) prueban que, sin lugar a dudas, esa relación es casi un año anterior a la toma del castillo. En realidad corresponde al pago de las tropas que estuvieron en Navarra entre septiembre y noviembre de 1521 para oponerse a la contraofensiva franco-navarra que pretendía recuperar Pamplona. El hecho de que esa relación incluya los casi dos mil hombres de las milicias municipales castellanas (licenciadas en noviembre de 1521 y que no participaron en la toma de Amaiur) es ya un indicio que debió haber alertado a Esarte de su error.

Navarros beamonteses, navarros agramonteses

Tampoco hay dudas sobre la considerable participación de tropas navarras en la ofensiva que culminó con la toma de Amaiur. La misma correspondencia capturada a sus defensores tras la rendición, las llamadas cartas de Maya, así lo atestigua. En concreto, la carta con la que el 11 de julio de 1522 el notario Agerre, de Etxalar, informaba a los legitimistas de la llegada del ejército sitiador evita que tengamos que elucubrar sobre este tema. Esta carta puede consultarse también en Internet. Así, describiendo el ejército que se le echaban encima a Velaz de Medrano asegura: “Y tienen gran fama de gente, pero es lo cierto que no hay sino bien pocos castellanos, sino lo que en Navarra los beamonteses han podido coger. Es verdad que en todo el reino hay mandamientos del Gobernador para levantar gente, pero no puede sacar de los agramonteses sino algunos por fuerza en la Cuenca de Pamplona”. Es decir, a pesar de que se dice que el virrey español viene con un gran ejército, lo cierto es que vienen muy pocos castellanos. La mayoría son tropas reclutadas por los nobles de la parcialidad del conde de Lerín y algunos agramonteses obligados a participar en la ofensiva. Y por documentación recientemente aparecida en el AGN, conocemos con todo detalle este reclutamiento.

La evaluación concreta de las tropas castellanas nos las da el propio virrey en una carta conservada en Simancas. Al pedir a Carlos V que le envíe dinero para pagar a su ejército, lo cifra con precisión: 1.500 soldados de infantería, 400 hombres de armas (caballería pesada) y 200 jinetes (caballería ligera). Y respecto a las tropas navarras añade que tampoco puede pagarlas: “Y de la otra gente de la tierra no hay de qué hacer dinero”. Habían sido reclutadas siguiendo el tradicional sistema foral y debían ser pagadas a partir del tercer día. Por todo ello, conocemos con precisión los contingentes navarros incorporados progresivamente desde el 5 de julio. De millar de soldados aportados por la merindad de Pamplona destacan los de algunas cendeas de la Cuenca (148 soldados), Larraun-Araitz-Leitzaran (138) y Sakana (108). De la de Sangüesa acudieron otro millar, destacando las milicias de Roncal (250), Longida-Aoiz (185) y Sangüesa (177) Estella y Olite aportaron contingentes mucho más pequeños y Tudela apenas 23 escuderos. Según la contabilidad castellana, se libraron a los capitanes navarros casi 700.000 maravedíes, lo que permite cifrar el contingente en 2.300-2.500 soldados. Es más, gracias a los poderes notariales que los milicianos otorgaron para gestionar su cobro, sabemos los nombres y apellidos concretos de los casi 700 que integraron las milicias de Roncal, Leitzarán, Valdizarbe y Sakana.

Los historiadores no podemos tomarnos las licencias que utilizan los escritores de novela histórica a la hora de moldear su obra. Debemos ser muy rigurosos en la crítica y tratamiento de toda la documentación disponible. Y en cuanto a las interpretaciones, siempre respetables, debemos cuidarnos de caer en relatos de buenos y malos, y de cometer la injusticia de juzgar a la gente sacándola del tiempo que le tocó vivir.